La marcha tiene un grado de importancia en términos de equilibrio de poder político y social. Si bien la representación numérica no fue alta, sí llega a ser una representación de una oposición necesaria al poder político oficial. Una oposición cívica que se manifestó aparentemente sin el patrocinio de los mermados partidos políticos, y sin la presencia de los liderazgos del sector económico alzado como oposición.
Hasta el presidente con el mayor número de votos en la historia de México necesita estar atento a las demandas democráticas de los que no votaron por él. Error muy grave será pensar que su proyecto político recibirá la misma cantidad de votos dentro de seis años. El desgaste y el distanciamiento es parte de las dinámicas políticas de quien resulta elegido. La reducida marcha del domingo podría ir en aumento en la medida que el sexenio avance y se enfrenten las dificultades cotidianas de encabezar el gobierno de un país en estado de democracia débil y con una fuerte crisis en el respeto a los derechos humanos.
La marcha en cierto sentido reivindica el derecho al disenso y a la manifestación colectiva de las ideas. Al contrario de otras manifestaciones como las que defienden un modelo único de familia o se pronuncian abiertamente en contra los derechos civiles y políticos del sector LGBT+, la causa que reivindicó la población que salió a manifestarse el domingo, en principio, no atentó contra los derechos de nadie. Más aun, una de las demandas es que las consultas no se realicen "a modo", es decir, que tengan elementos de legitimidad. De darse ese paso, se fortalecería el ejercicio democrático que representa toda consulta. Sin embargo, AMLO anunció una consulta más para continuar con los festejos de su triunfo antes de tomar posesión.
La protesta era fundamentalmente legítima porque la consulta se realizó con los estándares mínimos institucionales. Si bien la consulta operó más como un instrumento o acto político, es importante el mensaje, político también, que se le manda al próximo titular del ejecutivo federal: hay un sector de la sociedad crítico con su gestión que no tolerará que un gobierno en funciones realice ese tipo de prácticas. No es un escenario nuevo para el tabasqueño, ya que en su gestión de la Ciudad de México no faltaron quien lo cuestionara en medio de altos índices de aprobación.
Mensajes de que se puede ir a peor. Por un lado, quienes están a favor de la cancelación del aeropuerto en Texcoco desde que se anunció la convocatoria a la marcha provocaron un movimiento de burla a "la marcha fifí". Las burlas expresaron, entre otras cosas, triunfalismo y desdén. Formas poco democráticas de administrar una victoria tan importante como la del primero de julio. Por otro lado, algunos participantes de la marcha utilizaron mensajes con claras muestras del clasismo imperante en México y de la consecuente aporofobia que aumenta sus expresiones con la presencia de la caravana de personas centroamericanas en tránsito por el territorio nacional.
Como sucede mayormente en las primeras fases de la conflictividad, los sectores que participan en la disputa se acusan mutuamente de haber provocado la confrontación. Desde el próximo gobierno y sus simpatizantes se acusa a los gobiernos de Fox (por la instrumentalización del desafuero) y a Calderón (por la campaña de miedo en 2006) de la actual polarización. Desde diferentes frentes opositores se acusa al propio presidente electo de atizar la crispación social.
La marcha del domingo, y su entorno, expresa un problema estructural de distribución de la riqueza en México y manda un mensaje claro: la desigualdad económica, materializada en la mitad de la población empobrecida y una minoría privilegiada, cuando es utilizada para la confrontación política puede conducir a un escenario de más violencia y de mayor vulneración de los derechos humanos. Parecía difícil estar peor, pero ya hay mensajes de que se puede.
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