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Por sus tuits los conoceréis

SIN LUGAR A DUDAS...

PATRICIO DE LA FUENTE
Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas”.

— John F. Kennedy

Hace no mucho Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel López Obrador, quiso incursionar en redes sociales abriendo una cuenta de Twitter para así poder contar su propia historia.

Sabiéndose un activo importante para la campaña de López Obrador, Gutiérrez, quien durante largo tiempo rehuyó a los reflectores y a la participación política activa, decidió elevar ostensiblemente su perfil público y asumir los costos que ello implica. También hizo lo propio Juana Cuevas, esposa de José Antonio Meade, quien con su simpatía y liviandad trajo un buen número de votos y probablemente salvó al PRI de un descalabro todavía mayor.

A juzgar por lo que publica, Beatriz representa el lado humano y amable de la próxima dupla presidencial. Además, es de aplaudirse que tras la frivolidad y escasa cultura de la pareja que está por salir de Los Pinos, ahora sea un matrimonio preparado quien nos vaya a representar.

Aunque mantengo diferencias de fondo con algunas de las políticas de López Obrador y no voté por él, debo reconocer que se trata de un profundo conocedor de nuestra historia además de un lector voraz. En tanto, Beatriz Gutiérrez es una académica preparada y por lo que me dicen, una mujer sensible.

Sin embargo, en sus propias palabras, la experiencia de estar en redes ha sido agridulce como la de muchos de nosotros. “Abrí una cuenta de Twitter por abundar unas falsas con mi nombre. Ratifico, en este nuevo ingreso a esta red, que es ocioso discutir con bots y con quienes se esconden en el anonimato para agredir”, escribió la doctora Gutiérrez Müller.

Posteriormente, ante los múltiples ataques recibidos, Beatriz tuvo más tuits para sus detractores. “Feliz sábado menos a los bots que abundan en @Twitter. Sería bueno que @INEMéxico nos dijera de dónde salió tanto dinero para financiarlos durante las campañas electorales pasadas. Espero con la paciencia de Job”, dijo.

Si algo aprendimos a la mala es que el pasado proceso electoral se caracterizó por un grado inédito de virulencia y ataques no solo entre quienes participaron, sino también entre nosotros desde el mundo virtual. Algo similar ocurrió hace seis años, pero nunca a los niveles que observamos durante esta campaña. Disentir se ha vuelto un asunto complicado.

Para ser justos, es necesario apuntar que también Morena y la propia campaña de Andrés Manuel han invertido, desde hace muchos años, sumas importantísimas de dinero en la creación de legiones de simpatizantes, falsos y verdaderos por igual, para difundir su mensaje. Su capacidad reactiva y de manejo de crisis merece un apartado como caso de estudio, pero también la forma en que reaccionan e insultan cuando alguien osa cuestionarlos. Ello, en parte, provoca que millones de usuarios se rehúsen a opinar de temas políticos.

Por desgracia y si bien las redes no necesariamente retratan lo que ocurre en la vida real, en buena medida todos fuimos presa de tal grado de apasionamiento y quizá cruzamos algunas líneas como la del respeto. Pero no sólo ocurrió en redes. Sé de familias y amistades que terminaron distanciándose por lo que equis persona compartía en grupos de Whatsapp.

A un mes de la elección, los ánimos están lejos de haberse serenado en redes sociales. En buena medida, ahí ocurre lo mismo que en el país: nos encontramos divididos, enojados, decepcionados de la clase política, de la incapacidad manifiesta de quienes hoy nos gobiernan y somos presas de enormes dudas sobre los que vendrán. A pesar de ello, creo que hoy más que nunca los equilibrios y contrapesos son necesarios, indispensables y urgentes.

Sin escatimar el enorme capital político con el que llega López Obrador y el hecho de que casi la mitad del país votó por él, existe otro cincuenta por ciento que no lo hizo y que está en todo su derecho de vigilar con lupa el ejercicio gubernamental. En eso estriba y de ello se trata la democracia.

Ojalá y quienes siguen dominados por la pasión terminen por entenderlo porque mucho del odio y la intolerancia que domina la conversación en redes sociales también es causa de lo que ellos comenzaron a sembrar. El enojo no es fortuito, y además tiene efectos.

Si no entendemos el valor del respeto a quien piensa distinto a nosotros, el próximo sexenio va a ser muy largo. Por ello, hagamos propia y llevemos a todos los ámbitos de nuestra vida aquella frase que reza: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.

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Escrito en: sin lugar a dudas

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