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Recuento de daños

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LUIS F SALAZAR WOOLFOLK

En medio de la tormenta que ha azotado la ciudad en las últimas dos semanas, los daños ocasionados han suscitado un interesante debate político, a partir de la convicción de que el desastre no es meramente natural, sino que viene acompañado por décadas de acciones de mal gobierno improvisadas y por tanto irresponsables y carentes de previsión.

A las pérdidas materiales directas ocasionadas de modo principal en casas particulares y escuelas públicas, se suman la inundación de las vialidades y por consecuencia, la afectación a los sistemas de movilidad de la gente de sus hogares a los centros de trabajo o estudio, el tránsito hacia los mercados y centros de abasto, así como el envío de productos y la prestación de servicios a domicilio.

El reparto de culpas no se ha hecho esperar entre los profesionales de la política, que se acusan mutuamente de haber sido omisos en su día, en materia de planeación y ejecución de obra pública, directamente relacionadas con los sistemas de conducción y almacenamiento del agua de lluvia, frente a una sociedad que exige soluciones, tanto en forma inmediata, como las que corresponda instrumentar a mediano y largo plazo.

Resalta entre todas la postura del secretario de Infraestructura, Desarrollo Urbano y Movilidad del Gobierno de Coahuila, tanto por la importancia del cargo, como en virtud de los antecedentes de dicho personaje, que ha ejercido la misma función en los niveles municipal y regional durante los gobiernos del moreirato desde sus inicios, hasta nuestros días. El discurso del funcionario explica de cuerpo entero el fracaso ancestral frente a la problemática, cuando asegura que el drenaje pluvial no es una prioridad para Torreón, y defiende con cara dura que la conducción de las aguas de lluvia por el drenaje sanitario es la correcta.

Los argumentos para sostener semejante disparate, se basan en viejos atavismos de nuestra vida pública según los cuales; "en Torreón nunca llueve"; "el suelo de nuestra ciudad no tiene pendiente"; "la culpa es de la gente que tira basura donde no debe" y "resultan muy caros su construcción y mantenimiento".

Todos esos alegatos son falsos y constituyen pretextos para no hacer las cosas y mantener la obra pública como negocio ilícito y lucrativo para unos cuantos. Desde luego Torreón no requiere un drenaje profundo como el de la ciudad de México, pero existen a mano soluciones parciales que pueden ser multiplicadas en puntos estratégicos a saber: La utilización de los canales de riego, tanto los actuales como los antiguos, como drenaje pluvial hacia el lecho seco del río Nazas; el uso de las áreas verdes existentes y la creación de otras más, como receptáculos de agua de lluvia; la perforación de pozos de absorción, la multiplicación de plantas tratadoras pequeñas y medianas, etcétera.

Hasta ahora la Ley de Urbanismo se aplica en forma discrecional, el aprovechamiento de las superficies que están obligados a donar los fraccionadores se maneja de manera opaca; la inversión de recursos públicos en el rubro de conducción y acopio del agua de lluvia se ha manejado como botín, y los concesionarios privados de plantas tratadoras, en lugar de generar una estrategia de ganar-ganar a largo plazo, suelen matar a las primeras de cambio a la gallina de los huevos de oro.

Cada vez que se proponen soluciones accesibles como las mencionadas con antelación, los profesionales del desaliento aseguran que eso "es un remedio paliativo" y prefieren no hacer nada, cuando en realidad nunca se ha dimensionado el problema ni planificado su solución de un modo general para ejecutarla desde lo parcial hacia lo total y acometerla paso a paso, por áreas específicas y en tiempos determinados.

Toca al Licenciado Jorge Zermeño el iniciar esa tarea con visión que trascienda a su propia administración y mediante una perspectiva a futuro. El alcalde tiene la capacidad para romper los viejos moldes en la materia y cuenta con el apoyo ciudadano, sólo requiere darle una sacudida a su equipo ahora que se avecina el inicio de su segundo período de gobierno, y en el caso del Sistema Municipal de Aguas y Saneamiento, actualmente anclado en la parálisis burocrática y el lastre sindical, llegó la hora de dar el paso decisivo, que suponga un relevo generacional que conduzca a una modernización integral.

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