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Misión imposible

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

A los mexicanos nos encanta utilizar etiquetas, sobre todo, si fueron creadas en otros lugares. Hablamos con total facilidad y descuido de "sociedad del conocimiento", "millennials", "cuarta revolución industrial", "ideología de género", etc., sin comprender bien a bien su significado ni sus implicaciones. Usamos las etiquetas para explicar la realidad porque nos evitan el fastidioso trámite de pensar y de, en ese intento, descubrir que nada se presenta en blanco y negro, sino con múltiples tonalidades.

Las generalizaciones entrañan injusticias, pero su aplicación es necesaria como punto de partida, como primer enfoque que se hace de un análisis que deberá ir revelando las brechas existentes entre lo afirmado en términos generales y cada caso particular. En ese sentido, lo que voy a decir a continuación refiere a la generalidad y, por tanto, le queda grande a la realidad particular de los grupos humanos señalados.

La mayor parte de las personas en México sólo puede distinguir como capital a la riqueza monetaria, todo lo demás que lleva ese título (capital humano, intelectual, relacional, etc.) lo utilizan como etiqueta, pero no lo valoran y, en ocasiones, ni siquiera lo pueden distinguir. En términos generales, si no observan en una relación causal directa cómo el capital intelectual, por ejemplo, se convierte en dinero, entonces, pasan de largo. Eso da una primacía al capital monetario pues, para quien así lo vive, es el único capital "real", el resto de los "capitales" existen sólo de manera metafórica.

El capital monetario manda y, quienes no lo tengan, deben obedecer. Incluso en los pocos casos en que se reconoce en otros la posesión de intelecto o relaciones, lo valioso es su capacidad para ponerlo al servicio de los intereses económicos, de lo contrario, no merecen recibir atención alguna. Tal vez, esas posturas, sean muy útiles -realmente lo dudo- en el mundo de los negocios en el que, el fin último, es la generación de riqueza económica. Pero es un lastre enorme cuando se trata de organizar la participación de la ciudadanía.

Es común que las organizaciones de la sociedad civil formadas por personas que tienen capital económico traten a los miembros de organizaciones formadas por otros capitales como sus empleados. Pero, también, es que esas otras OSC cuyo capital es el intelectual o relacional, observen con recelo a quienes tienen el dinero y sus intenciones a las que, rara vez, reconocen como válidas. Superar esos prejuicios me parece indispensable para poder trabajar en verdadera unidad en la construcción de una mejor democracia. Pero ¿seremos capaces de hacerlo? En este punto de la historia me parece una misión imposible.

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