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Don Ramón

Diálogo

YAMIL DARWICH

El 28 de octubre murió Don Ramón Iriarte Maisterrena, otro de los laguneros de cepa que ayudó a la creación del emporio que fue La Comarca Lagunera. Tristemente escribo que nos quedan pocos de esos viejos orquestadores del éxito de la región.

Él se declaraba lagunero, a pesar de haber nacido en Tepic, Nayarit, hace 84 años, siendo traído a la región por sus padres - Ramón Iriarte Enecoiz y Consuelo Maisterrena - ambos emigrados de la Península Ibérica, cuando apenas contaba con 1 año de edad; de ahí su identificación con esta tierra.

Yo, desgraciadamente traté a Don Ramón ya tarde en mi vida; sorprendiéndome desde el primer encuentro por su humildad, a pesar del señor que era y por su sencillez de trato. Luego, con el tiempo de conocerlo y hablar con el, aprendí de su visión del mundo y la manera de hacer que las cosas pasaran. "Échele ganas, va a ver que sí se puede", una de las frases con las que me motivó, siendo yo un trabajador universitario.

Recuerdo su hablar, siempre sencillo, coloquial y muy respetuoso; ni una palabra más de las necesarias y jamás expresándose negativamente de terceras personas.

Cuantas veces lo visitaba, me llevaba una grata experiencia y alguna especial recomendación, fuera como profesor, médico o ciudadano y tampoco se negaba a peticiones de ayuda para instituciones de la región. Muchos buscaban su apoyo y casi siempre lo conseguían.

Siempre apoyó los proyectos de la Universidad Autónoma de la Laguna, reconociendo en ella el esfuerzo de laguneros y la importancia de la educación para los regionales; y bien que sabía de su importancia, cuando lo aprendió en carne propia, al ser regresado a la región, contando los 18 años de edad, desde el internado en que estudiaba en Los Ángeles, California, por la muerte de su padre y la necesidad de tomar las riendas del negocio. Empezaba así su labor para engrandecer a la región.

Verlo de frente y descubrir su mirada, mezcla de inteligencia, cuestionamiento y hasta picardía alegre por la vida, impulsaba a su interlocutor a apoyarlo en sus proyectos y así, un día me citó en su oficina para invitarme a una de sus labores sociales: continuar participando en el Consejo de la Cruz Roja; era tal su influjo, que resultaba imposible negarse a sus peticiones.

Pronto, su esfuerzo de trabajo inteligente dio más frutos, transformándose en reconocido ganadero y empresario agropecuario, dando especial impulso a la empresa Lala, que presidió atinadamente y en la que, además, promovió el deporte, creando el ahora conocido como Maratón Internacional Lala, corriéndose por primera vez el domingo 19 de abril de 1989, tradición que coronó con "El Grito del Triunfo", escultura frente a la meta de la carrera.

La robustez de su espíritu siempre le ayudó a enfrentar los problemas de la vida, aún los más dolorosos, como la pérdida de seres queridos y nunca se quebrantó su espíritu.

Con el tiempo incursionó en el campo del comercio, hotelería y servicios; de nuevo dio la nota, construyendo plazas comerciales y promoviendo el desarrollo en distintas zonas de Torreón y Gómez Palacio.

Tampoco la cultura quedó fuera de sus esfuerzos y entre otras obras creó el Museo de la Revolución, que ahora queda como un testimonio más de su consciencia filantrópica y del que existe una interesante anécdota:

En pláticas con el entonces Gobernador de Coahuila, supo del interes que éste tenía por crear en Saltillo un museo para conmemorar la Revolución Mexicana y aprovechando el momento más conveniente, Don Ramón lo felicitó por su propósito de promover la cultura del Estado, pidiéndole - picarescamente como solo él lo sabía hacer - reciprocidad para La Laguna, dónde el deseaba ayudar a construir el "Museo del Sarape".

• ¡Pero Don Ramón!, si el sarape es algo muy representativo de Saltillo, le contestó el político.

Así es, le respondió Don Ramón, pero si aquí se puede hacer el museo de la Revolución, - estaban en la capital peronera - nosotros podemos crear el Museo del Sarape.

También le ofreció donar una de las casas más representativas de Torreón, para construir ahí un museo más, a cambio de que el Estado aportara los recursos para pagar la remodelación y acondicionamiento.

El gobernador reconoció la lógica de Don Ramón y aceptó, naciendo así, para la divulgación de la cultura en La Laguna: el Museo de la Revolución.

No escribo "descanse en paz", porque tengo la plena confianza de que ya anda por allá, en el cielo, organizando alguna actividad productiva y también creó que, seguramente, estará "echando una miradita" a su muy querida Comarca Lagunera.

Le pido no olvidar el espíritu solidario y subsidiario que nos heredó y tratemos de imitarlo, en la medida de nuestras posibilidades. ¿Acepta?

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