Guillermo Guerra logró elegantes pases ante 'Año nuevo', pero no logró cortar orejas al primer novillo de la tarde.
El zacatecano César Karim y el francés Maxime Solera cortaron una oreja cada quién, para alzarse con el triunfo ayer en la tradicional novillada de Año Nuevo, celebrada ante buena entrada en la plaza de toros Alberto Balderas, de Ciudad Lerdo, iniciando así el calendario taurino en la Comarca Lagunera.
Abrió plaza "Año nuevo", herrado con el número 8, de 350 kilogramos de peso, negro zaino, capacho, para Guillermo Guerra, vestido en oro y esmeralda, destacado con capote, recibió poca ayuda de banderilleros y picador. Logró elegantes y vistosos pases con la muleta, provocando las primeras palmas del festejo; sufrió el novillero para acomodarse a matar, inquieto el burel, recibe un bajonazo, suficiente para hacerlo doblar; palmas para el espada y arrastre lento para el toro.
Siguió "Chócolo", número 99, de 345 kilos, negro bragado, paliabierto, corniblanco, bravo al embiste de capote, asiste a recibir un puyazo y vistosas gaoneras en los medios por parte de César Karim. Bajo las estrofas de La marcha de Zacatecas, brindis a Jaime Russek y ejecuta el joven una faena accidentada en los medios, con algún susto sin pasar a mayores, encuentra la llave toreando por el lado derecho ante el embiste noble, se tira a matar y coloca estocada muy trasera, siendo el novillero levantado por los aires, pero haciéndose acreedor a la primera oreja de la tarde.
"Mostas" salió de la puerta de toriles, negro zaino, cornidelantero, con el número 94 y de 360 kilos para Enrique de Ayala, breve con el capote, mal puyazo le resta fuerza en los cuartos traseros, batallando el novillero para hilar tandas, mató en segundo intento tras escuchar un aviso, retirándose ante discretas palmas. Cerró el festejo "Mi Rodri", cárdeno, entrepelado, paliabierto, para el francés Maxime Solera, debutando en México, recibe con faroles de rodillas, traicionado por el astado, pero saliendo bien librado.
El propio novillero banderilla bien y conecta con el tendido, que aplaude cada pase ejecutado con el capote, larguísimos naturales y elegantes manoletinas, buena faena bajo los acordes de "La Filomena". Tras fallar con el acero, es obligado a descabellar, logrando así acabar con la existencia del astado y llevarse una oreja como resultado artístico.
