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Sicarios, un problema que crece en el país

La problemática en la que vivieron desde menores, marca la 'desensibilización' en la que se desarrollan estos delincuentes

Desde pequeños. El caso de Édgar Jiménez Lugo, alias el 'Ponchis', cimbró a la sociedad mexicana en 2010, cuando fue detenido por el ejército a sus 14 años, quien aseguró había asesinado a cuatro personas. Tres años después fue liberado y repatriado a EU. (ARCHIVO)

Desde pequeños. El caso de Édgar Jiménez Lugo, alias el 'Ponchis', cimbró a la sociedad mexicana en 2010, cuando fue detenido por el ejército a sus 14 años, quien aseguró había asesinado a cuatro personas. Tres años después fue liberado y repatriado a EU. (ARCHIVO)

ELIA BALTAZAR

Sicario es el que mata sueldo. Esta sola definición, sin embargo, no alcanza para comprender la naturaleza de una persona -hombre o mujer- que asesina a otra a cambio de un pago. Así tan duro como suena.

Hace ya 12 años que el país acumula expedientes de estos casos. Allí están las historias de Santiago Meza López, "El Pozolero", quien diluía cuerpos en ácido para una banda vinculada con el Cártel de los Arellano Félix. O de Édgar Jiménez Lugo, "El Ponchis", a quien la prensa bautizó como el niño "sicario" y que trabajaba para el Cártel del Pacífico Sur. O los jóvenes pandilleros de Ciudad Juárez, asesinos a sueldo de cárteles que se han disputado esa franja de la frontera con Estados Unidos.

De vistazo, todos son asesinos, a todo los uniforma un crimen: el homicidio. Pero cada uno es distinto por su contexto y sus motivaciones. Hay rasgos de origen y personalidad que los diferencian y que la investigadora Arcelia Ruiz investigó durante tres años a propósito de su tesis doctoral en psicología titulada "Personalidad, valores y motivación criminal del sicario en México".

Como resultado de esa investigación definió cuatro tipos de sicarios: el marginal, el antisocial, el psicopático y el sádico. Los dos primeros representan 85% de la población de asesinos a sueldo que pudo investigar.

El trabajo no fue fácil. A la doctora Ruiz las cárceles de distintos estados le negaron el acceso y sólo en Guerrero obtuvo el permiso para entrevistar a internos que cabían en la definición de sicario. Para ampliar el estudio, recurrió a expertos en psicología criminal con experiencia en diagnóstico y tratamiento de sicarios confesos en reclusión.

En total Ruiz, egresada del doctorado interinstitucional en psicología, avalado por cinco universidades incluida la Universidad de Guadalajara (UdeG), realizó cuarenta entrevistas en Guerrero y tomó en cuenta otras 40 proporcionada por colegas que trabajan en la rama criminalística.

Los especialistas proporcionaron entrevistas que hicieron en Guerrero, Michoacán, Aguascalientes, Nayarit, Chihuahua y Baja California.

Gracias a sus resultados pudo diseñar un modelo de intervención multidisciplinario que permita contrarrestar entornos y conductas que favorecen la violencia homicida.

Su investigación además evidencia que las políticas de combate al crimen adolecieron de acciones de prevención y atención social que hubieran podido evitar que muchos jóvenes, por su contexto social y condición económica, se convirtieran en sicarios.

MARGINACIÓN, LA RAÍZ

La tipología de sicarios que elaboró Arcelia Ruiz comienza con "el marginal". Este, explica,

proviene de zonas rurales de extrema marginación social y económica. Sin instrucción escolar y sin opciones, inicia su trayectoria criminal por necesidad económica y para contribuir con su familia.

Este tipo de sicario incursiona primero en el cultivo, recolección y transportación de drogas ilegales y "es importante mencionar que, en su niñez y adolescencia, no presenta rasgos antisociales de la personalidad, por lo que el factor económico es de suma importancia", explica Ruiz.

Su vida delictiva comienza desde el nivel más bajo de las organizaciones criminales, como "halcones" o informadores, dice. Cuando advierte que las actividades delictivas satisfacen sus necesidades económicas, la persona desarrolla fidelidad a la organización y comienza a escalar en la estructura criminal.

Allí comienza entonces un proceso de "desensibilización" que lo prepara para cometer asesinatos.

En este tipo de perfil caben muchos delos narcotraficantes considerados criminales de alto perfil: desde Joaquín El Chapo Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, hasta Nemesio Oceguera, "El Mencho", el delincuente más buscado en México que dirige el Cártel Jalisco Nueva Generación. Los dos comenzaron como recolectores de mariguana y amapola, se desempeñaron como sicarios de sus jefes y escalaron en sus organizaciones criminales hasta llegar a la cima.

La investigadora luego explica el perfil "antisocial". Este corresponde a un individuo que proviene de zonas conurbadas de alta marginación, donde la actividad delictiva parece casi natural, dice la investigadora. Generalmente, tiene una educación de nivel básico y la actividad criminal está en su entorno y a veces en su propia familia que la alienta.

Este tipo de sicario se adhiere a pandillas desde temprana edad, generalmente por invitación de familiares o amigos, comenta Ruiz. De allí, el siguiente paso es la delincuencia organizada, a la que entra desde el nivel más bajo y escala en la organización de la misma manera que los jóvenes sicarios con perfil marginal.

La particularidad psicológica de este perfil es que no sienten culpa cuando asesinan a alguien que creen enemigo o su rival. Pero sí hay remordimiento al cometer un crimen contra una persona ajena a la situación. Como la culpa les genera ansiedad, recurren al uso de drogas y alcohol. Sin embargo, con el tiempo dejan de sentir remordimiento, explica la investigadora.

