Antier por la noche los noticieros de la televisión daban cuenta de un hecho macabro, cruel, inhumano. Dos individuos Alberto N, de 56 años y Ricardo N, de 21 años, al parecer padre e hijo, estaban siendo golpeados por una muchedumbre que los acusaba de ser sustractores de infante. La policía del lugar pudo en primera instancia rescatar a los cautivos que habían sido capturados por los lugareños a bordo de una camioneta negra que fue incendiada y trasladarlos a los separos de la gendarmería municipal. Esto no dejó tranquilo a la multitud y un grupo de más de 150 personas aproximadamente llegaron hasta la dichosas instalaciones policiales y ante la incompetencia de los policías, fueron sustraídos de las celdas para seguir golpeándolos salvaje y cobardemente hasta hacerlos perder la conciencia. Una vez en el suelo, los dos sujetos fueron rociados con gasolina para quemarlos vivos, consumado un linchamiento atroz.
Lo más sorprendente es que la escena dantesca era registrada por decenas de celulares de la turba, particularmente cuando los cuerpos de los linchados ardía. Incluso, cuando la gasolina se había consumido y el fuego se extinguió, muchos de los presentes aplaudieron por el acto cometido. No hay signos de misericordia o algún rasgo de acongojo, sino júbilo de haber matado con fuego a dos personas.
El asunto no queda ahí, el día de ayer en la comunidad de Santa Ana de Ahuehuepán, en el municipio de Tula, Hidalgo, un hombre y una mujer corrieron con la misma suerte que los dos pobres desgraciados de Puebla un día anterior. Según los primeros reportes la pareja transitaba a pie por dicha comunidad cuando fueron señalados como presuntos secuestradores de menores para en cuestión de momentos, ser retenidos por pobladores de esa comunidad que luego decidió prenderles fuego. El varón murió en el acto y la mujer falleció cuando era atendida por la heridas producidas.
En el primer caso, para hacer mayor la tragedia, la Fiscalía General del Estado de Puebla informó que las víctimas eran campesinos del lugar y no tiene indicio alguna que ciertamente se dedicaran a la sustracción de menores. Al menos la autoridad ministerial señala que tiene identificados a los presuntos autores de doble homicidio, tanto los ejecutores materiales como los instigadores. Ojalá los aprehendan.
Los dos casos apenas recién sucedidos deben de ser un punto de alerta para toda la sociedad mexicana, que con este par de ejemplos inmediatos demuestran que muchos lugares del país prevalece el salvajismo instintivo que los seres humanos llevamos dentro, y que emerge cuando se dan ciertas condiciones, como lo es la tendencia de creer en rumores sin fundamento, como es el caso de que en todos lados se andan robando niños - en la Comarca Lagunera las autoridades han tenido que declarar expresamente que no hay reportes sobre este tipo de hechos- la ignorancia generalizada de grandes capas de la sociedad mexicana, y la falta de autoridad, que en el caso poblano es manifiesta cuando los policías fueron incapaces de evitar la quema de padre e hijo, sólo por un señalamiento tumultuario.
La turbas engendran este tipo de actos execrables, nuestra historia oficial oculta muchos de estos actos. Basta leer un poco sobre la masacre en la Alhóndiga de Granadita cometida por "tropas" del cura Hidalgo o los atropellos que las turbas de Francisco Villa incurrieron durante la revolución (el hecho de la matanza de ciudadanos chinos en Torreón es un ejemplo puntual de lo mismo) como meros de ejemplos cometidos bajo este tipo de elementos.
Se deben pues reprobar y exigir a las autoridades de Puebla y de Hidalgo que castiguen con todo el rigor de a los responsables. Está a punto de asumir el poder un presidente que suele recurrir al "pueblo" de una manera que si bien es totalmente válida, de no ser controlada adecuadamente podría en dado caso, provocar que el "pueblo" se convierta en turbas más frecuentemente. Hay que hacer votos para que esto no suceda.
