Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

¡Mañana! ¡Sí, mañana aparecerá aquí "El chiste más pelado del año!". Su sicalipsis es tan extremada que el cuento fue prohibido tanto por la Liga de la Decencia como por la Pía Sociedad de Sociedades Pías. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!... Babalucas se propuso regalarle un brassiére a su señora con motivo de la Navidad. Fue a una tienda de artículos para dama y le pidió a la empleada: "Quiero un brassiére para mi esposa". Preguntó la muchacha: "¿Número?". Respondió Babalucas: "Dos, como todas"... Floribel les contó a sus amigas: "Los días previos a la Navidad los pasé llevando a mi tía Celiberia a visitar a Santa Claus en todos los centros comerciales de la ciudad". "¿Cómo es posible? -se asombraron ellos-. Tu tía pasa ya de los 50 años ¿y la llevaste a visitar a Santa Claus?". Explicó Floribel: "Es que es soltera, y ésta es la única oportunidad que tiene de sentársele en el regazo a un hombre"... Fornarina, mujer en flor de edad, casó con don Valetu di Nario, maduro caballero. Al día siguiente de su noche nupcial llamó por teléfono a su madre y le contó: "No tuve noche de bodas, mami. Tuve más bien Noche de Paz"... Tres ancianos, antiguos compañeros de colegio, estaban conversando. Dijo el primero con orgullo: "Me casé hace un mes con una muchacha veinteañera. Y no es por presumir, pero quiero que sepan que mi esposa está ya embarazada". Relató el segundo, más ufano aún que el anterior: "Eso no es nada. Yo también contraje matrimonio con una mujer más joven que la tuya, pues tiene 18 años. Y han de saber ustedes que a los 7 meses de casados mi señora dio a luz un precioso bebé de 3 y medio kilos". El tercer anciano nada decía. Le preguntaron: "Y tú, ¿no tienes nada qué contarnos?". "Desde luego que sí -respondió el veterano-, sólo que mi relato es diferente. Ya saben ustedes que en mi juventud me gustaba mucho la cacería. Hace unos días quise ir a cazar conejos, pero al llegar al campo me di cuenta de que mi rifle era muy viejo y ya no disparaba. No quise volver a casa. Tomé mi bastón y eché a caminar por el prado para pasar el tiempo. De pronto vi un conejo. Por jugar levanté el bastón e hice como que disparaba. ¡Oh, sorpresa! ¡El conejo cayó muerto! Lo recogí y seguí caminando. A poco vi otro conejo. Algo intrigado por lo que antes había sucedido levanté otra vez el bastón, apunté y fingí que disparaba. ¡Pum! El conejo cayó también sin vida. Estaba yo maravillado. Lo recogí y volví a caminar. Y he aquí que salió corriendo otro conejo. Sin esperar a que se detuviera le apunté con el bastón. ¡Paf! ¡Y el conejo rodó sin vida! Para no hacerles largo el cuento maté ocho conejos con mi bastón". Se hizo un silencio tenso. Y dijo uno de los ancianos clavando una mirada penetrante en el que había hablado: "No esperarás que te creamos esa historia, ¿verdad?". Respondió el del bastón: "Sólo en la medida en que pretendan que les crea las suyas. Yo también pensé al principio que estaba matando los conejos con mi bastón. Luego me percaté de que detrás de mí venía un hombre joven que disparaba con su rifle. El mío, se los dije, ya no disparaba. Pero el de él sí". Y para concluir he aquí lo que le sucedió a aquel señor muy serio al que alguien invitó a dar una conferencia sobre sexo. Temiendo disgustar a su esposa, mujer pacata, el señor aceptó, pero dijo a su consorte que la disertación se iba a llamar "El arte de patinar en hielo". A los pocos días de la conferencia alguien que la oyó felicitó a la esposa del conferencista. Dijo ella: "No sé qué puede haberles dicho mi marido acerca del tema que trató. Cuantas veces ha intentado hacer hacer eso se ha resbalado y ha caído al suelo". FIN.

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