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Tecnología y educación

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MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Para decirlo de una manera simple: de muy poco sirve si nos aproximamos a la tecnología como simples consumidores de dispositivos… y eso es lo que mayoritariamente se está haciendo en las escuelas. Pero, incluso es peor todavía, porque en no pocos casos el uso de las herramientas tecnológicas en las aulas es totalmente expositivo, con clases en las que las diapositivas (para colmo mal hechas) son el eje central de todo cuanto ocurre.

Me parece evidente que es el negocio y no lo educativo lo que mueve la mayor parte de las decisiones de política educativa en México que tienen que ver con la incorporación de tecnología a las aulas. Me refiero, por supuesto, al beneficio personal que muy probablemente reciben aquellos que autorizan la adquisición de las computadoras, tabletas u otro tipo de dispositivos que se dice son para educar, aunque no se sepa realmente cuál será su empleo didáctico.

Caso paradigmático fue el de las "Enciclomedias", programa en el que se invirtieron alrededor de 25 mil millones de pesos y que fracasó de manera rotunda; obviamente, en lo que refiere a su impacto educativo, porque en lo que se refiere a la ganancia económica para quienes realizaron la operación de compra-venta fue un éxito total; como seguramente fue la compra de miles de tabletas que se entregaron a niños de primaria en el sexenio de Peña.

Pero, el fracaso educativo vinculado con la incorporación de tecnologías no está reducido a lo que ocurre en las escuelas. Es muy claro cómo muchos adultos hemos decidido suprimir nuestra presencia y sustituirla por aparatos tecnológicos. De poco han servido los muchos estudios científicos que demuestran las graves afectaciones físicas e intelectuales relacionadas con el uso temprano de dispositivos, lo que termina dominando es la comodidad que otorga el poder adictivo de esas herramientas. Los adultos ahora ya no necesitamos llamar la atención, pues, siempre será más sencillo conectar a los menores a un aparato.

Las nuevas generaciones viven "apantalladas", seguramente, adquiriendo habilidades avanzadas que les permiten generar destrezas relativas al manejo de los dispositivos, pero, pagando un precio demasiado alto en términos del desarrollo de sus capacidades lingüísticas, comprensivas, afectivas y emocionales como demuestran, entre otros, la argentina Beatriz Janin. Lo peor del caso, es que no son los menores los que toman la decisión de ganar destrezas a costa de intelecto, sino que somos los adultos los que estamos decidiendo por ellos; porque nos es más cómodo así.

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