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La carrera contra el tiempo y las prisas traicioneras

JULIO FAESLER

Los próximos años encierran para México un reto singular que, por no considerarse, amenaza la posibilidad, ya no de aumentar sino simplemente de mantener, el modesto ritmo de crecimiento de 2% del PNB que hemos alcanzado en los últimos años.

El aumento de la población es más de 1.0% anual en estos momentos. Para el año de 2024 México será un país de cerca de 147 millones de habitantes, es decir 20 millones más.

Es obvia la necesidad de dar empleo a una población económicamente activa de alrededor de 60 millones lo que significa 10 millones más que hoy. El ritmo de crecimiento de empleos formales que viene dándose es menos de un millón al año. La creación de empleos es una variable que depende fuertemente del ritmo de inversión que a su vez se divide en pública y privada. La primera debe dedicarse principalmente a la expansión de estructuras e infraestructuras que sean plataformas de crecimiento mientras que la segunda, que corre a cargo del empresariado, se debe centrar en crear y ampliar unidades de producción sean agropecuarias, industriales o de servicios.

La creación de nuevas plazas de trabajo que el gobierno entrante habrá de inspirar y promover tendrá que cubrir el rezago que deja la administración de Peña Nieto que ahora termina. Por eso el número de empleos que se necesitan será superior al que se viene generando, es decir dos millones anuales.

Las condiciones económicas internacionales previsibles no son demasiado halagüeñas dadas las turbulencias que ya distorsionan los escenarios económicos de nuestros países clientes. Las del vecino al norte están repletas de interrogantes. La consecuencia neta de todo esto es que habremos de depender cada vez más de nosotros mismos y de nuestro propio poder de compra interno lo que quiere decir empleos. Las exportaciones, por vigorosas que pudieran ser, no bastarán.

Los años venideros presentarán a los funcionarios exigencias inusitadas que habrán de resolverse con políticas de desarrollo complementadas con estrategias inteligentes de selección de áreas altamente productivas en términos de creación de empleo y distribución del producto nacional.

Las inversión en infra-estructuras requerirá montos más importantes que nunca con una severa disciplina presupuestal históricamente desconocida. No podrá tolerarse continuar con la corrupción que se ha enquistado en el aparato oficial, especialmente en sus niveles superiores, que ha venido drenando la eficacia de cualquier programa.

La precisión con que habrá de manejarse el desarrollo económico del país requerirá un estricto control por parte del presidente de la república sobre la actuación de cada una de las entidades de gobierno empezando por la de los miembros de su gabinete y de los gobernadores estatales. Es obvio que lograr afinar el complicado y sensitivo instrumento de la administración pública supone que el liderazgo del virtual presidente electo se exprese en una firme y constante vigilancia personal porque el haber dejado en completa libertad de acción a los funcionarios introdujo la rampante impunidad actual.

La disciplina en la acción oficial es parámetro para los empresarios que siempre buscarán ganancias. La madurez, seriedad y sensatez con que se comporte el jefe del Estado mexicano marcarán el tenor con que el país seguirá su diaria actividad.

Las designaciones en firme deben hacerse después del periodo preliminar afortunadamente largo, y no antes. El anticipar vísperas ya está propiciando errores. López Obrador debe darse tiempo para ensayar la reacción del electorado general, no solo el comprometido con el Movimiento, respecto a un buen número de propuestas que el futuro presidente sienta compromiso de cumplir. Algunas de ellas podrían ceder su lugar a las que son absolutamente inaplazables.

La calidad profesional y moral de los colaboradores más inmediatos del presidente de la república son ingredientes absolutamente indispensables. La designación anunciada, inexplicable, de Manuel Bartlet, que no llena las condiciones mencionadas, es una grave falta de respeto a la Nación y a la sensibilidad de un pueblo que mucho espera de un López Obrador cuyo gobierno que está obligado a alzarse limpio de torvos antecedentes. Mucho sorprende esta lamentable falla que pone en entredicho el augurio de renovaciones o revoluciones.

Este artículo comenzó señalando una de las facetas más críticas que hay que atender desde el principio del sexenio, a saber la carrera del irrefrenable aumento demográfico contra el sexenio. La astucia, el instinto y el madurado juicio del que lleva casi dos décadas preparándose para el momento de, por fin, tomar las riendas del país, deben prevalecer. Es el momento de hacer gala de esa preparación y no echarla a perder con precipitaciones absolutamente innecesarias.

Nuevamente se oye un grito desesperado: "¡No nos falles!".

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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