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Inmigrantes con destino incierto

Desconcierto primero, angustia y miedo, desesperación, impotencia, sufrimiento y dolor, después; emociones y sentimientos en torbellino atroz que atropellan la cordura, que obnubilan la conciencia y sólo queda el estupor, la congoja, el agobio, la zozobra, la incertidumbre. Experiencias traumáticas para toda su vida. Eso es lo que el líder de la máxima potencia en occidente está produciendo con placer malsano a miles de niños que tuvieron el infortunio de ir con sus padres a los Estados Unidos en busca de una vida mejor para su familia; pero, ahora sus más preciados tesoros, sus hijos, les fueron arrebatados y enjaulados como perros rabiosos, mientras ellos son presentados en un juicio exprés como delincuentes ante un juez federal. La consigna es “No vuelvas a esta tierra” El castigo es doble: encerrados ellos y sus hijos, por separado, fichados los padres como criminales y encerrados en cárceles federales, mientras sus hijos son humillados como animales indeseables.

Nunca después del genocidio de los judíos, había impactado tanto a la opinión pública no sólo de los propios Estados Unidos, sino de la mayoría de los países de América y de Europa. La ONU y otros organismos internacionales defensores de los Derechos Humanos, han condenado estas infames acciones, producto de una política de tolerancia cero contra los inmigrantes, pero tales críticas no han hecho mella en el corazón de mármol del que se ha erigido como juez y parte en un fenómeno de inmigración que siempre ha existido, pero que nunca antes se había considerado como problema grave para una nación.

Se le olvida a Donald Trump que ese país al que llegan muchos inmigrantes se formó precisamente con inmigrantes y que su pujanza económica, su crecimiento, progreso y desarrollo se ha debido en gran parte a ellos. O tal vez no lo ha olvidado, porque no tiene conciencia del pasado; sólo tiene en mente un presente al que ve medio vacío y un futuro que quiere ver medio lleno. Con esa percepción, ha optado por el proteccionismo nacionalista, con cerrar las fronteras, con subir los aranceles con renunciar a acuerdos internacionales, con aislarse del mundo; mientras el Congreso se encuentra polarizado, igual que la sociedad entera. Unos aplauden la política tuitera que depende del humor del presidente; mientras otros lamentan la falta de seriedad y la actitud caprichosa y cotidiana de quien se comporta como un adolescente, cambiate de opinión según sus hormonas, o la de un niño que hace berrinches para conseguir lo que quiere.

Mas, no nos equivoquemos, Trump no es ni un adolescente ni un niño, es una persona inteligente para negociar; pero no tiene escrúpulos, ni moral, ni ética, ni valores humanos, ni vergüenza, ni honor. Él, es capaz de mantener como rehenes a miles de niños y castigar en prisiones de máxima seguridad a las personas, la mayoría gente humilde, sencilla, trabajadora y de buen corazón, que lo único que hicieron fue ir en pos de un sueño para vivir mejor.

Dicen algunos predicadores evangélicos que los gobernantes de los pueblos son elegidos por Dios. Al respecto yo difiero diametralmente. No puede, Dios, siendo amor, permitir que elijamos a las personas equivocadas, a líderes de una nación, que en lugar de gobernar con justicia tergiversan el término y acomodan el significado a su libre arbitrio; que en lugar de procurar la armonía y la paz, provocan la desunión y el enfrentamiento.

Y nuestro gobierno, bien gracias, aquí firmando decretos en perjuicio de la nación.

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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