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Esperando al legislador

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

No deja de sorprenderme que en un país con tantas evidencias de lo poco efectivas que son las leyes se sostenga la aspiración a encontrar la solución a los problemas a partir de la creación de nuevas normas, como si éstas fueran realmente capaces de determinar el acontecer nacional. Parece que no nos fuera suficiente la cotidiana convivencia con la ilegalidad, como para, al menos, mesurar expectativas con relación a la contribución que las leyes brindan a nuestras vidas.

En México, por ejemplo, existe todo un entramado legal para regular las actividades económicas de los individuos y las empresas; sin embargo 60% de las fuentes laborales están en la informalidad como prueba fehaciente de lo poco útiles que pueden resultar las leyes destinadas a tal fin, así como los esfuerzos que se realizan para procurar su cumplimiento. El costo que representa la informalidad para el país es muy elevado y a pesar de las leyes sigue siendo un fenómeno de elevada presencia en México y las autoridades, como ente responsable de vigilar el cumplimiento de las normas, poco pueden hacer para impedirlo.

De acuerdo con la ley, ningún vehículo puede circular si no cuenta con las placas oficiales vigentes de alguna de las entidades federativas; pero, en los hechos, vemos las calles y carreteras llenas de automóviles que no cumplen con ese requisito. Seguramente una cantidad importante de sus conductores tampoco cuenta con la debida licencia que, de acuerdo con el reglamento, es indispensable para colocarse detrás de un volante. Ambos son, tan sólo, otros ejemplos cotidianos del poco peso real que tienen las leyes en México.

Incluso para las cuestiones de gravedad como los delitos de alto impacto, la constante es la impunidad. Por eso me asombra ver la pasión con la que algunos grupos o individuos claman por la prohibición o permisión de determinados actos en las leyes, como si la realidad en verdad estuviera en juego; como si la mera aparición o desaparición de un precepto en un papel, fuera tan efectivo como el "chasquido de dedos de Tanos".

El entusiasmo desbordado de muchos ante la nueva conformación del Congreso de la Unión en México, en donde la "mafia del poder" juega un papel marginal, está basado en la misma esperanza: ahora sí, se va a encontrar el remedio infalible para acabar con los problemas del país, eliminando toda normativa culpable de lo que nos pasa y determinando las leyes que, como Godot, nos han de salvar.

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