El odio ciega tanto, que daña hasta a los amigos.
"Odio" significa "antipatía y aversión hacia alguien cuyo mal se desea"; es un sentimiento de rechazo muy intenso e incontrolable. Genera perversidad porque ansía un mal banal marcado por una repulsión ilimitada. Apenas son necesarias dos gotas del más destilado odio para lograr verter millones de lágrimas. Busca hacer daño gratuitamente y disfrutar del perjuicio realizado. El odio es, de todas las pasiones, la más terrible; con ella pueden destruirse pueblos enteros, así como predicar y exaltar la violencia. Cuando se odia, se odia por lo que aquel es, no se busca poseer algo de esa persona, sino que todo cuanto tenga desaparezca. El odio tiene mucho de "ira arraigada".
Brota la furia, la pasión y el deseo de dañar mientras retrocede la razón. La polarización política está produciendo una escisión profunda y traumática en nuestra comunidad. Las expresiones de odio se han vuelto un referente cotidiano. El deseo de aniquilación del otro o el temor de ser aniquilado es la manifestación de un nuevo semblante del odio. De ahí el título de esta columna, tomado de la obra "A puerta cerrada" del filósofo francés Jean Paul Sartre, donde expresa la imposibilidad de la comunicación en la relación entre personas; la inexistencia de la alteridad; cuando en lugar de acuerdos racionales que superen lo diverso, se reduce demoniacamente al Otro y se le niega la trascendencia que exige su infinitud.
Cierto que las redes sociales han contribuido a mejorar los conocimientos sociales, pero ese efecto palidece frente a la irresistible atracción de la soberbia que se ha apoderado de muchas personas. Los rumores, habladurías y encendidos memes terminan por erigirse en prisiones de pasiones insanas; abren amplias puertas para la manipulación, el engaño, la intransigencia y una visión emocional que casi siempre se aleja de la realidad. Existe un componente irracional con decisiones viscerales que apelan a una pasión que jamás nos lleva al sano juicio.
Este año ha surgido grave odio entre mexicanos. Unos a favor, otros en contra del próximo gobierno. Esta estigmatización se ha extendido tanto que ya alcanzó niveles alarmantes; se critica y se burla de todo aquel que no piensa idéntico. El rencor se extiende hasta contra aquellos que reciben algún beneficio del contrario, aunque lo necesiten para subsistir. Tristemente el odio, como auténtico cáncer social, nos está carcomiendo el cerebro y el corazón; se crean caricaturas y videos ridículamente falsos donde hasta millonarios hacen, por ejemplo, a los migrantes. Esto demuestra la marcada desgracia que genera una cobardía de muchos escondidos en las redes sociales.
Circulan muchas falacias y falsedades en chismes y patrañas, empero el próximo presidente con sus Chimoltrufiadas genera más controversias y llena de odio a defensores y detractores de la justicia. Por un lado, ofrece perdonar a los corruptos: "borrón y cuenta nueva"; luego habla de consultarlo con el pueblo, como si desde la más remota antigüedad el saqueo al erario no estuviera prohibido y, en todas las normas morales, jurídicas y hasta sociales, castigado plenamente. ¿Tendremos que prender veladoras a la justicia americana y a la española para recuperar nuestra dañada dignidad? Eso arroja más leña y gasolina al fuego.
Surge frustración social cuando infinidad de ONG´s luchando por conseguir un cambio en la ética ciudadana, ven ignorado lo obtenido y se crean "pactos de impunidad". Quienes criticamos la fallida "Ley de Seguridad Interior", ahora vemos legalizada la acción militar repudiada. Que no olvide el presidente entrante que la inmensa mayoría de las organizaciones ciudadanas que hoy censuran esas políticas, son aquellas que le dieron millones de votos cuando, con sus acciones cívicas, criticaron y se manifestaron contra el PRI y el PAN por sus corruptelas y violaciones a los derechos humanos, llevando, consciente o inconscientemente, a los electores a decidirse por Morena.
También debe reconocer que no todos los medios de comunicación son "chayoteros"; existen honestos que sacaron a la luz las estafas maestras, orgías como la de Odebrecht y socavones; sin ellos, otros millones de votantes no lo hubiesen apoyado con sus sufragios. Aquí podemos aseverar que entre la frustración y el odio la división es un hilo más delgado que una telaraña.
¿Y a é odia el pueblo honesto? A políticos en general; a funcionarios sobornados y otros que desviaron miles de millones para lucimiento personal; así como comunicadores, banqueros y empresarios deshonestos, jamás saciados de rapiñar al erario, fisco y bienes nacionales. El castigo más odioso para ellos sería privarlos del producto de su depredación; parafraseando a Maquiavelo: "un ladrón perdona más a quien les mata un hijo que a quien les quita su patrimonio, aunque éste sea producto del despojo a otros" ¿Esos pueden ser perdonados? ¿Tampoco se investigará y en su caso se castigará a los que recibieron millones de dólares de los capos? Así la pobreza nunca terminará. Y que no extrañe a AMLO que los desamparados, por quienes dice luchar, empiecen a sentir su indiferencia; resentidos podrían odiarlo; quizá, hasta regrese el PRI. Véase el caso de Brasil: salió de la izquierda ineficiente y corrupta para caer en brazos de Bolsonaro-Trump.
En medio de "chayoteros" y "Chairos" está un pueblo que sufre. Recordemos lo mucho que se ha perdido cuando toda propuesta es rechazada por el grupo opositor sólo por no darle un triunfo político. Buenas iniciativas fenecieron de inanición y el único que perdió fue el pueblo. Es esencial inventar un nuevo diálogo vivo entre las diferencias, basado en experiencias positivas; que sea capaz de congeniar visiones diversas de la política en un solo sueño, compartiendo ideales y soluciones.
