EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

Lucha de gigantes

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Estados Unidos quiere frenar, a como dé lugar, el ascenso de China a la cúspide de la economía mundial. Todas las doctrinas de la era Trump apuntan a ello. La potencia asiática milenaria es en el siglo XXI el principal desafío de la joven potencia americana. No se trata de la Guerra Fría de la centuria pasada, en la que dos sistemas sociopolíticos y económicos, el capitalismo liderado por Estados Unidos y el socialismo encabezado por la Unión Soviética, se enfrentaron durante casi cinco décadas hasta la caída del segundo bloque. Hoy la guerra se libra dentro del capitalismo global, con dos visiones distintas: la occidental, en donde el Estado funge sólo como organismo regulador del mercado, y la oriental, en la que el Estado dirige la economía y las fuerzas del mercado.

Durante 40 años, China ha ido expandiendo su economía en niveles superiores a los de cualquier potencia liberal hasta llegar a rivalizar hoy con Estados Unidos. Después de dos siglos de hegemonía occidental, el motor del crecimiento mundial vuelve a estar en Asia. Pero China también ha logrado enormes avances en los sectores tecnológico, financiero y militar, y bajo el liderazgo de Xi Jinping desde 2013 ha comenzado un ambicioso proyecto de inversión global bajo el nombre de "Nueva Ruta de la Seda", algo que ha sido visto por algunos analistas como una especie de "Plan Marshall" chino que, tras la guerra mundial contra el terrorismo y la gran recesión de 2008, dará al gigante asiático la hegemonía global, como Estados Unidos la obtuvo después de la gran depresión de 1929 y la Segunda Guerra Mundial.

Por eso, la presidencia de Donald Trump puede entenderse como la última reacción del gigante americano para frenar a su par oriental, a pesar de la interdependencia que guardan sus economías en un modelo de globalización que el magnate-mandatario quiere desmantelar porque cree que hoy beneficia más a su rival. Si Estados Unidos venció a la Unión Soviética en el siglo XX gracias a la alianza neoliberal globalizadora y multilateral con Reino Unido y Europa Occidental, que forjó el orden mundial del cambio de milenio, en el siglo XXI intenta doblegar a China valiéndose del proteccionismo, el nacionalismo y el unilateralismo. El "primero América" puede leerse como un "solamente América".

El indicador que más inquieta a Estados Unidos es el económico. Mientras el crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) de la potencia americana en los últimos 17 años apenas ha rebasado el 3 % en su mejor nivel, el de la potencia asiática no ha bajado del 6.5 % con picos de hasta 14.2 %. Esto ha hecho que mientras el valor nominal del PIB chino se ha multiplicado por 14 en ese lapso, el estadounidense apenas si se ha duplicado, lo que ha permitido que el primero represente ya el 70 % del segundo, una proporción nunca vista entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Pero si se mide el PIB a valores de paridad de poder adquisitivo, desde 2014 la economía china es más grande que la norteamericana. Y esto lo ha conseguido Pekín a través de un fuerte control interno del mercado laboral y una campaña intensiva de industrialización, primero, y más recientemente con el desarrollo de capacidades tecnológicas y de innovación.

El punto débil de China frente a Estados Unidos son sus niveles de bienestar e ingreso per cápita, que si bien han crecido considerablemente en los últimos lustros, aún están lejos de los indicadores de la Unión Americana. No obstante, hay quienes ven en este punto una divergencia paradigmática entre los dos modelos de crecimiento. Como para China -y también para el mundo- sería muy complicado alcanzar el nivel de capacidad de consumo occidental para sus 1,300 millones de habitantes, la apuesta va más por mejorar las condiciones de vida de los más pobres, que incrementar exponencialmente la riqueza individual, lo que implica moderar las expectativas de consumo y fomentar hábitos menos dispendiosos. Es la inversión de la fórmula económica occidental: "mucho para relativamente pocos", contra "no tanto, pero para relativamente muchos".

