Es innegable que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha contribuido a diversificar la economía de México y disminuir su dependencia de la exportación de materias primas y petróleo. Pero también motivó que este país cayera en una especie de zona de confort, haciendo de las exportaciones a Estados Unidos el motor casi único de la política económica. Hoy, con un Donald Trump proteccionista al frente de la primera potencia mundial, México ha entrado en una fase de incertidumbre por la renegociación o posible cancelación del TLCAN, una fase que también representa una gran oportunidad para diversificar ahora sus relaciones comerciales.
La semana pasada en Puerto Vallarta, Jalisco, los presidentes de las naciones que integran la Alianza del Pacífico -México, Colombia, Perú y Chile- y de los países que conforman el Mercado Común del Sur (Mercosur) -Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay- se comprometieron a acelerar la marcha para eliminar aranceles y crear una amplia zona de libre comercio que abarque a las ocho economías, que son las más importantes de América Latina. Es la primera vez en mucho tiempo que la región se plantea sobre terreno firme una meta de esta naturaleza, que bien pudiera ampliarse en un futuro a todo el subcontinente.
El reto es mayúsculo, dados los históricos recelos y ninguneos que existen entre los países latinoamericanos, las visiones proteccionistas que aún prevalecen en naciones como Brasil y los problemas que se arrastran desde hace décadas y que no se deben minimizar. América Latina es la región más violenta y desigual del mundo, además de contar con los niveles de corrupción más altos de acuerdo a los indicadores internacionales. Estas realidades representan obstáculos para el crecimiento económico, pero la integración económica, acompañada de un estrechamiento de los lazos políticos, sociales y culturales, puede contribuir a superarlas.
La oportunidad es enorme, dadas las dimensiones del mercado latinoamericano, su disponibilidad de recursos naturales y su creciente capacidad transformadora. América Latina ocupa una superficie de 22.2 millones de kilómetros cuadrados y cuenta con una población de 626 millones de habitantes. El lento, pero constante aumento de la clase media la vuelve uno de los mercados más atractivos del mundo. La economía en conjunto de los 20 países que la conforman representan el 7.5 % del PIB mundial por paridad de poder adquisitivo.
El acuerdo de crear una zona de libre comercio latinoamericana significa para México, particularmente, notables posibilidades. Nuestro país es la segunda economía de la región; es la puerta de entrada y salida hacia Norteamérica, el mercado de más alto consumo en el mundo; posee grandes accesos a los dos principales océanos, Pacífico y Atlántico, con posibilidad de interconexión. Con el desarrollo adecuado y la visión pertinente, México pudiera convertirse en un nodo económico y comercial que conecte a las cuatro regiones con mayor desarrollo del mundo: América del Norte, Asia Oriental, Europa Occidental y América Latina.
Para ello se requiere una importante inversión en infraestructura, educación y desarrollo industrial; el afianzamiento de acuerdos comerciales con naciones de las cuatro zonas mencionadas y, sobre todo, una voluntad política sustentada en hechos que avance en la disminución de los problemas centrales del país: corrupción, inseguridad y pobreza. De ese tamaño es el reto que le espera al próximo presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
