Si conduce su automóvil en carretera de noche por un camino estrecho y se encuentra con un vehículo en contrasentido que no le concede el cambio de luces, la peor reacción que puede tener es echarle también las altas; pues, de hacerlo, entonces, en lugar de un conductor deslumbrado va a haber dos y la posibilidad de que se produzca un percance de gravedad se multiplica. En tal situación lo más prudente es disminuir la velocidad, concentrar la vista en la línea del acotamiento y dejar que pase de largo el conductor imprudente del otro carril.
Me preocupan mucho las acciones y decisiones de quien en una semana será, al fin, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Pero, quizás me angustien más quienes sienten que sus intereses están en riesgo porque sus reacciones han mostrado ser, también, carentes de toda prudencia. Y si algo me ha quedado claro durante la transición es que a Andrés Manuel López Obrador no le preocupa chocar ni siquiera contra sus propios seguidores. Luego, entonces, lo que toca es intentar que el impacto, en caso de producirse, sea el menor posible.
Sucedió en campaña y también ha ocurrido durante estos meses de mandato de facto, a AMLO las críticas, los gritos, las calumnias, los insultos, etcétera, en lugar de amedrentarlo lo fortalecen y envalentonan. Es un tipo con una capacidad enorme para absorber los golpes, porque está convencido, como pocos, de que pasará a los libros de historia como un héroe. Y eso lo hace sumamente peligroso, no sólo, como aseguran sus seguidores, para la "mafia del poder" y sus intereses; sino para México.
Pero, no, no estoy recreando la vieja campaña anti-López Obrador; porque el riesgo, insisto, no está sólo en él sino también en quienes vienen en el sentido contrario y no terminan por comprenderlo. No se dan cuenta que, si tiemblan los mercados y se van los inversionistas, porque reaccionaron a una expresión del presidente electo, éste es íntimamente feliz porque se da cuenta del poder real que tiene. Es evidente que lo que Andrés Manuel ha hecho durante la transición es experimentar hasta dónde es capaz de, él sólo, mover las cosas.
Esa es la razón por la que su oposición debería de dejar de tener las reacciones obvias y tendría que comenzar a pensar en respuestas más mesuradas e inteligentes, capaces de demostrarle a AMLO que es falso que tenga todo el poder. Sin embargo, soy poco optimista al respecto. Por lo que alcanzo a observar quienes adversan a López Obrador están en la tarea de demostrar a los que votaron por el Peje que estaban equivocados, sin darse cuenta de que, de esa manera, juegan al juego que el presidente electo diseñó para ellos.
Se viene, entonces, un grave encontronazo, para desgracia de México.
