Foto: Warner Bros
La ley no ha hecho su parte. Entonces, ¿qué hacer? La respuesta no puede ser otra que cobrar venganza. Eso es ha grandes rasgos lo que acontece en In the fade.
Uno de los principales inconvenientes de la violencia es que suele generar más violencia. A cada golpe en una dirección le sigue, por lo general, otro golpe en la dirección contraria. Así son las leyes de la física social, de la vida en comunidad. Desde hace tiempo, se comenta que el perdón es, sino la mejor, la única forma de echar el cierre a un capítulo funesto y seguir con la vida. Sin embargo, eso de perdonar, aunque sea algo que recomienden desde Jesucristo hasta Hannah Arendt, no se le da a todo mundo.
Supongamos lo siguiente: alguien activa una bomba frente al lugar en el que están tu esposo y tu hijo y estos fallecen. La policía, gracias a una pista que les brindaste en uno de esos raros lapsos de lucidez y autocontrol que permiten el dolor y la estupefacción, da con los presuntos responsables.
A lo largo del juicio, intercalas momentos en los que apenas puedes mantenerte en pie con momentos en los que crees poseer la fuerza suficiente para destrozar con tus propias manos a quienes te arrebataron a tu niño y a tu marido.
Tu sangre clama por la debida reparación, mitigas la pena con drogas, vives para asistir a esas sesiones en las que el abogado defensor y el fiscal atacan y defienden como si aquello fuera un partido de ping-pong legal. Entre tus partidarios se encuentra, y esto es una sorpresa que te causa cierta tranquilidad, el padre de uno de los acusados. El progenitor sabe que su muchacho vino de mala semilla y es más que capaz de armar una bomba y descargarla, por motivos neonazis, contra representantes de una minoría étnica. Incluso se ofrece a formar parte de tu equipo de testigos y no sólo eso, cumple su palabra, sube al estrado y vapulea al hijo.
Empero, la estrategia del abogado defensor, una que incluyó hacer públicos un par de tus defectos privados, surte efecto. El juicio que te brindaría el nimio consuelo de la justicia, medible en años de prisión, se convierte en el principio de una pesadilla.
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Ellos, ese par que te arrebató a tu familia, han quedado libres, libres, mientras tú sigues bajo el yugo de una tragedia que no acabó contigo porque te hiciste el propósito de mantenerte aquí, en este mundo, sólo para ver a esos dos pagar por lo que hicieron.
La ley no ha hecho su parte. Entonces, ¿qué hacer? La respuesta no puede ser otra que cobrar venganza. Eso es ha grandes rasgos lo que acontece en In the fade.
TURCO ALEMÁN
La cuestión con la venganza, más allá de los problemas logísticos, es que el ser humano no se distingue por limitar su capacidad para ajustar cuentas a un parámetro de proporcionalidad, te dan peras y devuelves manzanas y en una de esas le toca a quien nada debe. Además ¿hay forma de cobrar venganza y acabar con el odio?, y ¿qué pasa con el desquite que desencadenará a su vez nuestra reacción y con los posibles daños colaterales? Más violencia, más venganza.
Enfrentarse a esos dilemas es mejor cuando nos toca entrar a esas honduras no en carne propia sino a través de una Diane Krueger que, sin hacer nada extraordinario, entrega una interpretación verosímil y justa. Si la actriz alemana no alcanza otras alturas se debe, en buena medida, a una puesta en escena que no se esmera en facilitar su lucimiento.
En la parte del abatimiento, de vivir la muerte dentro del que fue un hogar feliz, es muy difícil atisbar el rostro de Katja, el personaje de Krueger. El título En la penumbra es más que atinado. El director, Fatih Akin, nos sitúa, luego de la explosión inicial, en la intimidad de una soledad punitiva y la llena de claroscuros, este segmento del montaje transcurre en habitaciones sin vistas. Afuera llueve y dentro de la casa está igual de nublado. Para agregar una pizca de amargura a la historia, la convivencia con la familia de su finado esposo no hará más llevadero el luto.
