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Crónica Gomezpalatina

Acontecimientos gomezpalatinos en los meses de agosto

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ

Gómez Palacio, como toda comunidad, ha tenido momentos gratos y amargos sinsabores, en esta columna vamos a referirnos a algunos sucesos acontecidos en algunos de los meses de agosto del pasado Siglo XX, con la intención de que nuestros lectores que vivieron esos acontecimientos, los recuerden, y también para que sirvan de información y conocimiento de las actuales generaciones.

Iniciaremos con la formación de los mercados municipales de Gómez Palacio, población ya conocida con ese nombre desde fines del 1900, por iniciativa de su fundador don Santiago Lavín Cuadra, quien adquirió los terrenos que ocupaba la Hacienda de Santa Rosa de Lima, de los herederos de su propietario original don Juan Ignacio Jiménez, uno de los tres grandes latifundistas dueños de lo que ahora son tres municipios de la comarca Lagunera, el de Torreón, Coahuila en la propiedad que fue de don Leonardo Zuloaga Olivares dueño de la hacienda de Santa Ana de Hornos, ubicada en la cercanías de Viesca, Coah., el de Gómez Palacio, antes Santa Rosa de Lima de la propiedad de Jiménez y el de Lerdo, perteneciente a la hacienda de San Juan de Casta y al rancho de San Fernando, ambos sitios propiedad de don Juan Nepomuceno Flores.

En un principio nuestra ciudad tenía una escasa mancha urbana, algunas 14 calles de oriente a poniente y otras tantas de norte a sur, ocupadas por casas de espaciosos solares y pocos habitantes. En sus orillas los terrenos eran yermos, aislados y solitarios, sin embargo, con la llegada del ferrocarril Central Mexicano a la región el año de 1883, ese aislamiento terminó al surgir una comunidad pujante y vigorosa, presta a que la mano del hombre la convirtiera en sólido bastión de progreso. De la noche a la mañana, en un naciente proceso de infatigable crecimiento y desarrollo, gracias a ese colosal medio de comunicación y transporte, el nuevo asentamiento humano se transformó en un despliegue de notables esfuerzos y determinación, como un emporio de trabajo y superación que gradualmente cobró importancia y fama nacional e internacional, propiciando que a sus tierras llegaran gentes de otras latitudes en busca de participar en las oportunidades que se generaron y en consecuencia, aportando conocimientos, experiencias y trabajo tesonero y eficaz, contribuyendo a que nuestro terruño se hiciera cosmopolita con la consiguiente fusión de culturas, las nuestras y las que arribaron, mismas que nos han dado una identidad propia y singular que nos distingue y enorgullece, al mezclarse nuestros ricos valores e incomparables tradiciones, con otras valiosas y nobles costumbres de tierras lejanas.

Desde luego que ese inusitado movimiento poblacional, generó una serie de necesidades de toda índole, desde luego que una de las más importantes, es el abastecimiento de alimentos y otros satisfactores básicos para la supervivencia y comodidad de quienes ahora habitaban esa tierra nuestra. En el trazo original del futuro centro de congregación humana, se habían contemplado espacios para los servicios indispensables, y en ellos se empezaron a instalar los primeros comerciantes del lugar en instalaciones formales y medianamente funcionales, en un lugar que se conoció con el nombre que identificaba entonces a los sitios de servicios comunales de ese tipo, llamados "El Parián". Como siempre sucede, posteriormente otros pequeños tendejones se colocaron a las afueras del lugar citado, provocando desorden y hacinamiento que causaba molestias a los vecinos del lugar, por lo que, evitando problemas, algunos de ellos se movilizaron a un lugar al norte del poblado, en un barrio llamado "El Parralito", tomado el nombre de un negocio ya establecido propiedad de un señor Correa, que era originario de la ciudad de Parral.

El lugar tenía la ventaja de que estaba cercano a las factorías más importantes y prosperas de ese tiempo, las cuales ocupaban en conjunto a miles de trabajadores, que vivían en las calles aledañas a los negocios que se ubicaron en locales por la calle Morelos, pero ante la insuficiencia de estos, algunos se plantaron en la propia vía pública, donde todavía podemos encontrar a muchos de ellos a más de cien años de su instalación, en perjuicio de la vialidad y causando conflictos de imagen e insalubridad.

