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AMOR Y ASISTENCIALISMO

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La Navidad nos da nuevamente la oportunidad de experimentar y transmitir el amor de Dios hecho hombre; un amor de verdad. Dios no sólo bajó un poco el vidrio de una ventana celestial para darnos una moneda; su amor lo realiza entregándose: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. (Jn 3, 16) Dios es amor (Cfr. 1 Jn 4, 16), es decir, amor que se difunde y se prodiga; y todo se resume en esta gran verdad que todo lo explica y todo lo ilumina.

Vivimos inmersos en una cultura cada vez más individualista, sin vergüenzas ni culpabilidades, con justificaciones y argumentos para una práctica asistencialista que enfrenta sólo la superficie del problema social, en vez de "aprojimarse" al necesitado con una eficaz compasión. Hay una gran diferencia entre ayudar efectivamente o solamente decir algunas palabras de compasión. En la Laguna de Durango, hay más ONGs de servicio que de política contestataria y de protesta; sin embargo, esto no quiere decir que no reclamen o incomoden. La verdadera solidaridad ataca fundamentalmente las estructuras que generan los problemas sociales, en cambio, y sin generalizar, las organizaciones propiamente políticas esconden muchas veces intereses mezquinos y búsqueda del poder por si mismo. Felicitaciones a quienes ayudan efectivamente, individual organizadamente, sabedores que su esfuerzo se traduce en un amor efectivo y no sólo en un asistencialismo.

Ante el desencanto de quienes no creen en el progreso de la historia y renuncian a cualquier proyecto común, cansados de su militancia social que no ha dado los frutos esperados; ante quienes caen en la tentadora propuesta de la "realización personal", que no es sino cultivo narcisista en una mística sin prójimo y sin historia, viene la Navidad como propuesta de amor efectivo, concreto, real y comprometido, que puede transformar y atacar las causas y no sólo aliviar los síntomas. Propuesta de renuncia a espejismos suicidas para entrar en la verdadera vida, plena y abundante que viene de Dios.

¿Qué hacer? "Aprojimarse" al que está necesitado; lo que supone a la vez una actitud de compasión ante él y una búsqueda de eficacia en compartir lo que está a nuestro alcance para que pueda reconquistar su salud, su libertad, su dignidad. Compasión que no es un sentimiento de "lástima", sino un solidario ponerse en el lugar del que padece; amarlo como a uno mismo, y compartir lo que tengo para ayudarlo a liberarse de la situación de despojo en que se encuentra. La práctica de la compasión eficaz, nace de no caer en la tentación de una "realización personal" mentirosa y fratricida que no sólo pasa de largo ante el necesitado, sino que nos hace cómplices en la construcción de un mundo donde no todos caben, donde los más débiles sobran, donde los que no tienen poder son implacablemente "excomulgados" del sistema. Los signos más escandalosos son la pérdida del trabajo, la imposibilidad de acceder a los conocimientos y habilidades necesarias para trabajar, los daños físicos y psíquicos irreversibles de niños y adolescentes, cuando no se ven arrastrados a la delincuencia, la prostitución o la droga. Lo malo de este dinamismo es que se ha desatado con gran intensidad y se justifica como el único camino para lograr una sociedad eficiente y competitiva.

El asistencialismo es una tentación ante el drama de "hacer algo" que al menos disminuya el sufrimiento de algunas personas. Surgen así iniciativas asistenciales, por lo general, conseguir alimentos, ropa, medicinas o dinero. Sin embargo, este "hacer algo", tropieza con la sensación de estar nadando contracorriente, de ser ineficaces, o peor aún, injustos. Se llega a pocos, se crean dependencias, paternalismos, aprovechados y abusivos que hacen del pedir su "modus vivendi" y al final no se atacan las verdaderas causas. Se falta al respeto a la gente, se daña su autoestima, se evita su organización y participación activa.

¿Hay alguna alternativa posible al asistencialismo? ¿Cómo evitar que el rechazo del asistencialismo nos conduzca finalmente a justificar la resignación, la complicidad o la parálisis frente al individualismo dominante? Recuperar la conciencia de las injusticias del sistema imperante es fundamental para identificar adecuadamente los objetivos, los medios y las fuentes de una compasión que busque superar el asistencialismo siendo a la vez fraterna, eficaz y justa. Nos permite también reconocer dónde está la verdadera raíz de una transformación de la cultura dominante y su lógica individualista.

No reduzcamos la compasión a un sentimiento de conmiseración paternalista ("pobrecito"), sino que ha de nacer de una solidaridad con los excluidos, dirigida a transformar las causas que los excluyen. Es necesario no identificar desarrollo humano con crecimiento del consumo individual, sino la promoción de espacios y acciones participativas para satisfacer sus necesidades. Reconocerlo como sujeto con derechos, valores, cultura propia, iniciativas y creciente participación. La ayuda que reduce al empobrecido a mero destinatario sin fortalecer su autoestima, su protagonismo corresponsable y su organización, terminan deshumanizando al que la recibe y al que la realiza.

Todos somos protagonistas, no dejemos a otros las acciones: hay poder en el voto, en la compra de productos, en la opinión, en los grupos y asociaciones. La eficacia depende de lo que en la sociedad civil y en la vida cotidiana hagamos posible o imposible con nuestras decisiones y apoyando a las organizaciones que hacen posible la participación corresponsable. Ésto lleva consigo un cambio personal y muchas renuncias, no basado en un éxito a corto plazo, sino en una actitud de fe, en una conversión de mentalidad, en una apuesta creativa.

En la novedad del Niño de Belén, la fuerza de la nueva creación ha llegado y actúa en nuestra historia; sólo que para descubrirlo y entrar en ese dinamismo, hemos de cambiar nuestra mirada cautiva, nuestro corazón endurecido, nuestro individualismo. No desde la lógica de la fuerza, sino del amor gratuito. No excluyendo, sino incluyendo, renunciando a la "beneficencia" desde el poder, liberados de espejismos, esclavitudes y parálisis. Haciéndonos responsables unos de otros.

Por tanto, en la actividad caritativa, las numerosas organizaciones no deben limitarse a una mera recolección y distribución de fondos, sino llevar a cabo una preciosa función pedagógica, favoreciendo la educación a la solidaridad, al respeto y al amor. Que la experiencia del amor solidario de Dios que celebramos en esta Navidad, nos enseñe a amar de verdad.

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