Esta semana más de doscientos diarios norteamericanos publicaron sendos editoriales para hacer referencia que la libertad de prensa en ese país está bajo ataque. Prestigiados diarios como el New York Times y el Washington Post, acompañaron la iniciativa del también afamado Boston Globe en donde con textos únicos por edición, hicieron énfasis que la prensa de este país está bajo ataque, poniendo en riesgo ese derecho a la información, tan defendido en el país de las barras y las estrellas.
Sin mencionarlo por su nombre, era evidente que a quien se referían sin duda era al presidente Donald Trump, quien apoyado en la poderosa herramienta que son las redes sociales, con constancia ha propalado tuits acusando a los medios que publican críticas a su gobierno llamándolos primero como generadores de noticias falsas, defensores de los intereses de sus propietarios sobre el general, hasta tildarlos de enemigos del pueblo, lo que generó ya una respuesta formal de los medios de comunicación ante el exceso del estridente mandatario copetudo.
Ante estas publicaciones, la reacción del Trump fue de más agresiones. Ayer en un nuevo tuit, acusó que las publicaciones que hicieron referencia al ataque a la libertad de expresión, son además de generadores de noticias falsas, instrumentos del partido opositor, pero que aun así, él y sus seguidores van ganando.
En términos generales lo que Trump representa no es más que los antivalores de las sociedades y que cuando se presentan ciertas circunstancias, estas surgen como reacciones alérgicas.
Los Estados Unidos siempre han vivido con un subrepticio racismo, que albergan en zonas muy grandes del país un sentimiento xenófobo y además, desde su fundación hace menos de tres siglos, siempre han sido imperialistas. Trump siempre lo ha sabido y al ser un hombre mediático de décadas atrás, lo único que tuvo que hacer es explotar sencillamente esos antivalores y voila, consiguió los votos necesarios para llegar al poder.
Igual sucede en Europa, que a pesar de la durísima crisis de 2008-09, vive un periodo de estabilidad y en ambiente soso, en el Reino Unido se llama a un plebiscito para votar por la continuidad o no dentro de la Unión Europea y gente por escasa mayoría decide romper la estabilidad por un sentimiento nacionalista. Francia se escapó por poco de Marine Le Pen, una política de extrema derecha que claro se apoya en un rancio nacionalismo y en un descarada xenofobia para captar adeptos.
Los ejemplos puedes seguir, pero tanto en los Estados Unidos como en Europa al final son democracias consolidadas, y si bien es cierto que en tiempos pasados no era tan visible el ataque de algún mandatario hacia la prensa, las redes sociales han dotado (y para bien) a todos, y eso por supuesto incluye a personajes como Donald Trump, ha expresar abiertamente sus puntos de opinión, aunque sean mentiras.
Lo peligroso es en los países frágiles, como el nuestro. Hoy ante la presencia de un presidente electo tan poderoso como lo es Andrés Manuel López Obrador, quien en los más de doce años de campaña electoral que llevó a cabo para ganar de manera aplastante las elecciones presidenciales el pasado mes de julio, declaró en varias ocasiones acusando a medios que estaban en su contra o plegados al sistema, lo cual estaba en todo su derecho puesto que era un político en campaña.
Hoy ya no es un político en campaña, es el próximo presidente de México y por lo tanto aunque ha sido reiterativo en que será un observador de la ley, habrá que estar atentos a que los suyos y él mismo no caigan en la tentación de abusar en contra de aquellos medios que le resulten críticos, que al final de cuentas, eliminarlos o presionarlos no sería otra cosa que quitarle a democracia mexicana un factor indispensable en ella, la libertad de expresión. Hay que hacer votos para que esto no suceda.
