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TLC... o los tequilas con Trump

NUESTRO CONCEPTO

Tras un año de intensas negociaciones, al final Donald Trump impuso sus condiciones. Luego de amagar una y otra vez con romper la posibilidad de mantener el Tratado de Libre Comercio o uno supletorio, el presidente de Estados Unidos puso a México en un callejón sin salida: o el gobierno saliente de Enrique Peña Nieto y el entrante de Andrés Manuel López Obrador lidiaban con una relación comercial rota y sus consecuencias, o hacían importantes concesiones para un nuevo pacto. Imperó la lógica de más vale un mal acuerdo que un no acuerdo. El problema es que lo que México cedió podría tener serias repercusiones para la economía nacional en general, y para la inversión en particular, según la opinión de las prestigiada revista británica especializada The Economist.

Aunque Peña Nieto y López Obrador intentaron colgarse la medalla y vender como un triunfo el principio de acuerdo con Estados Unidos, lo cierto es que el gran ganador en términos políticos es Donald Trump. El acto de la semana pasada en el que se anunció el entendimiento entre ambos países refleja mucho de esa victoria. Frente a los negociadores mexicanos en el Despacho Oval y con el presidente de México en la línea telefónica, el magnate republicano se vanaglorió del acuerdo logrado; echó al cesto de basura el TLCAN, tan odiado por su base electoral ultraconservadora, para ponerle otro nombre; aprovechó para presionar a Canadá para que se integre al pacto hasta ahora bilateral, y hasta fue invitado por Peña Nieto a celebrar con tequila el entendimiento.

De inmediato, Trump intentó capitalizar el logro de cara a las elecciones legislativas de noviembre próximo, en las que se renovarán la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. El republicano necesita mantener el control de ambas cámaras para poder avanzar con su agenda. Fiel al efectismo, el discurso del presidente estadounidense se ha centrado en decir que, como lo había prometido, logró cambiar el “nefasto” NAFTA (siglas en inglés del TLCAN) por un acuerdo mejor para su país, que México va a comprar toneladas de granos a Estados Unidos... y que, además, va a hacer que México pague por el muro fronterizo. En cuanto a Canadá, el magnate le ha pasado al primer ministro Justin Trudeau la presión bajo el mismo juego que ha usado con México: o se une al nuevo tratado, o se firma uno independiente o no hay nada.

De este lado de la frontera y en otras latitudes, las reacciones oscilan entre quienes dicen que pudo haber sido peor y que el gobierno mexicano hizo bien en salvar el acuerdo, y quienes creen que México es el que pierde más con la negociación. Respecto a los primeros, el argumento central es que la vara que originalmente había puesto el gobierno de Trump era más alta y que al final tuvieron que bajar sus exigencias. En cuanto a los segundos, arguyen que de cualquier forma las concesiones hechas por el gobierno de Peña representan un grave riesgo para la industria instalada en el país, principalmente la automotriz, en donde se acordó aumentar el porcentaje de partes norteamericanas en los autos y que la mitad de los mismos estén producidos por trabajadores que ganen por lo menos 16 dólares la hora.

Si bien es cierto que hubo un ajuste de expectativas por parte de la parte estadounidense, también lo es que los incentivos para que los inversionistas del sector traigan su capital a México se han reducido considerablemente. En principio pudiera parecer bueno que se aumente sustancialmente el salario de buena parte de los trabajadores de la industria automotriz, el problema es que no todas las plantas instaladas en este país van a poder cumplir las nuevas medidas y sus productos vana tener que sufrir los aranceles para entrar a Estados Unidos. Además, quienes antes veían viable invertir a más bajo costo en México para exportar al vecino del norte, ahora la van a pensar dos veces antes de decidir. Pero el problema central será cómo podrá empatar López Obrador su política económica, por ejemplo la pretendida autosuficiencia alimentaria, cuando Trump espera que México compre más a Estados Unidos y produzca menos. El tiempo dirá si ambos gobiernos podrán al final brindar con caballitos de tequila como lo propuso Peña Nieto.

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