México, hoy
Mientras los magistrados del Poder Judicial ganan sueldos mensuales de más de medio millón de pesos, y los legisladores más de trescientos mil pesos, millones de mexicanos viven precariamente trabajando a destajo o en trabajos informales, sin derecho a seguro social, una miríada de niños, adolescentes, y ancianos desempañan los más variados oficios, y una infinidad de pedigüeños salen a buscar el sustento diario.
Quienes tenemos la suerte de tener un empleo estamos conscientes de esta situación y sabemos que al salir a la calle tenemos que llevar consigo un mínimo de 50 pesos, en monedas de cinco o diez pesos, para dar al “cerillo” de la tienda de la esquina, al limpia parabrisas del crucero, al “viene-viene” del estacionamiento, al despachador de gasolina, etc.
Somos un país rico en misericordia, una nación caritativa y solidaria con el desposeído, el más vulnerable de la sociedad. Tratamos, en la medida de nuestras posibilidades, de darnos la mano, de ayudarnos en esta crisis provocada por gobiernos rapaces, ambiciosos y corruptos, que desde hace ya cincuenta años han asolado al país; administraciones priistas y panistas que habiendo adoptado un modelo neoliberal han entregado nuestros recursos naturales a empresas extranjeras, aumentando con ello la dependencia alimentaria y energética.
Pero si algo sabemos los mexicanos, es que si la adversidad no nos mata, nos fortalece: y los gobiernos infames nos habrán dejado en bancarrota, pero no nos han destruido. Seguimos de pie con la frente en alto, a pesar del despojo del que hemos sido víctimas, del encarecimiento de la vida, de la violencia del crimen organizado y la delincuencia que nos ha robado la paz y la tranquilidad, el creciente desempleo que nos priva de la oportunidad de un trabajo digno.
Nos queda el consuelo de haber recuperado con el voto en las urnas el poder ciudadano y haber elegido la única alternativa, diferente a los otros candidatos presidenciales; tal opción, para muchos ciudadanos fue un clavo ardiente en cuanto que sus propuestas de izquierda eran comparadas con las del gobierno venezolano, pero hasta el día de las elecciones, AMLO fue quien recogió las inquietudes y esperanzas de los mexicanos del más recóndito municipio de nuestro país.
A partir del triunfo contundente de AMLO, el gobierno Peñista ha venido a la baja a grado tal que, las licitaciones pendientes de Pemex, igual que las relaciones diplomáticas con el presidente estadounidense Donald Trump están ya bajo la responsabilidad del candidato ganador; y las medidas de austeridad, aunque han sorprendido a muchos funcionarios que habrán de continuar en su puesto, han sido aceptadas por los morenistas quienes han entendido que el gobierno necesita frenar el despilfarro inconsciente característico de la infame administración saliente, a fin de cumplir algunas de las promesas principales que pregonó durante su campaña.
Con insólito frenesí, desde el momento en que fue declarado ganador por sus adversarios, AMLO inició actividades diversas no sólo en lo que compete a la transición, sino en diferentes áreas de lo que será su gobierno.
Las promesas del que será el próximo presidente de México siguen en el aire, aunque ya se han aventurado algunas propuestas relativas a la austeridad, asunto no menor que viene a dar sustento a la promesa de no privilegios de quienes detentan el poder, costumbre anquilosada por los gobiernos prianistas que no supieron o no quisieron gobernar para el pueblo.
Héctor García Pérez
Comarca Lagunera
