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Los ciclos del agua en La Laguna

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Como las culturas primigenias del mundo, la Comarca Lagunera guarda una estrecha y complicada relación con sus ríos. Salvando toda proporción, el Nazas y Aguanaval son para esta región lo que el Tigris y Éufrates fueron para Mesopotamia, cuna de lo que llamamos civilización. La semiaridez de la zona hace que el ciclo del agua en La Laguna sea complejo y presente una dicotomía entre las bondades y los perjuicios. Tal vez sea más propio hablar de ciclos, y no de uno solo; y cada uno de ellos tiene su problemática particular que se debe analizar para encontrar posibles soluciones.

El primer ciclo es el agropecuario. La economía de la Comarca es, desde sus orígenes, altamente dependiente del sector primario. Como en las estructuras sociales antiguas, la fuente de mayor riqueza en la región sigue siendo la propiedad de la tierra y su explotación. El desarrollo ha llevado a convertir a La Laguna en uno de los principales emporios agroalimentarios de México. Y esto genera una realidad de dos caras: la del crecimiento económico y la generación de empleo, y la del abundante uso del recurso hídrico. Ya sea por las presas o por la extracción del subsuelo, esta industria depende de la disponibilidad de agua y la posesión de los derechos para su uso, en manos en su mayoría de los productores agropecuarios.

Los problemas principales del uso de lo que se conoce como agua rodada están relacionados con la corrupción que priva en los módulos de riego, causas de conflictos constantes por el control de los mismos, y que permite el acaparamiento de los volúmenes para unos cuantos, lo que deriva en quejas de los productores sociales que se sienten relegados porque el líquido no les alcanza o no les llega. Es evidente que el modelo de gestión de estos módulos debe ajustarse para impedir que se repliquen cada año las prácticas irregulares.

En el caso del agua del subsuelo, la cuestión se centra en la sobreexplotación del manto acuífero debido principalmente a la falta de controles en la extracción por parte de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Si bien es inviable sugerir acabar con las actividades agropecuarias debido al impacto socioeconómico que esto traería, es necesario que se inviertan más recursos en modificar la forma de cultivar para hacerla más eficiente, a la par de establecer mediciones efectivas en la extracción, así como consecuencias para quienes no respeten los volúmenes autorizados. El camino del restablecimiento del equilibrio del acuífero no pasa sólo por garantizar una mayor recarga, sino sobre todo por poner freno a la extracción excesiva.

El segundo ciclo es el pluvial. En una región semiárida, las lluvias siempre son una buena noticia. El problema es cuando llegan de manera torrencial o en una abundancia mayor a la que soporta nuestra infraestructura, que no es mucha. En los últimos tres años la zona metropolitana de la región ha registrado fuertes inundaciones que, contrario a lo que el discurso oficial asegura, se deben más a las omisiones o negligencias en el desarrollo urbano que a lo "atípico" de las precipitaciones. Hay una realidad innegable que debe ser estudiada a profundidad: durante los últimos 30 años el crecimiento de las ciudades de la región se ha dado sin orden ni control (palabra ya clave), por lo que es posible encontrar sectores habitacionales en zonas inundables sin las obras necesarias para prevenir las contingencias. El resultado está a la vista. Y en este punto la solución requiere, primero, de un deslinde de responsabilidades para saber quién falló a la hora de autorizar los nuevos complejos habitacionales en las actuales condiciones, y posteriormente plantear los proyectos necesarios para subsanar las deficiencias.

En este sentido, resulta alentador el hecho de que un grupo de vecinos afectados por las recientes inundaciones haya formado un frente para exigir a las autoridades una solución sin demora a este problema. Pero también los gobiernos regionales deben trabajar en aumentar la vigilancia a la hora de autorizar la construcción de nuevas colonias para que cumplan con los requisitos y se disminuyan los riesgos de anegamiento. Esto aplica también para las avenidas extraordinarias de los ríos Nazas y Aguanaval, que se han hecho más frecuentes y que afectan a poblaciones y sectores urbanos vulnerables.

El ciclo pluvial también tiene otro rostro que es el de la sequía. Las abundantes lluvias de los últimos años nos han hecho olvidar momentáneamente los largos períodos de secas que regularmente padece la región. Nuevamente, los más afectados son los que menos tienen, los que se dedican al campo por supervivencia, no por negocio, y que son relegados en la dotación del agua; los que no tienen para comprarla, y las poblaciones que carecen del servicio de agua potable o lo tienen restringido. Frente a esto, sólo queda el racionamiento, la atención a los más afectados y una mejor administración del recurso.

El tercer ciclo es el urbano, que abarca el agua para consumo doméstico-industrial, que es considerablemente menor al consumo agropecuario, y el líquido residual resultante. Los principales problemas en este ciclo son tres. El primero tiene que ver con la ineficiencia de las redes hidráulicas de los organismos operadores. El desperdicio por fugas es altísimo, en algunos casos incluso por arriba del 40 por ciento. Y por más que se ha invertido en la perforación de más pozos o en proyectos como megatanques (algunos de forma fallida), el agua sigue escaseando en la temporada de calor. El segundo está relacionado con el bajo nivel de cobro por el servicio, lo que impide a los organismos contar con los recursos suficientes para invertir en nueva infraestructura.

El tercer problema es el sistema de drenaje sanitario, deficiente desde la colección hasta el saneamiento. La red es vieja e ineficiente, lo que se traduce en brotes de aguas negras y hundimientos en calles; además de que las plantas tratadoras no funcionan como deberían, ya sea por la falta de control (otra vez esta palabra) en las descargas o por el uso de tecnologías obsoletas. En los tres problemas se requiere planeación e inversión, y para ello son necesarios recursos que sean administrados de forma adecuada y transparente.

Como puede observarse la problemática derivada de los tres ciclos del agua en La Laguna requiere del esfuerzo coordinado de las autoridades de los tres niveles de gobierno, principalmente, pero también de los más grandes consumidores del recurso hídrico, los mayores generadores de aguas residuales y los involucrados en el desarrollo de nuevos sectores urbanos. Y el control es básico si queremos tener una región más preparada para los vaivenes de cada ciclo y a la postre más viable, sostenible y equilibrada.

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