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Relaciones sexuales robóticas

El placer sexual en los tiempos modernos

Matt McMullen, director ejecutivo de Realbotix, ajusta el “cerebro” de Harmony, un robot sexual de realidad virtual. Foto: Graham Walzer

Matt McMullen, director ejecutivo de Realbotix, ajusta el “cerebro” de Harmony, un robot sexual de realidad virtual. Foto: Graham Walzer

Edel Arzola Castañeda

Dependiendo de cada androide se puede obtener tantas variables como presente el modelo, como medir la temperatura, así como los gestos o gemidos que se quiera se emitan. Las fantasías de cada dueño marcarán la gama respecto a su uso.

La sexualidad es sin duda la dimensión más compleja que la mujer y el hombre tienen. Al formar parte del mundo, los seres humanos ya están expuestos a infinidad de información, que sin duda acaba influyendo en ellos.

En particular, la sexualidad puede ser estudiada desde muchas aristas: por sus motivos, sus manifestaciones y la forma de demostrarlas, así mismo en la manera en que deseamos ser amados. También desde su expresión en pareja como en solitario, desde lo romántico a lo lúdico y a lo perverso o pecaminoso. Dentro de lo lúdico podemos contar con el uso de juguetes, disfraces, la presencia de fantasías y los fetiches.

Una vertiente poco analizada de la sexualidad es la influencia de la tecnología en ella y viceversa. Gracias al Internet, muchas personas se conocen e intercambian charlas durante horas. De la misma manera concretan una relación, ya sea formal o informal. En el mundo virtual existe la posibilidad de intercambiar no solo mensajes románticos y eróticos, sino también material gráfico. De ahí se desprende el famoso término muy usado por los adolescente y jóvenes, el “pack”, el cual no es otra cosa que fotos de contenido erótico.

Gracias al uso de videoconferencias o aplicaciones como Skype y Face Time, las personas pueden mantener una charla cara a cara estando en lugares distintos, y hasta experimentar una sesión de sexo virtual a través de la web cam.

Por otro lado los juguetes sexuales no son ajenos a los avances de la tecnología. Hoy contamos con un amplio catálogo. En las sex shop, en la web o en tiendas virtuales, se encuentran productos como dildos, vibradores manuales y con pilas, con cable para corriente eléctrica, también variedad en muñecas y muñecos.

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Matt McMullen, director ejecutivo de Realbotix, en el laboratorio de realidad virtual de la empresa en San Marcos, California.

Foto: Graham Walzer

Son estos últimos los que han evolucionado gracias a los avances tecnológicos de una manera tan increíble, que de ser sólo un prototipo de látex con una vagina o un pene burdo, e inflables en muchas ocasiones, el día de hoy se puede conseguir una réplica prácticamente al gusto del cliente.

Tanto en pareja, aunque más comúnmente en solitario, las muñecas y muñecos sexuales ofrecen una amplia gama de experiencias en el ámbito sexual. Sin embargo, la tecnología ha ido más allá de elaborar figuras humanas anatómicamente exactas y perfectas o hasta exageradas, con senos y penes de todos los tamaños que el solicitante pueda imaginar.

Al día de hoy las empresas han añadido sensores en la piel artificial de estos productos, además de microprocesadores con algoritmos que los convierten prácticamente en un robot sexual, esa combinación de microprocesadores y sensores les permite analizar y discriminar la conducta de sus usuarios para poder generar una respuesta acorde a los estímulos y necesidades percibidos.

AL GUSTO

Al día de hoy contamos con una amplia gama de proveedores de estos artículos, pero como siempre, hay quienes están a la vanguardia y son líderes en este mercado, como lo es la compañía Realbotix, en cuya página web puedes encontrar su catálogo de muñecas, que te permite seleccionar desde el color y tono de piel, hasta la estatura. Además puedes configurar su software para poder entablar una conversación.

La carta fuerte de esta marca es la muñeca Harmony, con un sistema de inteligencia artificial que se puede manejar a través de una app. Tiene diferentes personalidades, interactúa con el usuario y hasta se le puede cambiar el rostro por medio de diferentes máscaras que se adhieren a través de imanes. Su precio promedio varía entre los 15 mil y los 18 mil dólares, también cuenta con una versión masculina.

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Modelos masculino y femenino de muñecos Harmony. Foto: APU/Gomes

Harmony tiene características físicas muy reales que podemos considerar sexys. Sonríe, guiñe sus ojos y sostiene conversaciones con el usuario, cambia de posiciones según sus sensores, rota sus caderas y emite sonidos realistas en el momento preciso.

Aitech, o Inteligencia Tecnológica Co, es otra empresa que ofrece un extenso catálogo de productos que se visualizan en los apartados de Robot Sexual Humanoide, Muñecas Sexuales Realistas, y Servicio de Robot, estos últimos ofrecen los servicios de educación y de guías, enseñanza o simple compañía.

En los primeros apartados encontramos robots sexuales con cuerpos de silicón capaces de desarrollar una conversación sexual. Pueden ser diseñados en tamaños desde 1.40 metros hasta 1.68, definir las medidas de busto, cintura y cadera, así como la medida del fondo vaginal; además el cliente puede escoger el color de los ojos, piel y uñas.

Dependiendo de cada androide se pueden obtener tantas variables como presente el modelo, como medir la temperatura o determinar los gestos y gemidos que quiera que se emitan. Las fantasías de cada dueño marcarán la gama respecto a su uso.

ÉTICA

¿Hasta dónde podemos considerar sano el uso de estos robots sexuales? Sin duda en la sociedad actual, regida por la ley de la oferta y la demanda, si existen los robots sexuales es porque también hay consumidores para ello. En esta misma actividad, el comprador tiene completa libertad del uso una vez que ha pagado por el producto ofertado, por ello las limitantes de la utilización las establece él mismo.

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El cerebro de Harmony. Foto: Graham Walzer

El uso sólo puede restringirse por especificaciones técnicas de cada androide, como la exposición a ciertas temperaturas, la flexibilidad de cada modelo y las características de los materiales con que estén hechos, entre otras.

Los robots son capaces de aprender fechas de cumpleaños, nombres de amigos o personas mencionadas frecuentemente por su operador, tal vez hasta puedan conocer las melodías preferidas de sus dueños, e incluso entonarlas durante el encuentro sexual.

Tal vez suena como un sueño hecho realidad, sin embargo nuevamente el ser humano deberá ser consciente de que lo que el robot está haciendo es una respuesta diseñada en base a circuitos insertados durante su construcción, y no debe creer que se trata de un sentimiento o muestra de afecto similar al del humano.

Reconocer lo anterior nos permitirá saber hasta dónde nuestra interacción con los sexo-robots es ética. Para la reflexión nos queda decir que cualquier alternativa de la sexualidad es válida siempre y cuando no se convierta en única, exclusiva y necesaria, y lo más importante: no entorpezca nuestra vida cotidiana.

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