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La primera semana con AMLO

JULIO FAESLER

Estaba escrito en los astros que el largo interregno que significaron años de políticas neoliberales que encomendaron el desarrollo nacional a criterios financieros y empresariales tendría que terminar si todavía estaban insatisfechos los ideales de 1910. Había que regresar a las necesidades básicas del pueblo que había confiado su destino a sus gobernantes. La llegada triunfal de López Obrador hace creer que los pendientes vuelven a su lugar junto con el ejercicio de funciones que nunca debieron haberse cedido.

El triunfo de Andrés López Obrador no es un cheque en blanco. Por el contrario es un severo reto que está en la implacable necesidad de cumplir.

Los temores que suscitó su candidatura se van aplacando a medida que se publicita la amabilidad de su comportamiento en los primeros días de su gestión, aún provisional, que arranca tan anticipadamente como fueron las admisiones de derrota de sus dos principales contrincantes. Pero el presuntamente Electo ha de ser prudente en el trato con su pueblo que está compuesto tanto de ricos que lo buscan o pobres que esperan.

Los empresarios de la cúpula se acercan a él con cautela, probando primeras reacciones a los temas más sensibles que afectan sus intereses. Tan pronto adviertan que las intenciones del gobierno son de verdad las de dar prioridad a los pobres y que los empresarios son instrumentos en la gran estrategia de atender carencias seculares, el Electo empezará a sentir los condicionamientos que le opondrá el respetable poder del sector privado.

Pero el sexenio se anuncia bien. Los encuentros con las cúpulas anuncian concordia entre las partes y posibilidades de convenir una estrategia de desarrollo en que los sectores pobres privados de poder compartan trabajo y ganancias.

Sin perder tiempo en restañar heridas de campaña, AMLO debe reemprender las reformas en materia de educación mejorando la calidad de la enseñanza y la de los mismos maestros sin que ello agreda su delicada sensibilidad mientras instaura valores morales y patrios. La educación es en cualquier país la tarea primordial y prioritaria precisamente por que es más larga y por ello hay que saltar por encima de la intricada Hidra de la burocracia sin perder tiempo en comenzarla.

La segunda tarea, directamente enlazada con la anterior, con fórmulas de escuela-industria, es la de dotar al país de una economía productiva y competitiva y compartida en trabajos y ganancias. Tiene que aumentar la participación en el PIB de los trabajadores en las industrias fabriles no las de mero armado. Asi se llegará a una industria robusta y competitiva que sea respaldo de las sanas finanzas libres de endeudamientos extranjeros inadecuados.

En agricultura el nuevo gobierno está comprometido a procurar una producción suficiente para liberar la alimentación popular a las fluctuaciones de los precios del mercado o en paridades monetarias. La agricultura comercial exitosa de frutas y legumbres deben llevar al país mantenerse en el primer lugar mundial.

López Obrador quedó comprometido en campaña con lanzar programas sociales entre las que figurarán asignaciones de recursos a todos los ciudadanos como plataforma de despegue para arrancar un desarrollo autónomo individual. El concepto análogo al que ya se implantó en la ciudad de México es moderno y avalado, entre otros, por la CEPAL, debe ser entendido como la plataforma de despegue para arrancar un desarrollo autónomo de las mayorías.

El empeño de estar cerca del pueblo tiene sus propios problemas que un gobernante debe tomar en cuenta.

Así como los más acomodados de la república no son completamente fiables como socios en el desarrollo cuando se llega a tocar sus intereses personales o de sus empresas o del grupo, los sectores más vulnerables entrañan un apetito insaciable de todos los beneficios que pueda otorgar un gobierno. Exigir siempre mayores apoyos, con una actitud de derecho irrecusable, en forma a veces poco comedida es asunto bien conocido.

Afortunadamente López Obrador está dando muestras iniciales de madurez. Parece entender que lo más importante es el ejemplo y la persuasión en lugar de la imposición de la Ley. También sabe que, en cuestiones sociales, los asuntos están las más de las veces fuera del control gubernamental. Así como él mismo llegó montado en una ola que rechazó terminantemente al régimen abusivo, él mismo, después de varios años en el poder no debe encontrarse en esa misma situación.

En cuanto a terminar con la violencia y las mafias, AMLO sabrá la mejor utilización de la policía, el Ejército y la limpia que falta en el poder judicial.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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