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Ahora resulta que la ortografía es “fifí”

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Ahora resulta que la ortografía es “fifí”

Ahora resulta que la ortografía es “fifí”

Adela Celorio

Queda muy claro que nos seguimos debatiendo entre la civilización y la barbarie. Por cierto, hasta ahora va ganando la barbarie.

Qué buen vasallo si tuviese buen señor — Mío Cid

Que no nos escuchen es otra cosa, pero de que habló el ciudadano (que no es tan sabio como el pueblo, pero es identificable porque tiene una identidad, obligaciones y derechos) habló. El domingo once de noviembre del 2018, algunos miles de ciudadanos nos manifestamos en apoyo del aeropuerto de Texcoco y el absoluto repudio a la presencia de Maduro (por lo que representa como el dictador que ha llevado a su país a la desgracia) en la segunda toma de protesta de AMLO como presidente legítimo. No hay que olvidar que la primera vez tomó protesta el 21 de Noviembre del 2006.

En respeto absoluto por la incuestionable libertad de expresión, yo sólo sugerí a los feisbuqueros que se metieron en mi celular con sus comentarios sobre la manifestación: ¿Acaso no han oído hablar de una materia llamada ortografía? A riesgo de que le lloren los ojos, comparto con usted pacientísimo lector, algunos de los mensajes recibidos: “apoco era la marcha fifí me ubieran abisado para aver ido abenderles frituras…”, “Puros ambriados que por unos cuantas migajas de monedas venden hasta lo más sagrado y muestran lo que son m.d.h.”, “adela celorio es fifí jajaja”, “cuando tome posesión amlo entoses ban a desir que fue sobrecupo…” “Pinches clasistas putitos, el pueblo de mexico manda ca…”

Lo anterior es sólo una pequeña muestra de la sólida ignorancia de tantas generaciones de mexicanos, cuya formación académica estuvo bajo el férreo mandato de la inefable maestra Gordillo y sus secuaces. Hasta aquí queda muy claro que nos seguimos debatiendo entre la civilización y la barbarie. Por cierto, hasta ahora va ganando la barbarie.

Tal vez esa es la razón por la que a algunos nos resulta tan difícil asumir al amor sincero, tan de corazón que nos ofrece nuestro amado líder, quien con motivo de su 65 cumpleaños, declaró: “ya no me pertenezco porque ahora: soy de la nación. Mi amo es el pueblo de México, es mi responsabilidad no fallarle, y no les voy a fallar. Por eso se van a seguir enojando mucho mis adversarios, pero les ofrezco disculpas por anticipado por las molestias que les pueda causar, pero no odio a nadie, es amor y paz”.

Conmovedor ¿no es cierto? ¿Acaso registra la historia un Presidente más amoroso? ¿Un líder tan bien intencionado que incluso cree en la legitimidad de las encuestas con que el pueblo sabio aprueba sus proyectos? La verdad que la buena voluntad que transparentan sus declaraciones me conmueve hasta las lágrimas. Debe ser porque uno no está acostumbrado a tanto amor.

Con ese nuevo enfoque ya podemos dar por hecho esa cuarta transformación que promete nuestro amado líder y que me recuerda el hermoso sueño que alguna vez tuvo para México Ikram Antaki: Un día nos volvimos un país ideal; instalamos la razón en lugar del delirio y el derecho en lugar del abuso. Entendimos el papel unificador del Estado; protegimos la república, para poder amar la democracia, que es la hija; domamos las pasiones políticas y definimos y vivimos los valores comunes. Los maestros volvieron a ser los arquitectos, los húsares del país; el último mentiroso emigró a la Conchinchina y el último ladrón fue encerrado en el reclusorio. Dimos lugar y respeto al trabajo y entendimos que el conformismo puede disfrazarse de revolución. Despreciamos el recurso de la violencia. Los medios de comunicación prefirieron ser anti-poder a ser un poder abusivo. Un día nos pusimos a construir una civilización original y tolerante, y dejamos de utilizar como bandera deshecha, aquella que otros, en el pasado hicieron.

Al transcribir ahora el sueño de Ikram, me convenzo de que Dios nos ama y la vida es bella. Lo que no me explico, es por qué siendo todo tan lindo me levanto malhumorada y grosera. Por qué quemo el pan del desayuno y me escaldo la lengua con el café ardiente. Por qué estoy disgustada y me caigo tan mal. Por qué vivo con la sensación de que alguien nos persigue con el oscuro propósito de destruir lo poco que como sociedad, con tanto esfuerzo hemos podido construir. Por qué despierto cada mañana con ganas de romperle la cara a cualquiera.

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