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¿Homicidio o suicidio?

RAÚL MUÑOZ DE LEÓN

Para la historia oficial mexicana, don Venustiano Carranza, Presidente de la República y Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, fue víctima de una emboscada y cayó abatido por las balas de Rodolfo Herrero...

en el poblado de Tlaxcalantongo, Puebla, el 21 de mayo de 1920 cuando en huida se dirigía al Puerto de Veracruz para instalar ahí su gobierno. ¿Así fue, en realidad? Veamos:

"A principios de 1920 la situación política en México estaba en plena efervescencia, pues en septiembre habría elecciones para presidente de la República, y ya había dos candidatos: Álvaro Obregón, que con mucha anticipación había anunciado sus intenciones de postularse, y Pablo González que dio a conocer sus aspiraciones en enero de ese año", dice Luis Reed Torres en su libro "Historias Desconocidas de la Historia Mexicana", de obligada consulta para quienes se interesen en conocer la realidad de los acontecimientos históricos trascendentes, y deseen saber qué fue lo que en verdad sucedió.

"Don Venustiano, por su parte, desde la presidencia apoyaba al ingeniero Ignacio Bonillas, un ilustre desconocido, con quien el Varón de Cuatro Ciénegas, pensaba cerrarle el paso a los militares, especialmente a Obregón. En abril de ese año decide enviar tropas al Estado de Sonora, en donde a la sazón, se encontraban reunidos Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, con el gobernador constitucional del Estado, don Adolfo de la Huerta, quien consideró que la actitud del primer mandatario lesionaba la soberanía de su entidad y de plano la rechazó, nombrando al general Calles jefe de las tropas de aquel estado".

"Paralelamente, Obregón y Pablo González se ponían de acuerdo para combatir a Carranza, y el primero de ellos se adhirió luego desde Chilpancingo al gobernador de Sonora. Todo esto quedó plasmado en el Plan de Agua Prieta, que negaba la obediencia al Presidente de la República y nombraba a Adolfo de la Huerta como jefe supremo del movimiento con poderes virtualmente ilimitados".

"La defección se extendió con la rapidez de un incendio y pronto el presidente Carranza quedó rodeado tan sólo de un puñado de leales, con los que pretendió dirigirse al puerto de Veracruz en los primeros días del mes de mayo. Entretanto las fuerzas de Obregón -autor intelectual del movimiento anticarrancista- ocuparon la Ciudad de México".

De lo dicho hasta aquí se deduce que don Venustiano incurrió en los siguientes errores: apoyar desde su cargo a Bonillas; enviar tropas a Sonora; abandonar la Ciudad de México, y confiar en Herrero que le hizo caer en una trampa.

"Rodolfo Herrero se presentó ante Carranza protestándole eterna fidelidad y le indujo a pernoctar en Tlaxcalantongo, en plena sierra poblana, donde finalmente le tendió una celada el 21 de mayo de 1920, de la que el primer mandatario ya no salió con vida".

"Ahora bien, sigue diciendo Reed Torres, según se ha aceptado por la generalidad del público, don Venustiano fue abatido a tiros en el breve pero cruento enfrentamiento escenificado entre las dos y tres de la madrugada del día citado entre sus pocos leales y la escolta de Herrero. La lluvia de proyectiles que se disparó sobre la humilde choza, habilitada como Palacio Nacional y en la que reposaba el Presidente de la República alcanzó, se dice, el cuerpo de Carranza y le produjo la muerte".

"Sin embargo, existe también la versión -avalada por carrancistas que estuvieron al lado de don Venustiano en esos trágicos momentos postreros- de que el Primer Mandatario, viéndose perdido ante lo decidido e irrefrenable del intempestivo ataque, TOMÓ SU PROPIA PISTOLA Y SE SUICIDÓ DE DOS TIROS EN EL PECHO, de paso evitaba así una posible humillación personal en caso de caer vivo en manos de sus enemigos".

Hay importantes y serios testimonios de personajes notables que avalan esta versión: "Herminio Márquez Escobedo, de las fuerzas de Herrero declaró que una persona a la que no pudo identificar gritó dentro del jacal en el que también estaba don Venustiano: "ya se suicidó el señor Presidente; en tanto que otro testigo, el capitán Facundo Garrido, puntualizó que al entrar en la choza vio que Carranza reposaba la mano izquierda sobre su pecho, mientras que en la mano derecha sostenía aun su pistola. Agregó que don Paulino Fontes, de las confianzas del Presidente, le informó que don Venustiano se había suicidado, y dijo también Garrido que Márquez Escobedo hurgó luego la ropa del occiso y que le abrió la mano para quitarle el arma calibre 44 que todavía empuñaba".

