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Adiós a los Underwood

La discreta despedida de House of Cards

Robin Wright en House of Cards. Foto: AP/David Giesbrechz

Robin Wright en House of Cards. Foto: AP/David Giesbrechz

El vacío que deja el mítico político estadounidense Frank Underwood en la saga política más aplaudida en los tiempos del streaming es tal que, a pesar de la contundente despedida de la serie de Netflix en su sexta temporada y la impecable actuación de Robin Wright, como Claire Underwood, la nostalgia del personaje interpretado por Kevin Spacey se pasea por los ocho capítulos finales de una trama de corrupción, cinismo, intrigas y luchas de poder.

Lo que sea que Francis les haya dicho en los pasados cinco años, no crean una sola palabra. Será diferente entre nosotros, yo les voy a decir la verdad. — Claire Underwood

Una de las primeras preguntas a las que se enfrenta el espectador, o más aún, aquel fiel seguidor que acompañó a la extraordinaria pareja en su ascenso a la Casa Blanca, es cómo hubiese actuado Francis ante tal o cual situación. Luego de que la plataforma anunciará la cancelación de su sexta temporada por las denuncias de acoso sexual sobre el ganador de dos óscares, Kevin Spacey, decidió llevar al final su serie, con menos episodios, ocho, en lugar de los trece que tradicionalmente entregaba en cada temporada. La expectativa no causó el impacto de otros tiempos.

Aún cuando la serie había anunciado antes del escándalo de Spacey que en su última temporada el turno sería para Claire, la mancuerna que habían logrado ambos personajes en su escalada al poder no deja de ser uno de los vacíos de la temporada final. El recorrido, incluso desde el plano fotográfico, elemento fundamental a lo largo de toda la historia, conduce a los rincones oscuros de la alcoba matrimonial y no deja en claro si la temporada gira sobre la salida de Francis o sobre el propio eje de las cloacas políticas del Salón Oval.

La nueva presidenta de la poderosa nación inicia la temporada debatiéndose entre la compasión como forma de manipulación o seguir con la forma despiadada de accionar de su marido, quien la llevó a la cima política. Aunque esa telaraña de poder se había tejido gracias a la complicidad de los dos personajes, sus hilos deben ser ahora manejados por una mujer que sabe que incluso su vicepresidente, Campbell Scott, espera un descuido para alejarla de eso que más la seduce, el poder.

A diferencia de la primera temporada, para muchos la mejor, la introducción es sencilla: una niña vestida de blanco corre por el campo, se detiene y mira con frialdad a la cámara mientras sostiene un cigarrillo encendido; luego aparece Claire sentada en la silla presidencial escuchando “si nadie mata a la presidenta lo haré yo mismo”, un trino de Twitter enviado desde Dakota, y luego una serie de despiadadas manifestaciones. También la enteran de un concurso que busca la manera más creativa para asesinarla, todo esto es enviado por quienes no la aceptan como mandataria:

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Foto: IMDb

“Para el ganador se trata de desollarla, cortarle el cuerpo en docena de partes y acomodarlas como la bandera del país, carne para las barras y sangre para el rojo”.

En la introducción del primer capitulo de la serie, Francis se encuentra al perro de su vecino que ha sido atropellado por un coche, mira a la audiencia magistralmente y dice: “Hay dos tipos de dolor: el que te fortalece y el dolor inútil, el cual no es más que sufrimiento. No tengo paciencia para las cosas inútiles”. Acto seguido estrangula al animal emulando un falso acto de piedad. A manera de anuncio del cierre, ahora la protagonista atrapa una pequeña ave encerrada en una falsa pared de la Casa Blanca, atraviesa un pasillo y cuando sale, regresa con el espectador y sentencia: “No es verdad lo que les dijo hace años, que hay dos tipos de dolor, útil e inútil, sólo hay un tipo. Dolor es dolor. Francis... me libero de ti”, acto seguido deja volar al ave.

MOMENTOS MEMORABLES

A través de Claire, el espectador se entera de que Francis murió en su habitación, aunque luego surge la sospecha de que fue un asesinato. Si bien el destino de Doug Stamper exigió el sacrificio para librar a su jefe de conspiración y asesinato, desde el primer capitulo de la sexta temporada aparece fiel y molesto porque la presidenta no cumplió los deseos de ese hombre al que fue incondicional en todo momento e incluso lo sepultó al lado de la tumba que él mismo orinó tiempo atrás, la de su padre.

