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Democracia sin pilares

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

El desencuentro del Presidente con los líderes opositores en el Congreso amenaza paralizar al gobierno. El desencuentro al interior del partido gobernante debilita su liderazgo y fortalece al adversario. El desencuentro del Presidente con la base políticamente marginada que, en la desesperación, actúa con enojo y furia próxima al motín o el vandalismo, convulsiona al gobierno.

No, no se trata de la situación del presidente Andrés Manuel López Obrador, sino de la circunstancia del presidente Donald Trump, la primera ministra Theresa May y el presidente Emmanuel Macron. Se trata de ellos, pero de esos choques, diferencias y rupturas, México no está exento.

Algo de normalidad y anormalidad hay en el acontecer político de estos días, abundan expresiones y acciones que rayan en el lindero de la vulneración de las instituciones democráticas o pintan en el horizonte de su rescate. Hay riesgos que correr, peligros que evitar.

Es, dicho está, no una época de cambios sino un cambio de época.

***

En la raíz del sacudimiento de la democracia no está la política, sino la economía.

El denominador común de la turbulencia por la cual atraviesa la democracia es el larvado desfasamiento en la toma de decisiones políticas y económicas, así como el derrame desigual de los beneficios de la globalización y el neoliberalismo que, a la postre, generó un ejército de marginados y descontentos, harto de no encontrar respuesta a la expectativa prometida a partir de la prevalencia del mercado sobre el Estado. La historia, por más que se quiera, no ha terminado.

En más de un país, la desesperación hizo presa a los electorados. En algunos casos, optaron por partidos o liderazgos que descifraron el malestar social, pero lo interpretaron como una añoranza por el orden y el encierro y, sobre esa base, intentan por la vía autoritaria -con tintes fascistas- recuperar un "pasado feliz" inexistente y, en su aventura, atentan contra la democracia. En otros casos, los electores se inclinaron por descartar a los partidos como instrumentos ciudadanos y fortalecer movimientos que, aun sin estructura y organización, pero con fuertes liderazgos, hablan su lenguaje, entienden su malestar y lo incluyen en el ascenso al poder, sin tener claro el ritmo de su dinámica ni la hoja de ruta.

De un modo u otro, sin gran distinción entre el riesgo y el peligro, en muchas democracias, consolidadas o incipientes, se exploran derroteros o ensayan vías distintas, navegando en la mar picada de descontento y en la incertidumbre que, en medio del bamboleo, no fija el destino. Lo evidente, sin embargo, es inocultable: los electores no quieren seguir votando lo mismo y seguir haciendo lo de siempre.

Crujen los engranes de la política y patina el motor de la economía.

***

México no es una isla y, en el desasosiego de estos días, hay un hecho curioso.

Desde el respectivo dogma, unos acusan el fanatismo de los otros. El grito de "¡Populistas!" recibe por respuesta el de "¡Mafiosos!". Ambos niegan, desde luego, militar en credos inamovibles y piden al adversario apertura y altura de miras, cruzando los dedos por su derrota o fracaso. Instan por el entendimiento, al tiempo de atrincherarse.

En el afán de imprimirle velocidad a la transformación prometida, el gobierno recién inaugurado incurre en descuidos en la operación diaria de la administración y en la elaboración de los estudios y documentos fundamentales del cambio pretendido, mientras su mayoría en el Congreso lleva a cabo desaseadas operaciones legislativas o parlamentarias. Dedica reformas, descongela sin revisar leyes arrumbadas.

En el propósito de frenar esa transformación, las oposiciones en los partidos, las burocracias privilegiadas, los grupos de presión o interés económico responden de modo semejante sin acabar de coordinarse ni entender el momento. De dientes para afuera aceptan el resultado electoral y de dientes para adentro resisten la consecuencia política.

A la inconstitucionalidad de la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos, un ¡ministro de justicia! responde con un acto inconstitucional: suspende la norma en cuestión, a sabiendas de la ilegalidad. Pa' los toros del jaral, los caballos de allá mesmo. Unos incurren en tropiezos, otros tienden zancadillas y, de seguir así, al final ambos alentarán lo obvio: la profecía que se cumple a sí misma.

Del riesgo de transformar al peligro de romper, no hay muchos pasos.

***

Está a la vista el estremecimiento de la democracia en distintas latitudes, resultado de la ausencia de un régimen político y modelo económico equilibrado; los aciertos y desaciertos cometidos por el ansia de reponer un horizonte distinto al fijado por décadas; las ansias por reequilibrar la política y la economía, el Estado y el mercado; así como la tentación de avanzar al pasado.

Aquí está la oportunidad de correr el riesgo de ensayar algo mejor y distinto. No es hora de escandalizarse por abrir en vez de disimular las diferencias, tampoco de incurrir en desbocamientos y menos de atrincherarse, esperando el error del contrario para tomar ventajas por asalto, de tropezar por las prisas ni de tender zancadillas por el miedo.

Desperdiciar esa oportunidad podría desbaratar, no transformar al país.

Apuntes

Como lector y colaborador de Reforma, agradezco a Alejandro Junco de la Vega y Lázaro Ríos el empeño puesto en construir una institución libre, independiente, plural y equilibrada, atenta al interés informativo de la ciudadanía. La realidad corona ese esfuerzo.

Saludo a Alejandro Junco Elizondo y Juan Pardinas sobre cuyo talento recae la tarea de engrandecer esos valores, cierto de su inteligencia y dedicación para cuidar y hacer latir el Corazón de México.

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