La doliente pues, se quedará a solas con su pena y saldrá de su oscuro nicho sólo para hacer lo estrictamente necesario.
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TRES PARTES
La película puede verse como una serie de tres partes. En la primera vemos a Katja apenas unos segundos junto a su familia: el pequeño Rocco y el cónyuge Nuri (Numan Acar). Luego vienen la conmoción y el hundimiento, aparato explosivo de por medio, atizadas por una investigación judicial que se centra en el pasado de Nuri como narcomenudista y que explora la criminalización de la víctima.
En el segundo capítulo somos testigos del juicio contra los presuntos responsables de colocar la bici-bomba que acabó con representantes de la comunidad turca en Alemania. En esta parte, a Katja le tocará aumentar su sufrir de la mano de un abogado defensor que siembra las dudas necesarias para desacreditar la versión de la fiscalía. La luz en la sala del juzgado es abundante aunque opaca, en el ambiente aséptico la única que desentona, ya sea porque algo le acentúa el rostro desencajado o por los ratos de esperanzada fragilidad, es Katja.
Para cerrar, la mujer que no había dado visos de contemplar al perdón como una de las opciones, manda mensajes contradictorios. Diseña un plan que, de tan elemental, puede ser efectivo, pero da muestras de flaquear cuando su objetivo está al alcance de su metralla. Se entiende, si bien el deseo de venganza puede ser intenso, la fiereza para jalar el gatillo, activar el detonador, o acuchillar al objetivo demanda un carácter definitivo y no pensar en ello a la hora buena.
No es necesario detenerse en el resto de los personajes. In the fade es Diane Krueger de principio a fin, no hay nadie, salvo el director, que le haga sombra. En cuanto al desarrollo de la trama, a pesar de unas soluciones que no acaban de encajar, se sostiene y consigue mantener la tensión hasta la última escena. Con respecto a esas soluciones poco afortunadas puede destacarse que, luego de su huida, los exonerados le facilitan sobremanera a Katja el trabajo de dar con su paradero.
PREMIOS
Faith Akin es considerado uno de los directores más sólidos del cine alemán en la actualidad. De origen turco, obtuvo el Oso de Oro en Berlín en 2003 gracias a Contra la pared y en 2009 ganó el León de Plata en Venecia con la comedia Soul kitchen.
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Con In the fade le concedieron el premio a Mejor Película Extranjera en los Globos de Oro, cita en la que batió a la chilena Una mujer fantástica, vencedora en esa misma categoría pero en los Premios Óscar, y a la ganadora de Cannes, la sueca The Square. En la cita francesa, su interpretación de Katja le valió a Kruger el reconocimiento a Mejor Actriz.
Más allá de los premios conseguidos, el filme de Akin es una proclama acerca de cuán radicales pueden ser algunos individuos de una sociedad cuando se alimenta la idea de que el enemigo está viviendo entre ellos impunemente y es ineludible hacer algo al respecto. También es un recordatorio de que, enfrentados a la desgracia total causada por un acto atroz, una vez que el dolor nos devuelve cierto autocontrol, la respuesta elemental del ser humano comienza, y muchas veces no llega más allá, de invertir nuestro resto en la consumación del ojo por ojo.
Vale decir que el espectador se mantiene atento, observa a esa mujer sacar fuerzas de su ser roto para acometer una empresa que, en otras circunstancias, ni siquiera se plantearía como algo asequible. Está sola en el mundo, no le quedan sino los asesinos de sus seres queridos, ¿acaso necesita algo más?
La irrealidad del sufrimiento extremo, esa droga que entra en nosotros sin pedir permiso, nos pierde en pasillos oscuros. En la disyuntiva entre la venganza y el imposible perdón, la protagonista de In the fade elige una opción que, sin polemizar acerca de si es buena o mala, resulta comprensible.
