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JUNTOS OTRA VEZ

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Una vez más me encontraba sobre la mesa de exploración del veterinario, tenía semanas que deseaba venir, pues el dolor era insoportable, pero algo raro me está sucediendo, todo malestar esta desapareciendo y estoy entrando a un sueño muy profundo.

Recuerdo que al principio que me traían aquí temblaba de miedo, pues siempre me pinchaban, y cuando lloraba, estaba mi pequeña ama, me consolaba y me llevaba a sus brazos, ella le hacía muchas preguntas al veterinario acerca de mí, se dirigía con mucho respeto y admiración, y él pacientemente le respondía, aún a las mismas preguntas.

Qué tiempos aquellos, cuando recién llegué a la casa de mis amos, me encontraba muerto de miedo, pues nunca me había separado de mi madre, aún recuerdo ese enorme moño que llevaba al cuello y el grito de emoción de mi niña al verme por primera vez. Qué largas se me hacían las horas esperar ese enorme camión de tu escuela que te traía de vuelta a casa, lo escuchaba al dar vuelta en la esquina y corría a la puerta para recibirte, sé que también me extrañabas, pues al verme inmediatamente soltabas tu pequeña mochila y me extendías los brazos y de un gran salto llegaba hacia ti. Luego algo pasó, cambió tu voz, cambió tu cuerpo y cambió mi felicidad, sé que me seguías queriendo, nunca me faltó alimento, ni abrigo, jamás recibí un golpe, pero creo que hubiera preferido eso a la indiferencia de mi pequeña, ahora mujer. Las visitas al veterinario se alejaron, pero ahora soy yo quien las pide, aún recuerdo que hace años me llevaron al veterinario a media noche cuando me comí algo para ratones y eras un mar de lágrimas cuánto te preocupabas por mí, ahora que realmente me duelen mis piernas, es tu mamá quien me lleva al doctor y solloza cuando hablan de mí, pero realmente me siento mejor después de la inyección.

También, ha cambiado mi cuerpo, mi vista y hasta mi olfato, pero aún conservo mi oído, pues cuando escucho tu automóvil o tu voz, trato de incorporarme rápidamente y salgo a recibirte, aunque procuro no acercarme mucho, pues sé que te molesta que se adhiera un pelo mío a tu hermoso vestido rojo, qué alegría me dio aquella vez que me hiciste una caricia sobre mi cabeza, tenías años que no lo hacías.

Hoy me sentí realmente mal, no me refiero al dolor físico, sino a la forma en que me trataste, me di cuenta que sólo era una carga para ti, jamás había escuchado esos gritos llenos de ira, me asusté mucho, no sabía qué mal había hecho, sólo me acerqué un poco a la pequeña canasta, pero no alcancé a distinguir lo que contenía, después me di cuenta que era tu bebé por la forma dulce que le hablabas y la manera de tomarlo en tus brazos, mi intención nunca fue hacerle un mal, qué poco me conoces, daría la vida antes de permitir que alguien lastime a un hijo tuyo.

Tengo días con un dolor intenso, no me quejo para no incomodar a los papás de mi niña, al notar ellos que no comía ni bebía agua, realmente se preocuparon, y cual fue mi sorpresa que vi entrar a mi pequeña, y como hace muchos años, ella me tomó en sus brazos y me besó, me sentía el perro más dichoso sobre la tierra, y todavía para mi fortuna me llevaron al veterinario, sabía que el dolor desaparecería una vez más, realmente no lo podía creer, mi niña, sus padres y yo, como cuando era un cachorro y ella una pequeñita, pero no entendía el motivo de su llanto, y por más que movía mi pequeño rabo de gusto, no comprendía ella mi alegría, incluso el dolor se había alejado un poco, que raro, hasta mi veterinario se limpiaba discretamente una lágrima.

Cuando retiró la inyección de mi pata, el dolor por arte de magia desapareció, sentí unas ganas enormes de dormir, tenía mucho, mucho tiempo que no me sentía tan bien, solamente pensaba en lo feliz que era estar de nuevo… Juntos otra vez.

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