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Fin de una época

JULIO FAESLER

Llegó la más importante transmisión de poder de nuestros tiempos.

Pocas veces se ha presentado tanta interrogante sobre el futuro del país como ahora. En los tiempos del PRI las transmisiones eran claras, ya que cada nuevo Primer Mandatario continuaba con los compromisos que eran indispensables respetar para que funcionara con la mínima fricción posible la cadena de soportes recíprocos para que todos los del grupo en el poder tuviesen la oportunidad de gozar de las mieses de los puestos oficiales y así la Revolución les hacía justicia.

Durante el priato se decía que el problema más grande de un presidente era la selección de su sucesor. Aún con el cambio de partidos que aconteció en 2000 de Zedillo a Fox las bases de sustentación del aparato político no cambiaron tanto como para plantear peligros a los intereses de los actores económicos. El cambio de partido o de ideología dentro del marco liberal, con todo y las modalidades de la oposición triunfadora, no significó que dejaran de ser fundamentos de la vida social los principios marcados en la Constitución de 1917. El retorno del PRI al poder con Peña Nieto fue una notoria marcha atrás porque se restableció con un vigor mayor que nunca la libertad de entregarse a la corrupción más desmedida de la historia, solo comparable a la de los tiempos más exagerados de los primeros regímenes postrevolucionarios de los años treinta. El sexenio se cierra con un hecho de inusitada sumisión al condecorar con el Águila Azteca al yerno de Trump.

Hoy día vivimos momentos de gran inquietud, ya que el presidente entra montado en una plataforma fincada en el propósito de limpiar el aparato gubernamental en todos sus niveles y en toda la república deshaciendo estructuras e introduciendo otras, cambiando la Constitución para reencauzar a México hacia una nueva concepción de progreso basado en la moralidad.

La cuarta transformación del país del presidente López Obrador comenzó a realizarse desde el momento en que recibió constancia de mayoría. Las decisiones como la de algunos nombramientos anunciados confirman las intenciones, a veces tan lamentable como la designación del majadero de Paco Taibo II al Fondo de Cultura Económica.

López Obrador ha dedicado una buena parte de su tiempo a tranquilizar a los sectores empresariales asegurándoles que no tienen por qué temer daños a sus intereses que siempre identifican con los de la Patria. Los primeros en beneficiarse de la erradicación de la actual corrupción rampante a la que se compromete el nuevo gobierno serán propios empresarios. La mejor distribución del producto nacional y los programas de educación y capacitación popular acabarían con la violencia que es la otra lacra que se hereda de la administración priista.

El futuro, empero, sigue infundiendo muchos temores a una buena parte de las clases media mexicana con el anuncio, por ejemplo, de grandes recortes a los sueldos de la alta burocracia o despidos masivos que los acompañan abriendo huecos que no podrán compensarse con los ahorros o con la extirpación de la corrupción. Lo que más asusta son la caída de la bolsa mexicana de valores y la devaluación del peso.

Las expectativas de la nueva administración se han convertido en miedo. Al lado de los que prevén intervenciones dañinas a los negocios y otros abusos de poder que afecten el patrimonio personal, hay los que ven cambios perniciosos en la tal transformación como la sustitución del esquema político por un régimen totalitario y dictatorial que tense la relación del individuo con el Estado, afecte la propiedad privada, restrinja la libre empresa o instaure una crasa hegemonía del Estado. Se hacen comparaciones con el Sandinismo en Nicaragua o el sistema Bolivariano en Venezuela.

Aparejado a tales temores dicen que toda la estrategia de la "cuarta transformación" está anclada en las consultas populares. La fórmula de revocación de mandato es uno de sus frutos. Según esto, habrá un ejercicio de consulta sobre la aprobación o rechazo a la administración de AMLO y, que al obtenerse el previsible respaldo, se preguntaría si el pueblo desearía modificar la Constitución para así permitir la reelección presidencial.

¿Qué hacer ante la confusión con que arranca la presidencia de Andrés Manuel López Obrador? La interrogante irá resolviéndose conforme a que la ciudadanía reaccione con claridad a través de sus minorías parlamentarias, las organizaciones sociales, empresariales, profesionales, académicas y religiosas y su actuación política.

El reto en México es intenso, en todo igual al que enfrentan las sociedades en casi todos los países del mundo. Este es el signo de estos tiempos.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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