Mientras en el área del Parián, se construyó el primer mercado, mismo que llevaba el nombre de don Santiago Baca Ortiz, primer gobernador constitucional de Durango, hombre de firmes convicciones liberales, honesto y cercano al pueblo. El mercado se inauguró en 1901 en un gran evento, no obstante que ya funcionaba en locales propiedad del gobierno del estado, quien los hipotecó en 22 mil pesos a los señores Antonio y José Lavín, en 1900, lo que generó más tarde, un largo litigio de tres décadas, que duplicó el costo del citado adeudo.

Su primera gran contingencia ocurrió a finales de 1916, cuando las fuerzas del general Francisco Villa provocaron un incendio a su regreso al norte del país, después de su derrota en Celaya, ocasionando que a partir de esa fecha el mercado "Baca Ortiz" cayera en situaciones de conflicto debido a las condiciones de falta de higiene y mala calidad de las instalaciones. Por más de cinco lustros estuvo convertido en un grave problema de salud y funcionando en auténticas barracas, sin control sanitario y sin apegarse a reglamentos que regularan su funcionamiento y convinieran a los intereses de la comunidad. El gobierno del estado a cargo del ingeniero Pastor Rouaix (Rue) el año de 1931 ordenó una remodelación y así continuó el funcionamiento en críticas condiciones hasta que el día 13 de agosto de 1947 a las 23 horas, un devastador incendio destruyó 240 locales, de un total de 280 existentes, causando daños mayores a un millón de pesos de aquel entonces, como se dice coloquialmente y la total inhabilitación temporal de ese lugar, procediendo los locatarios a colocarse en las calles contiguas, permaneciendo e esos sitios hasta que el gobierno estatal interino que ocupó don José Ramón Valdés se hizo cargo de la reconstrucción integral del nuevo mercado que fue inaugurado el 2 de septiembre de 1950 sustituyendo al Baca Ortiz que casi llegó a 5 décadas de funcionamiento y del cual únicamente quedó la torre del viejo reloj, como símbolo de una época y de la historia de la ciudad, hasta entonces regresaron los locatarios a sus negocios para continuar su tenaz lucha por la vida.

Pero, así como el infortunio golpeó a nuestra ciudad, también en agosto de otros años se dieron notables sucesos de gratos recuerdos como el 20 de agosto de 1971 en que se inauguró el Teatro Alberto M. Alvarado importante espacio cultural, complementado con la inauguración el 15 de agosto de 1985 del Centro de Convenciones Francisco Zarco y el 8 de agosto de 1991 en que se dio el inicio del primer tramo de la Autopista Gómez Palacio Cuencamé - con la asistencia del entonces Presidente de la República Lic. Carlos Salinas de Gortari, luego en ese mismo mes el 31 de agosto de 1991, se inauguró el actual edificio de la Presidencia Municipal. El 27 de agosto de 1992 correspondió iniciar labores al Centro de Distribución y Abastos que con todo éxito se desempeña en beneficio de la comunidad, luego el 18 de agosto de 1997, nuestra "alma mater" el Instituto "18 de marzo es elevado al grado de "Estudios Superiores", finalmente dejamos constancia que el 27 de agosto de 1999 fue la inauguración de las instalaciones deportivas en el río Nazas puestas en funcionamiento conjuntamente por los ayuntamientos de Torreón y Gómez Palacio.

