Columnas la Laguna

IBERO TRANSFORMA

SUICIDIO EN COAHUILA

SERGIO GARZA SALDÍVAR

¿Qué es lo que puede llevar a alguien a suicidarse? La sensación de impotencia, la pérdida de un ser querido, sentirse culpable, sentirse solo, no tener algo para dar un sentido a la propia existencia, tener una enfermedad grave o terminal, pasar por dificultades económicas. Muchos de estos motivos pueden permanecer ocultos y ser invisibles para quienes rodean al suicida. De hecho, muchos de los que se deciden por esta alternativa, no dejan ninguna nota, ninguna explicación. Por otra parte, en muchos de los casos hay algún mensaje póstumo, una despedida, un motivo, al menos el que desde su propia perspectiva los orilló a ese acto. De cualquier modo, existen también muchos casos en los que el futuro suicida muestra señales de que algo está sucediendo en su interior. La ideación suicida verbalizada es siempre un elemento que debe ponernos en alerta. Sin embargo, se trata sin duda de uno de los actos humanos más impredecibles y dolorosos.

Esta grave problemática se profundiza cuando nos damos cuenta de que Coahuila ocupa el segundo lugar a nivel nacional en la tasa de suicidios. En el 2017 se registraron 214 casos, en la primera mitad de este año ocurrieron 128, por lo que la cifra parece ir en aumento tal y como se ha comportado a lo largo de cada año de este siglo (en el 2015 hubo 166 casos, mientras que en el 2016 fueron 186). Se calcula que, por cada suicidio realizado, existen 20 tentativas para llevarlo a cabo; es decir, estamos hablando de una población de casi 5000 personas que se encuentra en una situación de mayor riesgo.

Según el estudio de las investigadoras Jana Pertzélova Mazacova y Mayra Aracely Chávez Martínez, "El Suicidio en la Región Noroeste" de nuestro estado, los indicadores más relevantes son la baja autoestima, carencia de proyectos de vida, alto nivel de estrés e inseguridad; seguidos de familias desintegradas, personalidad depresiva, introversión, comunicación interpersonal de baja calidad. Es evidente que la presencia de uno o más de estos indicadores no determina una tentativa suicida, conducta que sigue siendo enigmática y misteriosa, pero sí nos permite poner más atención en aquellas personas cercanas que pudieran presentar alguna de esas características.

De hecho, en los suicidios registrados en 2017, las principales causas fueron problemas emocionales y/o psicológicos, en primer lugar; problemas de pareja, en segundo y, en tercero, los problemas familiares. Lejos nos encontramos de poder asociar, de forma significativa, al suicidio con cuestiones económicas, laborales y/o de consumo de drogas. Por otra parte, alrededor del 40% de los casos, fueron en personas menores de 29 años; registrándose un incremento paulatino en los rangos de menor edad, incluso en niños. La mayoría de los suicidios se realizaron en zonas urbanas y cerca del 60% contaban con un empleo. Con esta información, podemos ubicar, al menos como uno de los aspectos centrales de esta problemática, a las relaciones interpersonales; la manera en que nos vinculamos, el nivel y calidad de comunicación que mantenemos con la gente con la que convivimos cotidianamente, la profundidad y permanencia de nuestros vínculos afectivos. Nos urge reforzar estos aspectos en una época en la que el individualismo, el tiempo utilizado frente a la pantalla de cualquier dispositivo y la convivencia virtual a través de las redes, se han vuelto los protagonistas de la vida cotidiana. Es importante empezar por nosotros mismos, pero ante la gravedad del asunto, es necesario que se generen políticas públicas que permitan visibilizar, atender y encausar la triste situación de futuros suicidas para menguar y revertir la situación.

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