Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Un tipo le confió a su compadre: "En el curso del acto del amor a mi mujer le sucede algo muy raro: hace el bizco". "¡Mira! -exclamó el compadre-. ¡Y yo pensé que era mi imaginación!". La pequeña Rosilita le propuso a Pepito: "Vamos a jugar a que estábamos casados". "No -rechazó el chiquillo-. Mejor juguemos a que éramos novios. Si jugamos a que estábamos casados no haremos cositas". Rosie Lou, linda muchacha de Amarillo, Texas, le contó a su amiga Dixie Mae: "Anoche arruiné al mismo tiempo mi peinado, mi maquillaje y mi vestido". Preguntó Dixie Mae: "¿Cómo fue eso?". Relató Rosie: "Fui a un baile con Bobby Lee. De pronto él me puso una mano en una bubi y la otra en una pompi. Me enojé tanto que le propiné una tremenda bofetada. Olvidé que estaba mascando tabaco. Arruiné al mismo tiempo mi peinado, mi maquillaje y mi vestido". Candidito, muchacho con poca ciencia de la vida, casó con Revolicia, que en cosas de mundanidad sabía un mundo. Antes de consumar el matrimonio el desposado tomó por los hombros a su flamante mujercita, clavó en ella una mirada penetrante y le preguntó, solemne: "Dime, Revolicia: ¿eres virgen?". "¡Ay, Candi! -respondió ella-. Apenas estamos en agosto ¿y ya estás pensando en poner el nacimiento?". El juez penal leyó el expediente del acusado: "Asalto a mano armada. Fraude... Lesiones... Allanamiento de morada... Acoso sexual. Acoso sexual. Acoso sexual. Acoso sexual.Ya solamente acoso sexual". "Señor juez -razonó el individuo-. En estos tiempos la competencia está tan dura que tiene uno que especializarse en algo". Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. Su esposa le dijo: "Mi mamá casi se muere de la risa con los chistes que contaste anoche". "Haberlo sabido -lamentó Capronio-. Hubiera contado otros mejores". La pareja formada por doña Jodoncia y don Martiriano entró en crisis. Ella decidió que fueran con un consejero matrimonial. Le dijo éste al esposo: "Su mujer se queja de que usted no le ha hablado desde hace ya tres años". Explicó tímidamente don Martiriano: "Es que me da miedo interrumpirla". El galán tenía un cochecito compacto. Fue con su dulcinea al romántico paraje llamado El Ensalivadero y le pidió que se pasaran al asiento de atrás. Replicó ella: "No soy de esa clase de mujeres". El muchacho se azaró. Le preguntó apenado: "¿De las fáciles?". "No -precisó la chica-. De las contorsionistas".Una joven recién casada le contó a su amiga, soltera y bastante gordita: "Mi marido me da una vida muy difícil. Por causa de sus malos tratos bajé 20 kilos en tres meses". Pidió suplicante la amiga: "¿Me lo prestas?". Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, fue novio de Azulina. Jamás consiguió que ella le ofrendara su más íntimo encanto. De la cintura para arriba le permitió todo, pero de la cintura para abajo nada. Cuantas veces él le pidió "aquellito" ella le respondió que sólo haría "eso" hasta después de casarse. Frustrado, chasqueado, desencantado y desilusionado, Afrodisio rompió la relación. Pasó un año, y cierto día el salaz tipo recibió una llamada telefónica. Era Azulina, que le pedía verlo aquella noche. No alargaré una historia que por su propia naturaleza es corta: todas las historias de amor puramente pasional son siempre cortas. Esa misma noche fueron al Motel Kamagua, y en el cuarto 110 Azulina le entregó a Afrodisio lo que siempre le había regateado. Luego de consumarse la mencionada transferencia él le preguntó por qué le había otorgado lo que antes no le quiso dar. Contestó Azulina: "Recuerda que te dije que no haría esto hasta después de casarme. ¡Y ya me casé!". FIN.

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