En ese camino, la gran fortaleza de China ha sido el comercio, al grado de que hoy es el país con el que más negocia el resto del mundo; antes lo era Estados Unidos. Y particularmente ahora, la potencia asiática está aprovechando esa relación comercial para desplegar su influencia por todo el orbe, ofreciendo cuatro cosas, principalmente: inversión en infraestructuras, financiamiento casi sin condiciones, bienes de diversa calidad a bajo costo y un enorme mercado para los productos de sus socios. En eso consiste la "Nueva Ruta de la Seda", una oferta tentadora, sobre todo con el repliegue estadounidense, que ha sumado ya a casi 80 países de los cinco continentes. La apuesta china, a diferencia de la que en su momento planteó Estados Unidos, se basa en el principio de no intervención y se traduce en no exigir a sus socios la adhesión a ninguna ideología política en particular. Pekín lo mismo comercia con regímenes tachados de autoritarios por Occidente que con gobiernos democráticos de corte liberal. Y hasta el momento, la estrategia le ha funcionado.

Un aspecto polémico son las diferencias políticas entre la Unión Americana y China. No son pocos los que ponen en duda la fortaleza del gigante oriental y su capacidad para alcanzar la hegemonía debido a su sistema político centralizado y su forma de gobierno autocrática y unipartidista. Es decir, lo contrario al modelo occidental. No obstante, también hay quienes ven en este punto una ventaja en vez de una debilidad, ya que el férreo control que ejerce el partido le permite al gobierno avanzar en sus objetivos de mediano y largo plazo con una oposición bastante manejable. Algo que no ocurre en la Unión Europea y Estados Unidos, en donde el liberalismo social y político se ha convertido en una especie de Caballo de Troya que ha puesto en jaque los propios cimientos de la democracia, con los lastres que eso conlleva y el cortoplacismo que aqueja a los gobiernos cada vez más inestables. A esto hay que agregar el creciente descontento social -sobre todo por temas raciales y de género-, el enorme desafío de la migración y el nuevo auge de la ultraderecha nacionalista.

En el plano militar, si bien Estados Unidos posee aún las fuerzas armadas más poderosas del orbe, la brecha con sus dos principales competidores se ha acortado, más que nada en el aspecto tecnológico. Tras la Unión Americana, China ejerce el segundo presupuesto de defensa más grande, lo que le ha servido para poner a punto sus tropas. La diferencia en el gasto sigue siendo considerable, pero se debe tomar en cuenta que alrededor de la mitad de lo que ejerce el gobierno norteamericano en defensa se va en mantener el amplio despliegue de sus fuerzas en todos los mares y continentes que, contrario al ejército chino, cuentan con amplia experiencia en combate. Para contrarrestar esta desventaja estratégica, el presidente Xi Jinping ha forjado una poderosa alianza con su par ruso Vladímir Putin que va desde lo económico hasta lo militar, pasando por lo político. Además, Rusia cuenta con el mayor número de ojivas nucleares en el mundo, por encima de Estados Unidos, un factor disuasivo de gran relevancia.

Dentro de este contexto deben leerse los embates ensayados por Trump en política exterior: la guerra comercial, el golpeteo al multilateralismo, las advertencias a terceros países, la injerencia en Oriente Medio y la península de Corea, el patrullaje del Mar de China Meridional, las sanciones por la compra de armas rusas y las acusaciones al régimen comunista de intervencionismo y ciberataques. El destinatario final de todo esto es Pekín, quien ya ha reaccionado ya con réplicas y lo que muchos consideran su as bajo la manga: comerciar petróleo, gas y otras materias primas en yuanes y no en dólares. Las dos preguntas que rodean a esta lucha de gigantes son: ¿podrá China relevar a Estados Unidos en la hegemonía global? Y, de darse ese relevo, ¿será pacífico o supondrá un enfrentamiento bélico directo o indirecto? Una tercera interrogante que nos interesa particularmente a nosotros es: ¿dónde estará México parado cuando eso ocurra?

Twitter: @Artgonzaga

Correo-e: [email protected]

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Editorial Periférico

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1504202

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx