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Energía y medio ambiente

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

En la década de los setentas, había el temor de que se presentara una abrupta disminución en la disponibilidad de los combustibles fósiles y en menor grado, también se hacía notar, desde entonces, como parte de la contaminación del aire producida por la combustión de dichos combustibles, la emisión de gases de efecto de invernadero principalmente el dióxido de carbono. No obstante, la gran preocupación se presentaba en la escasez del petróleo y el gas, y en el crecimiento exponencial de la población que amenazaba no sólo con agravar la supuesta crisis energética, sino también la de la alimentación humana.

Quienes pensaban así, fueron etiquetados como "neo maltusianos" en recuerdo del investigador inglés Thomas Robert Malthus que en 1798 había pronosticado una hambruna basado en el argumento de que el crecimiento de la población humana crecía geométricamente mientras que la producción de alimentos lo hacía aritméticamente. Teoría que no se cumplió evidentemente.

Los neo maltusianos de la década de los setenta planteaban que debían diversificarse las fuentes de energía con el propósito de alargar la disponibilidad de los combustibles fósiles y disminuir la contaminación ambiental. Se incluía en la propuesta la energía hidroeléctrica, la energía de biomasa proveniente de desechos de madera, entre otras. Aunque esto último era tangencial en el modelo que proponían, resultaba interesante y a la vez influyente, la idea que alimentó la conciencia de que toda nuestra vida social reposa en la energía, de la cual nos hemos hecho dependientes, y de que ahora mismo tenemos los mismos retos, aunque en un contexto diferente. Los pronósticos neo maltusianos no dieron las respuestas que se esperaban debido, principalmente al descubrimiento de nuevas reservas de combustibles, a la producción industrial de alimentos, así como al avance sin precedentes en la tecnología médica, no obstante, el umbral temporal de su modelo se extiende hasta la mitad del siglo XXI, de manera que el tiempo sigue corriendo, aunque hayan cambiado la magnitud de las premisas.

Ahora se pondera más la contaminación ambiental generada por la quema de combustibles fósiles, especialmente la emisión de gases de efecto de invernadero que abona al problema del cambio climático global, así como a la reducción de la brecha entre países ricos y pobres y a la reducción de la pobreza en éstos últimos. Por lo menos esto es parte de lo que se piensa cuando se habla de sustentabilidad.

Se tiene que aceptar que la prosperidad de la población humana seguirá reposando, por un tiempo, en los combustibles fósiles. No obstante, también se debe aceptar el hecho de que su producción se encuentra en su punto máximo y que desde ahí empezará la caída. De esto ya se han percatado los economistas y por ende los poderosos jeques petroleros. Y en la inercia de su pensamiento, no tienen otra manera ver las cosas, su visión está metida en un túnel, le apuestan a un reemplazo que está lleno de incertidumbre: la fracturación hidráulica o fracking.

La doctora Mary Odum Logan, hija del eminente ecólogo norteamericano Howard T. Odum, reconocido por sus aportaciones en los flujos de energía en ecosistemas, relata así uno de sus recuerdos de su padre: "En los años 60, escuchaba charlas durante la cena sobre los problemas de energía y ecología que actualmente presenciamos. Mi padre se sorprendería de que hoy los gobiernos promueven el aprovechamiento de las arenas de petróleo (conocidas como arenas bituminosas) y el gas de esquisto (gas shale) como estrategias de rescate, una idea que desechó desde los años setenta. La explotación de los depósitos de petróleo, se relaciona con un elevado consumo de energía, que destruye los ecosistemas, drena los acuíferos y aumenta el calentamiento global."

Tenemos que cambiar la manera convencional de enfrentar el reto del porvenir energético y otorgar la misma oportunidad de desarrollo a las energías renovables como estrategias de rescate limpias, no contaminantes como el petróleo y gas shale.

El actual contexto de disipación y desperdicio, caracterizado también por la pérdida de sus recursos forestales, pesquerías colapsadas, erosión de suelos, generación de gases de efecto de invernadero, contaminación por basuras de todo tipo, incluyendo toxinas, pide a gritos aumentar la eficiencia energética y la generación de energías limpias como verdadera alternativa de rescate.

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