"Son sujetos impulsivos, con baja tolerancia a la frustración, generalmente tienen conflictos con figuras de autoridad y gusto por satisfactores inmediatos", agrega Ruiz.

El sicario "antisocial" también tiene necesidad de dinero, pero no de manera tan apremiante como el marginal. Su motivación son reconocimiento y estatus, y por eso se convierten en personas ostentosas y bravuconas, que hacen más fácil una posible detención.

En este perfil "antisocial" caben, por ejemplo, los miembros de las muy temidas pandillas de Ciudad Juárez, que absorbieron los cárteles como asesinos a sueldo. Entre ellos, Los Aztecas o los Artistas Asesinos, cuyos miembros tienen como origen común una historia de marginación en zonas conurbadas de aquella región de la frontera.

Sicarios con los perfiles "marginal" y "antisocial" son la mayoría: 85% de acuerdo con el estudio de Arcelia Ruiz, quien advierte que son ellos quienes están en las cárceles, a veces bajo proceso irregulares.

Muchas de las personas recluidas en la cárcel acusadas de cometer asesinatos a sueldo no saben leer ni escribir, afirma. Algunos además negaron los cargos y aseguraban que habían sido condenados o culpados de manera injusta, afirma la investigadora.

Llamó su atención además que las personas identificadas en la cárcel como sicarios en muchas ocasiones no tenían antecedentes ni personalidades que encajaran en un perfil criminal, lo que obligaría también a revisar sus procesos, pues en el sistema de justicia penal mexicano siempre cabe la posibilidad de culpa y condena de un inocente.

TRASTORNO DE RIESGO

En el otro extremo están los perfiles de sicarios cuya motivación es más difícil de erradicar porque proviene de un trastorno de personalidad.

El primero es el psicótico, que en su mayoría provienen de familias criminales de nivel alto, como los hijos de narcotraficantes.

Este tipo de sicarios tiene educación media o media alta, lo que le da capacidades cognitivas, de liderazgo y manipulación. Eso coloca rápidamente a estos individuos en puestos altos dentro de las organizaciones delictivas.

"Son sujetos cuya agresividad es planeada, son mentirosos patológicos, tienen una completa falta de remordimiento y frialdad emocional", dice Ruiz.

Son perfiles que pocas veces están en prisión, porque son calculadores y sigilosos, lo que complica su rastreo.

Por último está el sicario "sádico", un asesino sanguinario que puede matar por gusto y su conducta delictiva está reforzada con el pago. En este no influye de manera directa su situación sociocultural, pues el suyo es un problema afectivo.

Un ejemplo de este tipo de perfil es Miguel Ortiz Miranda, "El Tyson", un jefe de plaza de "La Familia Michoacana" detenido en abril pasado, quien llegó a asesinar a 15 personas al mismo tiempo, sólo para enseñar a nuevos integrantes del cártel cómo cortar las extremidades de sus víctimas.

Los perfiles psicótico y sádico sólo representan 15% de la muestra de la investigación que llevó a cabo Ruiz entre 2013 y 2016.

La investigadora aclara, sin embargo, que hay perfiles combinados: un sicario marginal o antisocial puede desarrollar rasgos psicóticos o sádicos, tal vez. Es el caso, quizá, de "El Pozolero", un hombre que nació en un entorno rural en Guamúchil, Sinaloa, de donde se trasladó a Tijuana en busca de mejores oportunidades para trabajar como albañil. Allí lo reclutó Teodor García Simental, "El Teo", otro sicario del cártel de los Arellano Félix, quien le ordenaba y pagaba por disolver en ácido los cuerpos.

Al momento de su detención, ninguno expresó culpa por los cientos de asesinatos cometidos.

PREVENIR DESDE PEQUEÑOS

Con base en los resultados de su investigación, Ruiz desarrolló un modelo de intervención para prevenir las conductas violentas y delictivas en población infantil y juvenil, pues en estas etapas ocurren los "reclutamientos" del crimen organizado.

Es un modelo multidisciplinario que integra a psicólogos, pedagogos, trabajadores sociales, nutriólogos y médicos.

El propósito, explica, es trabajar con los menores, en sus entornos familiar y escolar, en zonas rurales y urbanas de alta marginación, para proveerlos de habilidades sociales, afectivas y cognitivas que le permita enfrentar los factores de riesgo en su medio sociocultural.

A diferencia de otros programas de prevención, que sólo consideran pláticas, su modelo propone toda una metodología de seguimiento con las familias y el entorno durante 3 años al menos, para obtener resultados medibles y cuantificables y comprobar la eficacia del tratamiento.

Arcelia Ruiz considera que el país todavía está a tiempo de cambiar la suerte de muchos jóvenes vulnerables ante las tentaciones del crimen.

"Hay personas que se aceptan abiertamente culpables, pero al escuchar toda su historia, uno piensa en lo distinto que pudo haber sido su historia si hubiera encontrado figuras que potenciaran conductas prosociales, y eso es lo que nosotros intentamos promover en este nuevo modelo: ser una opción de figuras que por lo menos les demos otra opción", detalla Ruiz.

Tal vez entonces la apuesta por la atención de los jóvenes, que propone el próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no está tan alejada de las causas que han disparado la violencia en México.

El modelo de la doctora Arcelia Ruiz está sobre la mesa y listo para colaborar con ese propósito.

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Escrito en: sicarios

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