Columnas la Laguna

IBERO TRANSFORMA

FÁBRICA DE CARIÑO

Claudia Rivera Marín

Es un hecho innegable que las redes sociales son parte de nuestra realidad. Esto no sólo supone la participación de los jóvenes que forman parte de la generación millenial e incluso la Z, sino para adultos que también destinan una buena parte de su día a cualquier red social. Estar al pendiente de nuestro correo, de cuántos likes ha generado mi publicación o cuántas respuestas tengo en whatsapp nos hace sentir bien o la persona más ignorada del mundo, según sea el caso; cada comentario recibido nos hace sentir presentes, tomados en cuenta, atendidos. Es común escuchar críticas hacia personas que forman parte de grupos en whatsapp y no son tan participativos, no "comentan" publicaciones o memes y esto es motivo de rechazo o incluso de separación.

Sabemos que la interacción con estas actividades libera en nuestro cerebro un químico llamado dopamina que provoca una sensación placentera cada vez que recibimos las respuestas y atención deseada. Esta sensación se compara con aquélla que sentimos cuando bebemos o apostamos, por ejemplo, lo cual nos indica que esta actividad también es adictiva. Y cada vez nos es más difícil prescindir de las redes y la tecnología, lo que genera lo que la psicóloga Michelle Weil y el educador Larry Rosen denominaron como "tecnoestrés", término que explicaron ampliamente en el libro homónimo publicado en 1997, con lo cual podemos ver que no es algo nuevo pero si de rápido crecimiento, puesto que en esa época no estábamos tan conectados como lo estamos ahora. El Observatorio Permanente de Riesgos Psicosociales lo define como "el estrés provocado por la exposición continua al uso de nuevas tecnologías de información y comunicación". Es casi seguro que muchos de nosotros lo primero que hacemos al despertar es revisar el teléfono y ver cuántas y que tipo de notificaciones tenemos. No tener internet se convierte en una tragedia, ya es impensable una reunión, una clase, un viaje o una simple cena familiar que no esté viciada por las redes sociales.

En el ámbito laboral, este tipo de estrés también impacta, como la indicó el estudio realizado por la empresa Microsoft en diversas partes del mundo, en donde se incluyó a 20,000 empleados que indicaron que la excesiva cantidad de correos y notificaciones no ayuda a ser productivos. Ya hay empresas que han regulado el uso de este tipo de herramientas ya que muchas veces se utilizan fuera de los horarios laborales y los jefes esperan que el receptor esté siempre al pendiente de cualquier mensaje para contestar de inmediato. Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo menciona que el crecimiento vertiginoso y la necesidad de las nuevas tecnologías es causa de depresión y estrés. Esto incluye la necesidad de tener teléfonos y aparatos novedosos.

Esta "sobre digitalización" ha causado que un creciente número de personas busque formas de desintoxicarse y encontrar caminos más saludables y balanceados en el uso de tecnología y redes sociales. La propuesta es tener "descansos digitales" que eviten nuestra desconexión del mundo real. En resumen: la adicción y el tecnoestrés son el lado oscuro de las redes sociales.

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Escrito en: Claudia Rivera Marín

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