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Un viaje a la velocidad de la luz

La empresa Tesla supera las expectativas de tecnología y velocidad

Tecnología. La velocidad no es un problema y tampoco la elegancia en el manejo. (ARCHIVO)

Tecnología. La velocidad no es un problema y tampoco la elegancia en el manejo. (ARCHIVO)

AGENCIAS

Algunos de los prejuicios más arraigados contra los automóviles de propulsión totalmente eléctrica se basan en lo impráctico que resultarían para viajar grandes distancias. Los medios especializados han dado nombre al estado mental que deriva de esta apreciación: range anxiety, la cual se caracteriza por el miedo de que el vehículo se quede sin energía a medio camino, dejando a su ocupante a merced de los peligros del camino esperando a que una grúa lo rescate. Sin embargo, hemos comprobado con hechos que con un poco de prudencia, esto no sucederá.

Buscando esclarecer si dichos miedos son reales o infundados, Tesla facilitó un ejemplar de su emblemático Model S en su versión P100D para realizar esta travesía, recorriendo caminos desde la capital de la República Mexicana a la capital del estado norteamericano de Kentucky. El reto: Ir y volver en el lapso de una semana, con un único conductor al volante del Model S.

Los resultados, hallazgos y estrategias son materia interesante para asomarnos a lo que puede ser el futuro de la movilidad sobre ruedas. Futuro que en el caso de Tesla es ya presente. Tangible, operativo y real.

Bitácora de viaje. Nuestra travesía inicia en las instalaciones de Tesla en Polanco, con unidad a carga completa, al caer la noche. Salimos rumbo a Querétaro, con el objetivo de pernoctar en San Luis Potosí. Entender que un Tesla opera en otro orden de criterios, es decir, poco. Funciones del vehículo como apertura de las cajuelas, frontal y posterior, se operan tocando directamente los controles, como alternativa también con la llave, o bien, desde el celular con un app, ésta abre las puertas, enfría la cabina y reporta el nivel de carga, además de mover el vehículo para maniobrar desde fuera al estacionarse en lugares estrechos.

Conducir la unidad requiere una capacitación relámpago para comprender cómo opera, qué modalidades posee y cómo controlar las funciones complementarias que habitan el Model S. La unidad de prueba tiene un precio, con las opciones de equipamiento instaladas, de 144 mil dólares, al tipo de cambio actual son más de 2 .7 millones de pesos. Por ese precio su conductor puede conectar la unidad a cualquier punto de la red de cargadores del fabricante sin necesidad de hacer pagos adicionales.

La estrategia más práctica para un recorrido largo es brincar de Supercharger a Supercharger, con cargas parciales cuya duración está determinada por las computadoras del vehículo, pues no se requiere rellenar a tope la batería en cada recarga. Poco más o menos, un tramo carretero de 11 horas de conducción requiere una carga a media mañana de 30 minutos, otra carga por la tarde de 45 minutos y una parada más de unos 20 adicionales, para llegar al hotel.

Pero ojo: un error de principiante para quien planea un recorrido largo como el de esta prueba es reservar los hoteles sin considerar la disponibilidad de cargador nocturno. Y es que hay varias formas de energizar las baterías del vehículo: la opción estelar es la estación de Supercharger, también pueden usarse cargadores de estancia larga que usualmente se pueden ver en centros comerciales y hoteles, e inclusive el Tesla puede tomar energía por medio de una extensión conectada a una toma doméstica. Una carga completa desde 1% en un Supercharger toma poco menos de 50 minutos, mientras que hacer esto en los cargadores de estancia larga requiere varias horas. Conectarse a una toma doméstica 110 voltios no resulta práctico para un viaje, pues toma demasiadas horas para un viajero con prisa. La computadora a bordo puede ayudarnos a ubicar cargadores alternativos, pero lo más práctico es planificar la ruta para brincar de supercargador a supercargador.

Para compensar este consumo inesperado, unos 50 minutos antes de llegar a Laredo el auto nos advierte no sobrepasar 90 kilómetros por hora durante ese último tramo, táctica que nos permitió llegar al punto de carga de Laredo con un 5% de reserva, y que no fue difícil de mantener debido al tráfico de transporte pesado que circula a ese ritmo. Al llegar al Supercharger en Laredo el vehículo pronosticó unos 45 minutos para cargar, pero ante la ausencia de otros usuarios Tesla que estuviesen alimentando en ese cargador el periodo no excedió la media hora. El último tirón a San Antonio no requirió carga, llegando a dormir unas pocas horas para el siguiente tramo en otro hotel sin cargadores.

A la mañana siguiente usamos el Supercharger al norte de San Antonio, en San Marcos Texas, para alcanzar el siguiente destino, a las afueras de Little Rock, Arkansas. Más tarde rodeamos las afueras de la capital texana, Austin, donde el tráfico causado por imponentes obras de infraestructura carretera forman largas filas. En esta situación no opera el Autopilot, pero sí el seguimiento automático de conservación de distancia, aunque sea a velocidad cero, y el piloto solamente necesita mantenerse en el carril adecuado.

Llegamos a Kentucky ya avanzada la noche, y tras dos días de interesante turismo y aprendizaje en el camino de regreso.

En nuestro viaje de vuelta cruzamos los ríos Mississippi, Arkansas, Nueces, Bravo y Ayancual, entre muchos otros, además de cruzar prejuicios infundados y vislumbrar un posible futuro donde quemar derivados del petróleo quede tan obsoleto como usar uno de los quinqués que hallamos en las tienditas históricas.

Las horas acumuladas a bordo de este vehículo dejan la sensación de haber visitado no solo a un vecino con el cual nos unen más semejanzas que diferencias, sino de haber puesto el pie por algunos días en un futuro remoto, que a la vez es el presente, pero cada día más consiente.

Para allá vamos.

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