"Entre los pocos fieles a Carranza, se encontraban los licenciados Luis Cabrera y Manuel Aguirre Berlanga, y el entonces coronel Adolfo León Ossorio, por quien don Venustiano sentía especial afecto. A Cabrera le preocupaba sobremanera que después de haberse presentado al Presidente Carranza para jurarle lealtad, Herrero se hubiese esfumado rápidamente del sitio en que se hallaban. Temía una desagradable sorpresa y permaneció casi vestido dentro del jacal en que descansaba. A la hora del tiroteo, que por momentos se hizo particularmente nutrido, el capitán Octavio Amador disparaba su revólver desde la choza en que estaba con Carranza, y oyó que Aguirre Berlanga le preguntaba al Presidente si se sentía mal, pues le escuchaba quejarse. Don Venustiano respondió que no podía moverse, ya que tenía una pierna rota (seguramente alcanzada por alguna bala)".

El investigador e historiador, don Alfonso Taracena, citado por Reed en su libro, cuyo comentario abordamos en este Enfoque, hace constar lo siguiente: "El capitán Facundo Garrido entró inquiriendo donde estaba el dinero. Vio al señor Carranza y preguntó quién era. Al saberlo, pidió unas disculpas y salió dizque a traer un médico. Más con quien regresó fue con Herminio Márquez Escobedo, que se dedicó con ahínco a buscar el tesoro. A la luz de otras velas de sebo prendidas por el capitán Garrido, se distinguía el cuerpo del señor Carranza tendido entre papeles desmenuzados y en la diestra una pistola tejana, calibre 44. En la tetilla izquierda se veía un orificio con dos discos oscuros, como de disparo a quemarropa. El Presidente agonizaba. Le hurgó las ropas Márquez Escobedo, le abrió por la fuerza la mano, le quitó la pistola y salió. En los dedos índice y pulgar de don Venustiano, notó el licenciado Aguirre Berlanga huellas de fogonazos".

"Por su parte, el general Adolfo León Ossorio, testigo presencial de los acontecimientos, refiere las últimas horas de vida del Presidente Carranza, si bien en sus Memorias no hace mención alguna de la hipótesis del suicidio. Anota que en Tlaxcalantongo no había nada de comer o que a la comitiva le ocultaban los alimentos, pero que halló una gallina en un mísero jacal y que se vio precisado a pagar por ella una moneda de diez pesos oro. Minutos más tarde -escribe- el señor Carranza y yo, solos, devorábamos la gallina mal asada en unos troncos que recogí en varios sitios. Esa iba a ser la última cena del Jefe del Ejército Constitucionalista y Presidente de la República".

Y al narrar la tragedia en sí, León Ossorio asienta que ". . . como a las cuatro y veinte de la madrugada se oyeron sorpresivos gritos y disparos de la gente de Rodolfo Herrero, que llegaban hasta el jacal del Presidente, gritando ¡Viva el General Peláez!, ¡Muera Carranza!, ¡Viva Obregón!".

Según revelación de don Paulino Fontes, que don Alfonso Taracena recoge en su estupenda Biografía de don Venustiano, Carranza creía a pie juntillas una profecía que años atrás le había hecho una gitana, según la cual sería un hombre grande y célebre, pero que antes de morir sufriría graves afrentas corporales, concretamente que sería arrastrado de las barbas.

"Y en efecto, en el momento más candente del ataque sobre la choza en que descansaba el Presidente, se oyeron clara y estentóreamente los gritos de la gente de Herrero: "Sal, viejo; Ora sí vamos a cogerte por las barbas".

"El capitán Octavio Amador, fiel ayudante de Carranza, testigo presencial de los hechos, narra que, en efecto, los asaltantes lanzaban vítores a Obregón y mueras furiosos al señor Carranza. Agrega que, casi en torno del jacal, los agresores repetían incansablemente sus gritos de guerra y con la más soez de sus desgañitadas gargantas injuriaban al señor Carranza, diciendo: 'Sal, viejo... ca... para arrastrarte de las barbas... ¡Aquí está tu padre Peláez! ¡Aquí está tu padre Obregón! ¡Viva Peláez! ¡Viva Obregón! ¡Muera Carranza!'".

"Tras el inesperado ataque, Amador refiere: En su brazo derecho, semiflexionado y un tanto alejado del tórax, terminaba (Carranza) con la mano recia y bien musculada, empuñando una pistola típicamente texana, calibre 44, de las usuales entre los 'cowboys' del Wild West americano, labrada y representando dos águilas en las cachas... Finalmente, el jefe enmudeció del todo, cesando el jadeo y su estertor".

Estas son las versiones, expuestas de manera muy abreviada, sobre la muerte de quien fuera autor del Proyecto de Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, don Venustiano Carranza Garza, discutida y aprobada por el Congreso Constituyente reunido en la Ciudad de Querétaro, cuya promulgación se dio el 5 de febrero de 1917, Constitución que, no obstante sus más de 500 reformas o modificaciones, sigue rigiendo la vida política del País.

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