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Comprender al otro

Con/sin sentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

¿Cómo romper con la polarización en México? El único camino que alcanzo a vislumbrar pasa por el reconocimiento de que el otro, ése que no está de acuerdo con nuestras posturas, tiene algo de razón, incluso, cuando la perspectiva de vida propia no nos permite verla ni mucho menos valorarla.

Sostengo que nuestras diferencias son realmente pequeñas, pero vivimos en una época en que se magnifican, a punto tal, que se les hace lucir como insalvables. De manera paradójica, nuestros juicios con frecuencia borran toda distancia con los demás, de tal manera que sopesamos sus actos y pensamientos como si éstos fueran lanzados desde nuestra propia realidad. Por tal motivo, nos molesta cuando actos y pensamientos no concuerdan con los nuestros, porque nos resultan incomprensibles. El problema se acentúa cuando descubrimos que no estamos solos, sino que, algunos, tal vez la mayoría, piensan y actúan, de manera más similar a la nuestra; mientras que, otros, claramente no lo hacen así.

La polarización dibuja entonces dos o más bandos que se disputan por la propiedad de la verdad, dejando de lado toda posibilidad para aceptar que ésta, la verdad, es compartida. Aclaro aquí que, lo anterior no necesariamente significa que la verdad se comparta de manera equitativa, sino que puede suceder que un grupo esté más cerca de poseerla que otro. Sin embargo, eso no niega la parte de verdad ubicada, aunque sea en una proporción muy pequeña, en manos de los demás.

Quiero suponer que los esfuerzos para acabar con la polarización implican, entonces, partir de la pregunta honesta por las razones del otro. Allí, un enorme obstáculo para sortear. Y es que actualmente solemos tener carretadas de respuestas y pocas o ninguna pregunta. Por eso, cuando vemos al otro actuar o pensar de manera diferente a la nuestra, inmediatamente sacamos las explicaciones que ya tenemos a la mano, en vez de tratar de averiguar los motivos que llevan a que el actuar y el pensar ajenos, sean distintos a los propios.

Es así como quienes votaron por AMLO están plenamente seguros de que conocen las razones de quienes no lo hicieron, y por ello las juzgan con severidad implacable. Pero también lo hacen así aquellos que no votaron por López Obrador y que creen saber a la perfección los motivos que tuvieron quienes sí votaron por él. Son esas generalizaciones las que, sobre todo, polarizan, porque terminan caricaturizando a los demás.

Me consta que es falso que todos los que no votaron por AMLO están contentos con el desempeño de los gobiernos en México; pero también me consta que no todos los que votaron por él están a la espera de que el gobierno les otorgue una dádiva o les resuelva la totalidad de sus problemas. No solo eso. Estoy seguro de que, tras el voto a uno u otro candidato, hay un amplio abanico de motivaciones que no se pueden reducir a la ceguera, ignorancia o carencia de amor por México que cada bando le atribuye a los demás.

Me pesa mucho que personas que considero de elevada inteligencia, no se tomen la molestia de intentar comprender a los otros, a punto tal, que prácticamente exigen que se les supriman sus derechos políticos, sólo porque no comparten su verdad. Estoy en la tarea de entender los motivos de quienes aceptan o incluso fomentan la polarización como forma de vivir la política; comprendo que hay ciertos temas que, para algunos grupos, son irreductibles. Pero, creo firmemente que con cada intento que realizamos con honestidad por conocer los motivos del otro, nuestra condición humana se fortalece y la sociedad entera se beneficia. Finalmente, construir un México mejor para vivir es responsabilidad de todos por igual.

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