Francis continúa presente en la temporada final. Su muerte, que se muestra como un recurso narrativo sólido, lo convierte en un mito con peso, evocado especialmente en los momentos de mayor aburrimiento, a través de personajes viejos y nuevos. Sigue siendo una figura dentro de la trama y, en el marco del final, cada uno de los personajes principales define a través de una corta reflexión si le temía, lo alababa o incluso lo admiraba o le quería.

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Foto: AP/David Giesbrechz

CONSERVAR EL SELLO

El recurso estilístico que coqueteó a lo largo de las temporadas anteriores, el rompimiento de “la cuarta pared”, donde los Underwood explican al espectador los secretos de la política en Washington y sus intimidades, se mantiene; de ese modo se busca la complicidad que se requiere por parte de la audiencia.

Si bien es cierto que la serie ha buscado desde el inicio la vigencia con el mundo real, al abordar las dulces conspiraciones del Congreso norteamericano, las relaciones entre magnates y funcionarios, las tensiones con Rusia, las redes sociales y la tecnología como instrumento de manipulación, e incluso el empoderamiento de la mujer, no hay duda que la historia vino de más a menos y a ratos el argumento, como queda claro en la temporada final, es forzado y en ocasiones cansado.

En está ocasión, para complementar los tradicionales monólogos de Francis, ahora en voz de Claire, los productores Joshua Donen y Dana Brunetti incluyen un elemento propio de la tradición de Shakespeare: los hermanos Annette y Bill Shepherd, arquetipos de la clase empresarial corrupta, millonarios con los mismos bajos escrúpulos que hasta el momento se habían observado en otros personajes, tratan de manipular las decisiones de la presidenta buscan acceder al poder a través de su fortuna. La presidenta, como Macbeth, entiende que la primera muestra de respeto que gana es precisamente un intento de asesinato.

House of Cards buscó que la sexta y última temporada presentara al espectador un cierre potente, con un final propio de una serie que marcó el inicio de una nueva forma de distribuir contenidos cinematográficos. Sin embargo, es flojo y algo predecible, no sólo por el comportamiento que a lo largo de los dos últimos episodios tiene la protagonista sino porque se deja ver que desde un inicio la historia no tenía preparada la salida del personaje central, Francis, aquel aspirante a político que un día le dijo a Claire: “Si te casas conmigo, lo único que puedo prometerte es que no te aburrirás”.

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Elenco de House of Cards. Foto: EFE/ Armando Arorizo

La popular serie, aclamada incluso por la entonces pareja presidencial de Barack y Michelle Obama, dos de sus fervientes seguidores, se basa en la novela de Michael Dobbs. Tuvo una adaptación previa con el mismo título, una miniserie inglesa transmitida por la BBC en 1990. Para la tercera temporada, a través de su cuenta de Twitter, la ex primera dama, Michelle Obama, manifestó que la serie no estaba muy alejada de lo que en realidad pasaba en los pasillos de la Casa Blanca.

LA DEUDA HEREDADA

El estreno de las temporadas uno y dos de House of Cards se convirtió en trending topic en las primeras horas de su estreno, desatando enormes discusiones entre los tuiteros acerca de las polémicas acciones del matrimonio Underwood. Como dato curioso, fue una de las producciones que motivó a la red social a cuidar las famosas spoiler alerts porque se estrenaba a la medianoche y para las primeras horas del día siguiente, cientos de usuarios ya habían compartido el final.

La sexta temporada pasó un tanto desapercibida, al menos en las mismas redes sociales que la impulsaron desde su lanzamiento en 2013. No se presentaron la intensas polémicas entre quienes condenaban a los cínicos villanos y quienes aplaudían al estoico matrimonio.

Con una envidiable lista de 33 nominaciones a los Premios Emmy, la historia creada por Beau Willimon marcó un hito en la historia del cine y la televisión al ser la primera gran producción, luego de Lilyhammer, pensada y producida para Internet.

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