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Meade: sin estridencias

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
Todos los hombres que no tienen nada importante que decir hablan a gritos”.

— Enrique Poncela

El hubiera no existe pero José Antonio Meade era buena opción, sin embargo asumió el descrédito de una marca insostenible -el PRI- y la desconfianza colectiva hacia un modelo a todas luces desgastado.

Meade pagó los platos rotos de terceros pero con su dignidad personal intacta, libró una guerra que desde el principio estaba destinado a perder. Ante escenarios adversos, Pepe Meade puso buena cara y enfrentó con gallardía la derrota.

A veces se gana más cuando perdemos. Intuyo que ese será el caso de Meade, quien a juzgar por sus opiniones vertidas en los últimos días con relación al AICM, se encamina a ser una voz crítica que pueda disentir dentro del marco del respeto.

Frente a legiones defendiendo a ultranza posturas en las que no ceden un ápice, Meade opina sin mayores aspavientos. Estemos o no de acuerdo con lo que dice, ha de reconocérsele que mientras otros vociferan, Pepe Meade argumenta y propina a sus críticos sendos “pasos dobles” respaldados por lo que mejor conoce: cifras, datos duros, números. Bastaron tres tuits de José Antonio Meade para que Miguel Torruco y Jiménez Espriú explotarán en contra suya recurriendo a alusiones personales. Mala cosa que de nueva cuenta pone de manifiesto la urgencia de serenidad y piel delgada en los hombres cercanos al Presidente. Aplaudo el debate, es sano e indispensable pero como diría mi señora madre: “no te defiendas atacando”. La Cuarta Transformación tiene virtudes, pero adolece de templanza y todos los días sale a rebatir sin miramientos a quien ose contradecirla. Así, el desgaste será mucho más rápido. Urge se dosifiquen.

Lástima por el grupúsculo de impresentables, empezando por Peña Nieto, que dejaron a Meade a su suerte. La vanidad y arrogancia con la que por seis años se condujo el gobierno anterior, contrastaron con un José Antonio Meade impecable en su conducta como funcionario público. Si el sexenio de Peña fue algo parecido al cuento de Ali Babá y los Cuarenta Ladrones, respecto a Meade no hubo ni habrá queja.

Tras los comicios, Ricardo Anaya asumió los costos de haberse enfrentado al poder y guarda, hasta la fecha, un silencio incomprensible. Bien haría Ricardo en alzar la voz y convertirse en contrapeso necesario. Quizá lo haga, no lo sé . Desde el exilio supongo trata de recomponerse y reinventarse en una mejor versión de sí mismo.

José Antonio Meade recuerda un poco, guardadas las proporciones, a Pancho Labastida. Ambos hombres sin estridencia en su actuar público, más técnicos que políticos, grises según algunos pero necesarios en un entorno, el de lo público, donde en ocasiones sobre los argumentos y la razón prevalecen las descalificaciones.

Pero el meollo del asunto no es José Antonio Meade ni las razones de su derrota. Poco caso tiene ahondar en cosas juzgadas y en decisiones tomadas. Ganó Andrés Manuel y punto, vivamos con eso y respetémoslo.

La valía de Meade, compartida por millones de ciudadanos, estriba en su capacidad de disentir y argumentar cuando algo no le parece. Ahí, precisamente, está el gran valor de las democracias: en nuestra capacidad de encontrar armonía dentro de un coro de voces disímbolas. No es extraviándonos y dejándonos llevar por el sonido de una misma voz -por más potente que sea- como llegaremos a puerto seguro. Es confrontando, debatiendo, proponiendo, no estando de acuerdo y encontrando puntos de coincidencia como habremos de labrar el futuro y sus posibilidades.

No es tiempo de susurros, ni de estar de acuerdo en todo ni de decir que sí en automático. Se trata de contrastar, investigar, formar nuestro propio criterio y defenderlo. Dejarnos llevar por el canto de las sirenas nos ha salido muy caro. Me extraña que los hombres del Presidente piensen que por haber contendido y perdido, Meade perdió también su condición de ciudadano y el derecho a no estar de acuerdo.

Qué bueno que no se calle. Tampoco callemos nosotros. El silencio nos hace cómplices. Mejor habitemos en la justa medianía que reconoce los triunfos, señala los yerros y opina sin estridencias.

Que en 2019 regrese, en todos nosotros, la sensatez que tanta falta nos hace.

Twitter: @patoloquasto

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Escrito en: sin lugar a dudas

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