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PEQUEÑAS ESPECIES

UN DIAGNÓSTICO OPORTUNO

Durante el transcurso de cuarenta años dedicados a la salud de los animales, una de las experiencias más memorables fue haber diagnosticado rabia en tres pacientes de dos especies diferentes, más que la detección de la enfermedad, fue evitar el contagio a niños inocentes que convivían a diario con sus mascotas, enfermedad quien la padece está destinado a morir, de ahí la importancia del diagnóstico a tiempo para la prevención a través de la vacuna. Los tres casos fueron corroborados por el laboratorio de patología animal SARH de Durango en 1978, por el laboratorio de patología animal SARH de Gómez Palacio en 1984 y por el centro antirrábico de la SSA Torreón 1998. Que importante ha sido vacunar a sus perros y gatos, gracias a ello se está a punto de erradicar la rabia en México. Los últimos dos casos reportados de rabia humana en México fueron en el 2005.

El primer caso se presentó en el municipio de Súchil en el estado de Durango, tenía algunos meses de haber egresado de la facultad y trabajaba como veterinario de gobierno, recuerdo que solicitaron mis servicios en "San Alejandro", una comunidad cercana a Súchil, se trataba de una familia muy humilde y numerosa compuesta por 7 niños desde un año de edad hasta el séptimo, el paciente era una cerda landrace de dos años y 70 kilogramos de peso, con ocho crías con dos semanas de edad. El problema era anorexia, postración, deshidratación y fiebre. Le inyecté antibiótico y antipiréticos, sospechaba de una infección postparto. Después de algunos minutos de observarla, presentó convulsiones, y al recuperarse, quiso beber agua acumulando abundante espuma por el hocico. Hice las recomendaciones al dueño, un hombre joven curtido por el sol, probablemente estábamos ante un caso de rabia, aislamiento total del animal, si llega a fallecer, colocar la cabeza en una bolsa con abundante hielo y me la entrega personalmente; al día siguiente, falleció el animal y llevé la cabeza en abundante hielo a la ciudad de Durango, eran horas de camino en el transporte público, carecía de vehículo. Cuando llegué al laboratorio y al hacer la hoja de ingreso del caso clínico, la doctora me hizo la observación de que era incorrecta la manera en que había trasladado la muestra aunque no se encontraba en estado de descomposición, y que no estaba de acuerdo con mi diagnóstico, en un poblado no se encuentra el material necesario y además el tiempo era muy importante, era mi justificación al no llevar la muestra en un embalaje hermético. Al estar esperando el resultado, cansado, sin comer y justo el dinero para regresarme, pensaba, tanto trabajo y cuidados para errar en el diagnóstico, por un lado que bueno, pero no debí de alarmar a la gente debido a mi falta de experiencia, siendo tal vez su animal el único patrimonio de la familia, cuando sale la doctora apresuradamente con el resultado en la mano, salió positiva su muestra, "Es rabia". En el segundo caso, transcurrían los años ochenta, trabajaba de veterinario de gobierno en el municipio de Mapimí, Durango, atendiendo propietarios de animales, la mayoría de ellos ejidatarios y familias de escasos recursos. En una ocasión en la visita a estas comunidades alejadas de la ciudad, una familia solicitó que revisara a "Negro", uno de sus perros que no quería comer y lo notaban triste, se trataba de un cachorro de cuatro meses con todas las características del pastor alemán; al auscultarlo, noté deshidratación, fiebre, anorexia, postración, tenía dos días enfermo. Le apliqué medicamentos para alguna infección gástrica y para la fiebre, les dije que pasaría al día siguiente a revisarlo, al preguntar por mis honorarios, les dije que el gobierno los cubría. Al regresar al día siguiente, no había mejoría en el cachorro, al contrario, se veía más enfermo, en realidad no sabía la enfermedad específica que tenía mi paciente, los cinco hermanitos me preguntaban cuándo se aliviaría "Negro", qué enfermedad tenía, porque no comía ni tomaba agua, porque ya no jugaba con ellos y siempre estaba escondido bajo una carreta durante el día. Fue entonces cuando me vino la respuesta: "Fotofóvea" (miedo a la luz). Inmediatamente, le pregunté a los papás de los niños si estaba vacunado contra rabia, dijeron que no lo habían vacunado. Les dije que no estaba seguro de mi diagnóstico, pero teníamos que prevenir, les expliqué algunas manifestaciones de la enfermedad, pues no siempre es agresiva o de la misma forma. Así que lo tendríamos aislado, bajo sombra, con comida y agua, y evitar todo contacto, les recomendé si llegaba a fallecer le colocaran mucho hielo sobre todo en su cabeza y me llamaran por teléfono para ir por él. Al día siguiente me hablaron, "Negro" había fallecido, inmediatamente fui a recogerle y llevarlo al laboratorio de patología animal en Gómez Palacio. Resultando positivo a rabia. El tercer caso fue en los noventa, había hecho la especialidad en perros y gatos dedicándome exclusivamente a la clínica de las pequeñas especies, un giro completo en mi profesión apoyándome gratamente en la experiencia acumulada. Tenía de cliente a una doctora que vestía con elegancia y distinción, de unos cuarenta años, que llevaba regularmente a su mascota poodle a estética, y en una ocasión, llevó a otra mascota a baño, "Doly", una perrita cocker de siete años de edad; al observarla dentro de la jaula, somnolienta, triste y con convulsiones, inmediatamente le hablé a su dueña y me dijo que "Doly" vivía en la calle y como era muy dócil, la adoptó, le daba de comer y dormía fuera de su casa, me dijo que la revisara, la bañara y le cortara el pelo, no quiso hospitalizarla, le administré algunos medicamentos. Al recoger a su mascota, le di una serie de instrucciones y le recomendé que si llegaba a fallecer, la enviara al centro antirrábico, no estaba seguro de la enfermedad, pero por su aspecto, podía tratarse de rabia. Me dijo que la había vacunado en la campaña antirrábica y contaba con su certificado de vacuna. Pasaron dos días y fue la dueña a darme la noticia que había salido positivo a rabia, así que tuve que ir a que me aplicaran el tratamiento antirrábico, así como mis ayudantes.

Cabe hacer mención que en los tres casos que participé en el diagnostico de rabia, no hice recomendación médica hacia las personas involucradas o para la aplicación de vacunas, siempre di parte oficial a la secretaria de salud correspondiente y ellos tomaban las decisiones adecuadas, como veterinario sólo me correspondía la salud animal. Aunque sí me hicieron cantidad de preguntas, como en el último caso. Se trataba de familias con recursos que viven en colonias residenciales y una amiga de la dueña de "Doly", que también era mi cliente, se enteró que se encontraba en tratamiento antirrábico su amiga y me preguntó. Doctor, ¿me tengo que vacunar, pues mi amiga en una reunión tomó de mi refresco, pudo contagiarme?

  Por: M.V.Z. Francisco Núñez González

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