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El show de “El Chapo”

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
“Ejercer el poder corrompe, someterse al poder degrada”. — Mijaíl Bakunin

Además de anticipar el destape de una cloaca que alberga suciedad al más alto nivel, el juicio de Joaquín “El Chapo” Guzmán será lo más parecido a un reality show con insospechados niveles de audiencia.

Eso lo sabe y quizás hasta lo esté disfrutando “El Chapo”, quien además de narcotraficante rivaliza con el publicista más avezado del mundo a la hora de construir su propia leyenda. De bote pronto y para abrir boca, en el primer capítulo del juicio la defensa de Guzmán Loaera acusó a Felipe Calderón y a Enrique Peña Nieto de haber recibido sobornos del Cártel de Sinaloa. Ahí nomás.

Aunque dichas acusaciones disten de ser creíbles, sí ponen de manifiesto que el proceso será un circo mediático. Quizá hasta en una de esas termina involucrando a más de un personaje de la vida nacional

Pero antes de El Chapo y su estridencia, existió otro capo que alcanzó niveles míticos. A principios de los ochenta Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante más célebre de todos los tiempos, era un virtual desconocido no solamente a nivel internacional sino dentro de Colombia. Sin embargo, para aquél entonces su organización criminal ya controlaba buena parte de la distribución de cocaína hacia Estados Unidos y otros países.

En algunos círculos, Escobar era motivo de comentarios y cotilleo por el fastuoso e inexplicable tren de vida que llevó. Llamaba la atención su Hacienda Nápoles, un predio de casi 3 mil hectáreas que albergaba, entre otras cosas, un zoológico con 200 especies animales como jirafas, elefantes, hipopótamos, leones, cebras y avestruces.

La estrella de Pablo Escobar cambió cuando Virginia Vallejo, la presentadora de radio y televisión más prominente de aquél país y actualmente exiliada en Miami, decide entrevistarlo. Las cámaras de Vallejo quisieron proyectar a Escobar como filántropo, una especie de Robin Hood que trasladó a diez mil personas desde el basurero de Moravia a viviendas dignas.

Poco antes, hacia 1982, Escobar logra ser elegido diputado suplente del parlamento antioqueño Jairo Ortega en el Congreso de la República, pero fue sin duda el haber aparecido en horario estelar lo que lo lanzaría a la estratósfera de la fama.

Escobar, discreto y retraído pero dueño de una portentosa inteligencia, comienza a sentir atracción por la publicidad y las cámaras. Ahí, con la entrevista a Vallejo, emprende la ruta de la notoriedad sin retorno que años después lo colocó en el ojo de las autoridades internacionales. Pablo Escobar pasó de congresista y narcotraficante a convertirse en el hombre más buscado del mundo en parte gracias a su tardío pero intenso afán de fama.

Salvadas las comparaciones, lo mismo ocurre con Joaquín “El Chapo” Guzmán, cuya afección a la publicidad en parte contribuyó a que hoy esté detenido y enfrentando un proceso judicial en Estados Unidos. Tras su primera escapatoria del Penal del Altiplano, el Chapo mantuvo bajo perfil y vivió a salto de mata en la sierra de Sinaloa hasta que, como ocurre con muchos delincuentes, se cansó de que otros contaran su historia.

Guzmán Loera decide contactar a la actriz Kate del Castillo tras haberla visto en La Reina del Sur. Del Castillo había llamado la atención del narcotraficante desde que afirmó públicamente que confiaba más en “El Chapo” que en el gobierno de su país y llegó al extremo de escribirle una carta animándolo a regresar al camino del bien y la justicia.

Como es bien sabido, el actor Sean Penn aprovechó los contactos de la actriz mexicana y consiguió vender la exclusiva con Guzmán Loaera a la revista Rolling Stone, quien en 2016 publicó la entrevista que puso en ridículo al Gobierno mexicano pues resultaba inaudito que con múltiples gobiernos e instancias de seguridad buscándolo, haya sido más fácil para dos miembros de la farándula dar con el paradero del poderoso narcotraficante.

Más allá de rumores, medias verdades y lo que pudiera salir a la luz durante el juicio, me queda claro que la televisión ha sido fundamental a la hora de proyectar y ensalzar a los narcotraficantes como parte del paisaje cotidiano. También nosotros, como consumidores de dichos contenidos, ponemos nuestro granito de arena para que en muchos sentidos y dentro de ciertos estratos, la figura y estilo de vida del narco sean un camino aspiracional y referencia para algunos.

Queda claro que el propio afán de notoriedad de ciertos narcotraficantes ha labrado su camino a la perdición. Ahí están los casos de Pablo Escobar Gaviria y Joaquín El Chapo Guzmán para muestra de que la vanidad es mala consejera…

Twitter @patoloquasto

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Escrito en: sin lugar a dudas

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