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PIÉNSALE PIÉNSALE

NO PUEDE HABER LUGAR PARA LA TRISTEZA

Arturo Macías Pedroza

El tiempo de Navidad muchas veces está envuelto de melancolía y tristeza al recordar a seres queridos que han partido, vivencias familiares que han cambiado y personas que se han alejado de nosotros. Así, la alegría que la Navidad anuncia, se troca en depresión para muchos. Añorar épocas pasadas basadas en recuerdos que suelen contarnos mentiras, nos hace comparar erróneamente nuestras situaciones actuales.

El problema sin embargo no está en las situaciones amargas que este tiempo de Navidad suele evocar. La razón más profunda de esta tristeza consiste en que estas celebraciones se han vaciado de su contenido profundo y de la motivación fundamental. Los motivos de gozo y alegría que contiene en sí mismo el acontecimiento de la encarnación de hijo de Dios se han olvidado, al reducir este hecho único de la historia humana que es el Dios-con-nosotros, a un evento consumista, superficial y sentimental; con ello, nos condenamos nosotros mismos a la amargura y la desesperanza.

Pero cuando decimos que nuestro Salvador ha nacido hoy, la alegría es un imperativo. No puede haber, en efecto, lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa.

Además, nadie puede sentirse excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos; el bueno, porque se acerca su recompensa; el pecador, porque se le ofrece el perdón; el atrapado por los lazos de la muerte, porque es llamado a la vida.

El cambio que ha realizado el nacimiento del Niño-Dios, ilumina y produce alegría por la liberación; es el final de la tiranía de los opresores porque el que ha nacido es el "Príncipe de la paz" que quiere consolidar nuestro mundo con la justicia y el derecho. El motivo de la tristeza es finalmente la renuncia que se hace de la religión, el vacío de Dios que se crea, pues hace vana esta época; nos priva de la garantía del triunfo final.

¿Por qué pues alegrarnos? Porque celebramos que el Hijo de Dios quiso asumir la naturaleza humana para reconciliarla con su Creador y levantarle su dignidad; hacerlo nada menos que hijo con el Hijo. Entonces, nos alegramos porque ya no estamos abandonados a nuestra suerte, al poder de otros, a nuestra fragilidad, al dominio y explotación de otros. Porque Dios comparte nuestra historia y nos ama, la violencia, el...[Más en la pág. 9].

PIÉNSALE PIÉNSALE [Viene de la pág. 8]

...temor, el dolor y la misma muerte ya no tienen la última palabra. Somos amados por Dios. ¿Cómo pues no habría de alegrarse la pequeñez humana y todas las criaturas del cielo y de la tierra ante esta inenarrable obra de la misericordia divina?

Alegrémonos pues y demos gracias. No negamos situaciones de miseria y de dolor, pero son precisamente esas situaciones las que han comenzado a ser derrotadas, porque este Niño-Dios trae la renovación y la liberación del mal en todas sus manifestaciones, incluida la muerte.

Con el nacimiento del hijo de Dios en la familia humana y en una familia humana, Dios comienza una nueva obra con la humanidad. Participando de su nacimiento somos nuevas criaturas, capacitados para dejar lo que nos esclaviza, manipula, domina o mata. Motivados para combatir lo que nos hace mal, impulsados por la fuerza creadora de ese pequeño a hacer el bien y a colaborar con él en esta renovación del mundo y de nosotros.

Es inaudito que un Dios se haga hombre, pero es igualmente inaudito el que el hombre asuma la naturaleza divina. Pero es precisamente ambas cosas las que han sucedido en ese momento de la historia que tiene sus repercusiones hasta este final del 2018 e inicio del 2019, y nos proyecta a un esperanzador futuro en que triunfará completamente su reinado de la vida, de la verdad, de la justicia, de la paz, de la gracia y del amor. Un futuro que ya empezó hace ya más de dos mil años en aquel portal de Belén con esa Sagrada Familia. ¡Éste es el motivo de nuestra alegría! Uniéndose a nosotros y uniéndonos a él por el bautismo, hemos sido arrancados del dominio de las tinieblas y transportado al reino y a la claridad de Dios. ¡Felicidades!

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