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El sexenio precoz

Semejanzas y diferencias con el ´68

JULIO FAESLER

Ya habíamos visto la precocidad con que Andrés Manuel López Obrador ha querido arrancar su gobierno. Como si le corriera prisa y no se contentara con más de seis años que tiene por delante para emprender y realizar sus planes. La anticipación con que ha anunciado sus intenciones y los nombramientos de los que habrán de acompañarlo en la gran aventura de su ansiado gobierno. Administración que ha de ser la expresión más acabada de los propósitos de izquierda para la nación. La tersura con que AMLO ha llevado su delicado acercamiento al poder encontró en el presidente saliente una inesperada armonía. En ambos bandos, tan ideológicamente contrapuestos, se esparce una íntima satisfacción de una transición, tan civil y considerada, sin antecedente alguno en la historia nacional.

De pronto, sin aviso alguno, irrumpe en el tranquilo escenario una brutal agresión de unos porros en la explanada de la UNAM a unos estudiantes deportistas que intercambian enseñas y banderines antes del juego estrella en el estadio universitario. La violencia del atraco es tal que no hay posibilidad de reprimirla. El saldo fue unos jóvenes cobardemente golpeados y acuchillados, uno seriamente herido. Lo que trasciende, con todo su significado, e implicaciones, fue el honor universitario herido y la acuciante pregunta.

Para un país que, pese al paso de cincuenta años, tiene grabado en su conciencia histórica la tragedia de la represión militar del '68. Lo que ahora sucedió se toma como un aviso de que el ambiente prevaleciente se hace grueso, asemejándose al que pesaba meses antes de los funestos acontecimientos que, de una manera u otra, entonces sesgaron el rumbo del país.

Todavía reciente el acontecimiento, es prematuro especular sobre la organización autora y sus intenciones más allá de tomar nota de que la UNAM nada tiene que ver con el arribo de la violencia en sus campos. Se informa de última hora que se ha aprehendido al jefe de vigilancia del campus universitario, que aparece en algunos videos hablando con los golpeadores. Una investigación debe aclarar la motivación del autor. Encontrar su hilo conducirá a saber si la violencia encierra su propia explicación o si hay que entenderla como anuncio de algo más grave que habrá de suceder. Cualquiera respuesta tendrá efectos nacionales.

A unos días, a punto de ser recordado, el 2 de octubre es la fecha ideal para los que quieran hacer una nueva historia. El aniversario es inminente y los desestabilizadores querrán perpetuar su renovado desorden mucho más allá de esa fecha, siquiera hasta alcanzar el primero de diciembre en que López Obrador sea ungido presidente.

La agresión trae tatuado su intención de romper la tranquilidad de la amable sucesión presidencial. Esto lo sella como diametralmente anti López Obrador. Es tan variada la composición de Morena que no estaría descartada la idea de que su mensaje al gobierno es la inutilidad de combatir con éxito la violencia de los narcos y el poder de las mafias. La repentina agresión de los invasores denota la autoría intelectual que busca dañar severamente la administración del presidente electo. No se trata de "fuego amigo", sino calificadamente enemigo.

La multitudinaria manifestación de repudio a los porros es a su vez la poderosa reacción que esperamos lleve un claro mensaje de apoyo a la UNAM y a todas las universidades y tecnológicos del país para que se mantengan limpios de mafias, narcos y asesinos.

El que la presidencia sea de izquierda hace esperar que López Obrador ejerza la autoridad suficiente para calmar a sus variopintos seguidores y que repita las instrucciones de civilidad que les impartió hace unos días a los legisladores de Morena. En esa reunión los exhortó a la conciliación y al respeto a las instituciones y a los principios que hacen posible la convivencia democrática. Este mensaje será mucho más fácil para AMLO que para cualquiera de los contrincantes que tuvo en la lucha por la presidencia. En realidad, es el único líder capaz de hacerlo.

La otra opción es preparar las fuerzas de la policía para que, como se hace en todos los países del mundo, sean ellos los que traten con la dureza que merecen los que atracan a los estudiantes.

No hay que creer, empero, que hacer esto acabe con los alborotos estudiantiles que en todo tiempo y lugar se han manifestado con gusto y convicción en contra de toda autoridad. Sólo hay que saber darles cauce.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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