Al Norte de la vecina ciudad de Gómez Palacio se encontraba la Alberca Alejandra, propiedad del señor Isidoro Leal Rodríguez, mejor conocido como "Cholón'' o por su frase "Se los dije'', quien la construyó en la década de los años cincuenta y puso el nombre de Alejandra por su hija Alejandra Leal Rosales. Esta desaparecida piscina es muy recordada por su disciplina y limpieza que le caracterizaban, siendo calificada como una alberca de excelencia.
Se encontraba ubicada en calle Francisco Sarabia entre avenidas Allende y Victoria, en lo que eran los límites de Gómez Palacio hacia el Norte en ese entonces, enmarcados por las Cabañas y la Gasolinera de "Cholón''. A la Alberca Alejandra acudían nadadores y familias de Torreón y Ciudad Lerdo a disfrutar de su agua y áreas arboladas, en las que destacaban sus palmeras.
Además, de fomentar la natación, "Cholón'' promovió el desarrollo urbano del Norte de Gómez Palacio al urbanizar y fraccionar terrenos de su propiedad, en donde se construyeron los Fraccionamientos La Esperanza, Los Álamos Infonavit, Los Viñedos y Los Álamos II, entre otros.
La Alejandra formó una trilogía de balnearios públicos junto con la Alberca Esparza y la Torreón en la inolvidable década de los años cincuenta, en la que destacaron nadadores como César Marina Miravalle, "El Negro'' Zacatecas, los hermanos Manuel, Guillermo y Salvador Samaniego, los hermanos Antonio y Artemio Rodríguez, Matías Orozco y Jesús Parada, instructor y salvavidas. En la década de los años setenta sobresalieron los hermanos Cuauhtémoc y Francisco Galindo Harris, los hermanos Adolfo y Alberta Nalda Nájera, quienes sostuvieron grandes enfrentamientos con los tritones de la YMCA Torreón.
Las medidas de la Alberca La Alejandra eran de 20 metros de ancho por 50 metros de largo, estaba en declive, tenía de 1.20 metros a tres metros de profundidad, contaba con un trampolín de tres metros de altura y una plataforma de diez metros de altura. Tenía una sección de regaderas a cielo abierto y se obligaba a los asistentes a bañarse tanto a la entrada como a la salida de la piscina.
Contaba con su noria propia y un sistema especial de filtros, por lo que su agua era muy limpia y tenía salida hacia el exterior, ya que era utilizada para regar los sembradíos que había alrededor. Además, de cumplir con su finalidad de brindar esparcimiento a la comunidad lagunera contribuía al aprovechamiento de los recursos naturales, pues su agua no era desperdiciada.
Era una alberca olímpica, higiénica y ordenada. Durante muchos años fue administrada por la señorita Jesusita Perales, quien revisaba a la entrada que los nadadores contaran con traje de baño reglamentario, no permitía que entraran con shorts u otra vestimenta. En cuanto a la higiene revisaba que no tuvieran ácaros en el cabello y si los tenían prohibía su entrada. Incluso, revisaba que la toalla que iban a utilizar estuviera limpia y en buenas condiciones.
La señorita Jesusita Perales era muy estricta, contaba con un silbato para imponer orden, así como con micrófono y un sistema de bocinas para llamar la atención cuando los jóvenes no sabían comportarse o las parejitas de enamoradas incurrían en demostraciones de afecto públicas no permitidas en aquel entonces. Estaba al tanto de la Alberca Alejandra desde las siete de la mañana que abría al público hasta las siete de la tarde que cerraba.
Contaba con el servicio de dos salvavidas, uno de ellos fue Regino Martínez García (QEPD), certificado por la YMCA Torreón, quien fue capacitado por el inolvidable maestro Seth Goodvin, veterano de la Segunda Guerra Mundial, hombre de una y mil anécdotas, quien en alguna ocasión contó que fue prisionero de guerra en Japón y arrojado en alta mar atado de pies y manos junto con cien compañeros, logrando sobrevivir diez nada más, comprobando con ello que sabiendo flotar casi con el cuerpo inmóvil se puede salvar una persona. Vivió varios años en La Laguna y dirigió la YMCA Torreón.
Higinio Esparza Ramírez, reportero de "El Siglo de Torreón'' durante 50 años, recuerda que la Alberca Alejandra inició actividades en la década de los años cincuenta, acababa de ingresar a esta casa editora. La entrada costaba 2.50 pesos, era una alberca amplia, grande, con noria propia, una sección de regaderas al aire libre para bañarse a la entrada y salida de la alberca, rodeada ésta de un tapete.
Añadió que había casilleros individuales y una vigilancia sanitaria muy estricta. Era una buena alberca, excelente opción para practicar la natación. El agua era agradable porque brotaba de la noria. Era una piscina aseada y bien vigilada, había orden y disciplina, todo lo cual garantizaba una feliz estancia.
Alrededor de la alberca había áreas verdes bien cuidadas y arboladas que daban una excelente sombra. Además, contaba con un restaurante, en el cual se preparaban unos excelentes taquitos dorados, que eran una delicia para los asistentes a La Alejandra.
Los gomezpalatinos de ese entonces asistían también a la caminata denominada "Las mañanitas de abril'', paseo que surgió a principios de la década de los años veinte cuando el Camino Real de Gómez Palacio a Lerdo fue nivelado, la tierra apisonada, se colocó una delgada capa de piedra que regaron con chapopote, antes de que entrara en funciones la Carretera del Autoclub de La Laguna.
Fue entonces cuando los jóvenes de antaño y personas adultas madrugaban para visitar huertas y sembradíos de flores. Los paseantes regresaban a sus hogares cansados, pero contentos de haber aspirado el aroma limpio de la mañana. Esta costumbre prevaleció durante años, a pesar de que huertas y sembradíos desaparecieron.
Higinio Esparza Ramírez consideró como una sorpresa el cierre de la Alberca Alejandra a mediados de los años ochenta, el cual se debió a que era incosteable su funcionamiento. Además, habían surgido otras albercas, sin embargo La Alejandra dejó un recuerdo imborrable entre laguneros y gomezpalatinos.
¡Hasta el próximo miércoles!
