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Pequeñas especies

HAY PALABRAS QUE NOS CAMBIAN LA VIDA, PERO HAY LADRIDOS QUE NOS CAMBIAN EL ALMA

No cabe duda que las personas que cuentan con alguna mascota, tienen un don especial que las hace diferente a los demás. Una de las razones por lo que decidí escribir esta columna sin contar con la experiencia en el difícil arte de las letras, y pensando hacerlo sólo por unas semanas, son las anécdotas maravillosas de las mascotas y sus dueños que hacen posible la fórmula de ese amor recíproco entre el hombre y su perro, gracias a estos protagonistas y al distinguido gusto de nuestro amable lector, hemos compartido estas maravillosas historias a lo largo de veintidós años.

Los veterinarios que nos dedicamos a las pequeñas especies tenemos la fortuna de vivir experiencias que en ocasiones parecen ser parte de algún guión de una película que nos deja un estupendo sabor de boca con un final feliz, aunque también aparece la historia triste donde se debe tomar la decisión de renunciar a la vida de nuestra mascota con el fin de que dejen de sufrir.

En una ocasión comentaba con una persona amante de los animales, que alguna vez hemos puesto en tela de duda a una persona que no conocemos lo suficiente con la que vamos a realizar un trato, o simplemente por alguna razón tenemos que confiar en él, necesitamos de algún indicio pues en cuestión de segundos tenemos que dar alguna respuesta, y solamente está como aval nuestro buen juicio, al recordar que es dueño de un perro y que se preocupa por él, se enciende una luz en nuestro interior y accedemos a su petición por tratarse de alguien responsable que cuida bien de su mascota, es raro que lleguemos a equivocarnos.

Los sentimientos de los animales no se pueden fingir, las mascotas son como los niños pequeños, no pueden hablar, pero su actitud es más que objetiva para saber si una persona es de su agrado o no, los dueños saben a la perfección a qué personas no quiere su mascota y hasta parece saber la razón con exactitud de su rechazo, los perros por naturaleza son inteligentes y francos, habrá quienes digan que actúan instintivamente, pero estoy seguro que esas personas jamás han tenido una mascota o si alguna vez la tuvieron, nunca derramaron una lágrima por ella.

El carácter de las personas llega a ser diferente cuando se tiene la responsabilidad de cuidar a un perro o a un gato, aquéllas que no poseen animal alguno por lo regular son de gestos adustos y desconfiados. Los ancianos en su mayoría son personas serias e impacientes con los niños, en cambio aquéllos que poseen una mascota, son sociables y tolerantes. Está comprobado que el contar con una mascota es una terapia perfecta contra la soledad y el mal humor, así como...

Más en la página 6

  Por: M.V.Z. Francisco Núñez González

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