Es así, que desde el 21 de diciembre de 1905, en que nuestra Ciudad y Municipio fueron elevados a ese rango por el Congreso del Estado, al actualizarse la Ley Territorial del Estado de Durango y en el que alcanzamos la plena autonomía que legítimamente nos corresponde, ahora después de 113 años de lucha denodada y firme, demostramos haber transitado con orgullo y dignidad, por un sendero difícil y complicado, siempre con la frente en alto y dispuestos a redoblar esfuerzos sin doblegarnos por las innumerables vicisitudes y obstáculos que hemos enfrentado, con la más firme de las decisiones para que nuestro solar nativo siempre se sienta satisfecho de sus hombres y mujeres, trabajando intensamente para salir adelante, tratando de alcanzar las mayores virtudes que nos hagan sobresalir por el espíritu de competencia y participación, solidarios con la acción positiva de nuestra nación, para buscar su engrandecimiento en aras de un mayor progreso y desarrollo para bien de todos. Los tiempos han cambiado radicalmente, prevalecen las necesidades de educación más avanzada, afortunadamente las actuales condiciones son propicias para que los gomezpalatinos puedan acceder a las instituciones de enseñanza superior oficial, que ofrecen facilidades para el ingreso de los jóvenes de todas las capas sociales, incrementando la esperanza de una comunidad deseosa de alcanzar mayores metas de superación que finalmente son las que se traducen en el beneficio colectivo de la sociedad y le permiten alcanzar mejores medios de vida, más dignos y de mejor calidad, tan solo al tamaño del esfuerzo y la preparación de cada persona. En el terreno comunal, en esta ocasión elegimos únicamente los aconteceres en los meses de agosto, al encontrar en la revisión que hicimos una serie de hechos interesantes que forman parte de nuestra historia de la centuria anterior, que ojalá nos sirvan de motivación para seguir creando y realizando iniciativas que nos permitan engrandecer a nuestra querida ciudad de Gómez Palacio.

En esos aspectos, tenemos la seguridad de que como somos gente comprometida con nuestro terruño, sabremos dejarle resuelto o mejorado a las futuras generaciones, uno de los problemas fundamentales para la supervivencia de todos en la región, el delicadísimo problema del agua, tratando de asegurar abasto, manejo, cuidado, reutilización de las aguas de desecho y todo lo que sea posible e imaginable, conociendo que somos un semidesierto que demanda medidas de protección, antes de que se convierta en un páramo, ahora sí totalmente desierto.

Aprovechamos la ocasión, para apartarnos relativamente del tema de esta crónica, para señalar concretamente que estas y otras muchas tareas, son la demanda y el compromiso que tenemos la hermandad lagunera de siempre, para hacer frente a esta grave contingencia que nos aqueja, dejar el mal empleo de las utilizaciones actuales del agua, por inconciencia y despreocupación, ya que hacemos caso omiso de las recomendaciones que nos hacen los organismos que la manejan y los propios medios de comunicación. Por eso, consideramos sumamente urgente y necesario que busquemos ayuda de los especialistas en la materia, respaldados a plenitud por nuestra sociedad lagunera, para que de inmediato modifiquemos las malas prácticas que ahora empleamos y para que juntos técnicos y habitantes, emprendamos un plan de emergencia permanente, involucrándonos en un campo de estudios de alcances internacionales, que nos permita analizar experiencias semejantes en otras latitudes que viven o que han vivido situaciones semejantes, en la búsqueda de la mejor solución ahora que aún nos queda tiempo, completamente seguros que las acciones que emprendamos nos traerán un beneficio colectivo y también impedirá que posteriormente nos identifiquen como depredadores de una tierra que nos ha dado todo lo que somos, para no ser los convertidores de una laguna de progreso en una laguna de pesares y ratificando que el presente mes de agosto, que hemos visto que es de buenos augurios, nos dé la oportunidad de proyectar y realizar en forma definitiva esta propuesta, tal vez la más urgente por realizar y que nos ayude igualmente como ejemplo, en todas los demás aspectos negativos que tenemos que afrontar, antes de que nos destruyan y contaminen.

No dejemos que los tiempos nos alcancen, hagamos todo lo que esté en nuestras posibilidades para remediar los problemas que nos acosan, solamente con la más decidida participación, tenacidad y constancia que le apliquemos a la propuesta, se verá el resultado. Como comunidad, de la misma manera debemos estar prestos para defendernos de nuestros enemigos, con el mismo temor y la zozobra que seguramente tenían los pobladores pioneros de nuestra región para combatir las incursiones de los indios bárbaros del norte, que atacaban las haciendas y rancherías causando estragos. Posteriormente formando parte de los combatientes de las batallas de La Laguna, en tiempos de las luchas armadas de la revolución, pero también con la misma determinación, valentía y voluntad que demostraron esos hombres y mujeres para combatir ahora en tiempos diferentes debemos ser solidarios en todas las causas que busquen nuestro beneficio. Si aportamos nuestro concurso con tenaz decisión y fortaleza, habremos hecho nuestra parte para dejar a nuestros descendientes un Gómez Palacio mejor y con mayor grandeza que cuando lo recibimos, allí está nuestro compromiso.

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