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Criterios del elector

JULIO FAESLER

La jornada del primero de julio está repleta de expectativas. Mucho del devenir nacional está en vilo, pendiente de esos resultados electorales.

El que no se tenga mucha fe en las encuestas no significa que carezcan de interés. De no haberlas, todos estaríamos peor, en una completa oscuridad sobre lo que podría pasar en esta importante coyuntura política.

Está clara la trascendencia de la actuación del electorado de más de 89 millones de empadronados. En las circunstancias políticas y económicas actuales en el mundo, lo que decida hacer un país de 124 millones tiene peso. Mucho puede significar la orientación política de México que es uno de los diez países más importantes en comercio exterior y sexto en dimensión mundial. Su presencia en cualquiera de los grandes grupos regionales existentes o en formación, puede es una influencia en su conducción.

Las preferencias políticas del próximo gobierno mexicano serán por lo tanto, asunto de interés para la comunidad internacional.

La inclinación ideológica del futuro gobierno determinará si ha de mantener la apertura completa al comercio internacional o por el contrario preferirá una opción proteccionista y aislacionista. La actitud hacia una mayor globalización o por el contrario, dar voces a los que proclaman las virtudes independentistas en asuntos de desarrollo socioeconómico. Habrá que estar atentos a su participación en la Organización Mundial de Comercio, ahora que hay que prever modificaciones en el TLCAN, en materia de solución de conflictos. Habrá que conocer hasta qué grado continuará México su política de atracción indiscriminada de inversiones extranjeras en relación con las de una impetuosa China que está ampliando su presencia en América Latina.

Aunque esas y otras cuestiones como el combate a las mafias internacionales, la defensa del medio ambiente, la lucha contra la pobreza sistémica o los programas de educación implican decisiones tomadas al más alto nivel y de ninguna manera son ajenas a las realidades cotidianas del sentir de la ciudadanía.

Los escenarios recientes experimentados en muchos países no dejan dudas de que la sociedad civil, ese ente informe y generalmente mal informado o presa de rumores distorsionados, ya ha adquirido una confirmada proclividad de entregar el poder al personaje que sepa conquistar su imaginación. En todas partes los regímenes liberales, o incluso las dictaduras, han fracasado en sus intentos de ofrecer a sus poblaciones mejores condiciones de salud, educación y empleo. Este hecho ha llevado a los pueblos a abandonar el apoyo electoral que vanamente otorgó para buscar otros liderazgos a veces novedosos. No hay porque sorprendernos.

El electorado de México podrá elegir el domingo que viene a un gobierno que prefiera continuar con la seguridad de las políticas conocidas en los últimos dieciocho años o, por el contrario, quiera ensayar caminos diferentes. La decisión de las mayorías mexicanas determinará qué podrá esperar la comunidad internacional en la tarea de intentar resolver los dilemas difíciles de hoy.

Evaluar los resultados que arrojen las computadoras del INE el lunes en la madrugada, significará calificarlos e identificar qué sectores de la población influyó más en determinarlos. De ser así, el significado de la democracia,, como sistema de convivencia pacífica y progresista, acaba siendo decepcionantemente limitado, ya que ella nada tiene que ver con la nobleza de los principios que suelen invocarse.

El único criterio que guía al elector frente a la urna es la experiencia estrictamente personal y familiar. Se confirmaría que los mediocres debates y discusiones y la publicidad ramplona de las campañas calzan perfectamente con el nivel del típico elector nacional.

La respuesta a las preocupaciones que puedan tener los líderes de otros países sobre el comportamiento futuro de México se encuentra en el grado de educación de nuestro pueblo. El elector votará de acuerdo con su personal percepción de su entorno inmediato con o sin ingredientes internacionales. El partido político ya no importa.

La moraleja de todo lo anterior es que la actividad política se está identificando cada vez más con expresiones crudamente aterrizadas en sensaciones compartidas en redes sociales. Las reflexiones vienen después. Como está sucediendo hoy.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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