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La austeridad, una piedra en el zapato de AMLO

Hoy en día, pocos, muy pocos políticos hay con verdadero espíritu de servicio, lo que podría significar una piedra en el zapato del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, quien desde que empezó su campaña ha venido pregonando la austeridad como un pilar de su administración, con el propósito de disminuir el gasto en la nómina, y bajo la premisa de que, los sueldos de los actuales funcionarios son excesivamente altos, a los que se suman una serie de prerrogativas que van desde el pago de su celular, vales de gasolina, gastos médicos mayores y otros de distinta índole que caen en lo superfluo, atentan al sentido de igualdad ciudadana y se ubica al vividor del erario público como parte de una corte virreinal, o un parlamento en el que se goza de inviolabilidad en sus ideas, inmunidad parlamentaria y fuero constitucional.

Ciudadanos de primera, se sienten los servidores públicos, los que detentan el poder político y se ostentan como entes superiores; elegidos por el populacho por ser de una casta superior, o nominados por una instancia superior, cuando en realidad, muchos no tienen ni siquiera un título profesional; pero eso sí, venden sus servicios por sueldos insultantes, más allá del desdén que muestran a quienes les pagan con sus impuestos: el pueblo.

El poder legislativo se cuece aparte. Ellos mismos configuran la dimensión de la cuchara con la que se han de servir, y para ellos no hay sanciones por faltas a las sesiones legislativas, ni por baja productividad.

El tema de austeridad está provocando urticaria en algunos funcionarios peñistas, que tienen la certeza jurídico-legal de continuar en su puesto, tal como lo ha expresado el ministro Aguilar Mireles, quien defiende las altas remuneraciones y pensiones de los miembros del Poder Judicial de la Federación, argumentando que no son privilegios sino condiciones que garantizan la autonomía e independencia de magistrados y jueces.

Habla el susodicho a nombre propio y de sus iguales de “Tener remuneraciones y condiciones de retiro razonables y dignas, que les permitan la humana tranquilidad para reflexionar sus análisis y decisiones sin presiones internas ni externas que doblen la vara de la justicia”; como si el resto de los mortales no tuviésemos derecho a una vida digna y un retiro laboral con la tranquilidad que da una cuenta bancaria.

Pobre argumento esgrime el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para defender, como un perro, el hueso que han logrado él y su equipo de magistrados y jueces.

Deja entrever, el abogado, que magistrados y jueces son corruptibles y que si no les pagan lo que piden, entonces aceptarán moches y permitirán se tuerza la ley.

Pobres de espíritu y de valores cívicos universales y específicos son los magistrados y jueces que no comprenden la situación crítica en que el Prianismo ha dejado al país.

Mal entendida la dignidad de estos dizque dignatarios, pues quién es honesto y se digne de ser un buen mexicano puede resistir la tentación de corromperse, aunque su sueldo no sea tan gravoso para el erario. Su resistencia a la austeridad es signo de avaricia que nubla su razón por ambición desmedida. El Poder judicial, sin duda, es fruto del sistema corrupto que AMLO trata de cambiar.

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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