Legado del 14 de julio de 1789

Durante sus hazañas, la revolución había enseñado al pueblo que podía vivir de una manera mejor y que merecía formar parte de la nueva dirección del Estado.

Un día con dígitos como los de hoy: el 14 de julio de 1789, se convirtió en fecha emblemática del pensamiento revolucionario y de las luchas populares de todo el mundo, aunque los hechos que le dan su significación grandiosa ocurrieron en Europa, durante la Revolución francesa.

El 14 de julio de 1789, día decisivo de la insurrección en Francia –y de las posteriores luchas populares que en ella aprendieron a combatir por nuevos y justos sistemas sociales–, durante la toma de la Bastilla –prisión para los desgraciados y bastión de la nobleza y de los potentados sin pedigrí–, de los más de cien revolucionarios que murieron, varias decenas fueron obreros.

Después de ese día, la burguesía –para usar términos marxistas– se apropió el poder político y se dedicó a contener mediante la represión al pueblo trabajador que también quería manejar el poder (participar de la incipiente democracia y contribuir en su desarrollo) y de los beneficios de la economía.

Durante sus hazañas, la revolución había enseñado al pueblo que podía vivir de una manera mejor y que merecía formar parte de la nueva dirección del Estado. Se había sacrificado apoyando a las nuevas capas sociales que se apropiaron del poder político. Podía demandar mejoras.

La revolución hizo ver al pueblo y sobre todo al joven proletariado mundial –que venía surgiendo de la Revolución Industrial– que podía conquistar la reducción de las inhumanas jornadas de trabajo que empezaban a las cuatro de la mañana y terminaban a las ocho de la noche.

Planteaban demandas como las de los trabajadores de Mariel. Ellos pedían que sus ingresos fueran aumentados de acuerdo con el precio de la harina; o como las de los hiladores de Caen, quienes demandaban que no se usaran máquinas porque habían propiciado que el trabajo humano valiera menos-

(Hago un paréntesis para narrar una experiencia personal. La compañía de teléfonos celulares frecuentemente me manda avisos de que ya puedo pagar con tarjeta de crédito o de débito. Yo no me sumo a esa manera de pago porque pienso en los cajeros humanos que pueden perder su trabajo.)

La joven clase trabajadora gestada por la creciente Revolución Industrial no entendía que se trataba de destruir el naciente –pero poderoso por la acumulación de dinero y bienes– modo de fabricación capitalista y no los modernos medios de producción.

En fin, las capas populares de la sociedad habían apoyado a la burguesía que se enfrentó a la nobleza y después del 14 de julio, agitadas por el espíritu revolucionario, contribuían a apuntalar la república y pretendían acceder a la naciente democracia. Esas capas bajas seguían necesitando mejoras.

Uno de los dirigentes de la revolución, Marat, alertaba: “Jamás esperen nada de hombres ricos y opulentos, de hombres que han sido criados en el lujo y el placer, de hombres llenos de codicia que aman el oro. Sólo los campesinos, pequeños comerciantes, artesanos y obreros, los trabajadores proletarios […] pueden constituir un pueblo libre”.

Esas palabras en favor de los explotados y oprimidos recuerdan las de Francisco Zarco en la Revolución de Ayutla: “Una de las causas principales del Pronunciamiento de Ayutla fue la pobreza y opresión del pueblo bajo la dictadura de Santa Anna. Porque una de las causas capitales de las revoluciones políticas en todas las naciones ha sido la dura suerte del obrero, la esclavitud del jornalero, la pobreza y miseria del pueblo bajo, que ha estado por muchos años y algunas veces por siglos, con el cuerpo inclinado y el espíritu enervado, hasta que iluminado y fortalecido su espíritu por los rayos de luz de la civilización y la voz de algún caudillo, ha tenido conciencia de sus derechos, ha reventado como un volcán y se ha levantado en masa como un gigante contra sus opresores”.