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El legado de EPN

Jaque Mate

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Sergio Sarmiento

Deja el mando con una aprobación muy baja, la más reducida de un presidente mexicano desde que hay encuestas. Quizá con sus reformas su legado permanezca.

Enrique Peña Nieto no cumplió con las expectativas que generó como candidato. Ningún presidente lo ha hecho. Sin embargo, no deja a la nación en bancarrota. Su sucesor, Andrés Manuel López Obrador, recibe un país sin una de esas crisis económicas que tanto han pesado en otros procesos de sucesión.

La economía mexicana nunca alcanzó el crecimiento de 6 por ciento que Peña Nieto prometió en campaña, tampoco lo consiguieron Felipe Calderón o Vicente Fox. El Producto Interno Bruto está creciendo 2 por ciento anual. No es lo que México necesita pero, dista de los desastres de los últimos años en otros países de América Latina, como Brasil, Argentina y, sobre todo, Venezuela. La inflación en México es de 4.5 por ciento anual, bastante más que el 3 por ciento que llegamos a tener en este mismo sexenio, pero mucho menos que el 40 por ciento de Argentina o el millón al año de Venezuela.

Uno de los grandes fracasos de Peña Nieto radica en la inseguridad. En los primeros años el presidente se vanaglorió de una baja en el número de homicidios, particularmente en 2015 y 2016, pero en 2017 se registró la mayor cifra de las décadas recientes, 31 mil 174, lo que llevó la tasa ponderada a 25 por cada 100 mil habitantes, una de las más altas del mundo. Los homicidios son un termómetro útil para medir el problema, su registro no requiere de denuncia en una sociedad que cada vez se resiste más a recurrir a sus autoridades; otros delitos, particularmente los robos, se han generalizado.

La corrupción también ha afectado al gobierno de Enrique Peña Nieto. Su partido, el PRI, se ha visto manchado por el ostentoso enriquecimiento de gobernadores como Andrés Granier, de Tabasco; Javier Duarte, de Veracruz; César Duarte, de Chihuahua, o Roberto Borge, de Quintana Roo. A Peña Nieto, en lo personal, le afectó la compra de una lujosa residencia, la Casa Blanca, por parte de su esposa, Angélica Rivera, hecha a un contratista gubernamental: Grupo Higa. Es difícil saber, sin embargo, si la corrupción ha crecido o si estamos viendo una mayor eficacia en la lucha contra los corruptos. No hay estadísticas fiables en materia de corruptelas, porque quienes cometen estos actos no los reportan, pero los gobernadores y funcionarios de antaño solían terminar sus gestiones tanto o más ricos que los actuales. Lo que sí ha cambiado es en el número de exgobernadores en la cárcel o en procesos penales. Nunca antes hubo tantos.

El principal legado de Peña Nieto son las reformas estructurales. Fueron cuando menos 13 y se lograron después de un inusitado Pacto por México entre su partido, el PRI, y las dos principales fuerzas de oposición a principios de su gobierno, el PAN y el PRD. Fuera de la reforma educativa, el nuevo gobierno de López Obrador ha decidido dejar en su lugar las demás. Hay conciencia de que eliminarlas tendría un costo económico enorme para el país.

Termina un sexenio intenso y controvertido. Peña Nieto nunca fue un presidente querido, pero cuando menos se le consideró eficiente en un momento en que se pensaba que los priistas sí sabían gobernar. Deja el mando con una aprobación muy baja, la más reducida de un presidente mexicano desde que hay encuestas. Quizá con sus reformas su legado permanezca, como ha permanecido el de Carlos Salinas de Gortari, otro ex presidente impopular, cuyo Tratado de Libre Comercio y otras reformas se mantienen desde hace décadas.

Twitter: @SergioSarmiento

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