Podría aumentar el riesgo de padecer demencia. (INTERNET)
De acuerdo con una investigación llevada a cabo por científicos del University College de Londres (UCL) y del Instituto Nacional Francés de Salud e Investigación Médica (INSERM), la abstinencia al alcohol puede provocar el mismo riesgo a padecer demencia que para quienes consumen alcohol en exceso.
Sus conclusiones publicadas en la página web de la universidad provienen de un estudio llamado Whitehall II que se llevó a cabo en intervalos regulares entre 1985 y 1993.
Se analizó el comportamiento de 9 mil voluntarios británicos de entre 35 y 55 años de edad con el fin de conocer los efectos del consumo excesivo del alcohol en contraste con la abstinencia total a consumir bebidas alcohólicas.
Del total de los participantes, 397 registraron demencia en un plazo de al menos 23 años. Se descubrió que de ellos, los que se abstuvieron de beber alcohol entre los 35 y los 45 años de edad tuvieron tanto riesgo a la demencia como los que desarrollaron dependencia al alcohol.
La edad promedio en la que los que estos voluntarios fueron diagnosticados con demencia fue de 76 años.
Los responsables de la investigación aclaran que esto no significa que se recomienda a las personas que no consumen alcohol, comenzar a hacerlo para evitar padecer demencia, sino más bien consumir alcohol pero no en exceso, pues beber con regularidad este líquido está ligado a desarrollar enfermedades hepáticas o cáncer.
"Después de tomar en cuenta factores sociodemográficos, de estilo de vida y relacionados con la salud que podrían haber afectado los resultados, los investigadores encontraron que la abstinencia en la mediana edad o beber más de 14 unidades por semana se asociaba con un mayor riesgo de demencia en comparación con el consumo de 1-14 unidades de alcohol por semana. Entre aquellos que beben más de 14 unidades por semana de alcohol, cada 7 unidades por semana de aumento en el consumo se asoció con un aumento del 17% en el riesgo de demencia", dice en el texto publicado por la universidad Séverine Sabia, del Instituto de Epidemiología y Salud de la UCL y el INSERM.
DA.
